¿Seremos algún día profetas en la sociedad de la información y del conocimiento? (1ª parte)

convergenciaEn su misión pastoral la Iglesia ha ido emanando documentos que nos han ido acompañando en el gran proceso de mundialización en que nos hemos visto envueltos en estos últimos años: nos han planteado valores y también reservas morales[1]. Ya en el año 1971, la instrucción pastoral “Communio et Progressio” se planteaba lo  siguiente:

“Surge aquí el difícil interrogante de si estamos en el umbral y comienzo de una era totalmente nueva en las comunicaciones sociales, y asimismo de si se trata de unas comunicaciones que influyen no tanto cuantitativa como cualitativamente. Cada vez resulta más difícil responder a esta cuestión”[2].

En su mensaje para la 43 jornada mundial de las comunicaciones sociales el Papa Benedicto XVI  reconocía que

“las nuevas tecnologías digitales están provocando hondas transformaciones en los modelos de comunicación y en las relaciones humanas”[3]

y pedía promover una cultura de respeto, diálogo y amistad.

Mi reflexión sobre la vida religiosa como profecía en la sociedad de la información quiere situarse en ese mismo contexto positivo y desea pedirle a la vida consagrada que no renuncie a la visión apocalítpica cristiana, a la visión desde la cual es posible llevar adelante los procesos históricos sin excesivos miedos al imperio de las Bestias. Porque al fin y al cabo, la victoria será del que está sentado en el Trono y del Cordero. Lo que adviene, es decir, la sociedad de la información y del conocimiento, ¿no tendrá que ver con el descenso de la nueva Jerusalén?

Cuatro serán los verbos que marcarán el iter de mi reflexión: enfocar, ver, discernir, proyectar. En este artículo voy a centrarme únicamente en el primero: Enfocar.

I. ENFOCAR: La Vida Religiosa, profecía en la nueva sociedad de la información

Para enfocar bien el tema, desearía responder a dos cuestiones previas: ¿es adecuado definir la nueva sociedad como sociedad de la información? Y la segunda cuestión: ¿hemos entrado realmente los religiosos y religiosas en ella? Solo después podremos preguntarnos si en ella somos profecía.

1. ¿Cómo denominar esta nueva sociedad?

Entre los muchos nombres con los que podemos nombrar a nuestra sociedad, hay algunos que el uso político impone: sociedad de la información, del conocimiento, de la comunicación, de los saberes compartidos, aldea global[4]. Se ve, enseguida, que una realidad tan compleja, es descrita utilizando la parte por el todo, una dimensión por la totalidad. De hecho no es lo mismo información que conocimiento[5]. En todo caso, es claro que estamos en un tiempo en el cual se acumula la información sobre las realidades más dispares, en el cual es posible enriquecer notabilísimamente el conocimiento y el saber. Ese es el mayor poder del que dispone hoy el ser humano y las sociedades.

La expresión “sociedad de la información” se ha impuesto sobre otras. Quedó consagrada –por así decirlo- en la cumbre mundial sobre la sociedad de la información que tuvo lugar en Ginebra el año 2003. El documento final se titulaba “Construir la sociedad de la información: un desafío global para el nuevo milenio”. Objetivo de la Cumbre era llegar a compartir la misma visión sobre la “sociedad de la información”. Pero no se redujeron a esta simple expresión: la enriquecieron con otras perspectivas. Hablaron también de la “sociedad del conocimiento y de la comunicación”, e incluso introdujeron el plural “sociedades”[6]. Surgieron, no obstante, en aquella cumbre dos formas contrapuestas de entender la sociedad de la información: la tecnocéntrica y la antropocéntrica. La Declaración de principios de la cumbre, en su primer artículo, se decantó por la antropocéntrica[7]:

“Nosotros (…) declaramos nuestro deseo y compromiso comunes de construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida, sobre la base de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y respetando plenamente y defendiendo la Declaración Universal de Derechos Humanos.”[8]

Se pusieron, pues, a favor de una información incluyente y equitativa[9]. Esta es la visión. Este es el sueño. Este es el planteamiento adecuado. Pero ¿es esa la realidad?

2. ¿Hemos entrado de verdad en ella, como religiosos y portadores de profecía?

Cuando hablamos de la vida religiosa, profecía en la sociedad de la información y de la comunicación, no debemos suponer que todos los religiosos y religiosas estamos ya en ella. Y quienes han entrado disponen todavía de una experiencia muy limitada.

Todos somos testigos del recelo con que se han visto los medios de comunicación dentro de la vida religiosa en tiempos pasados. ¿Qué nueva invención tecnológica no ha encontrado prohibición y freno entre nosotros? Recelo ante los periódicos, la literatura “profana”, el reloj, la radio, el cine, la TV, el teléfono, el magnetofón, el móvil, el fax, el correo electrónico, el ordenador, el internet, el mp3 o mp4, el ipod….  Se ha pensado que la vida religiosa debía ser “otra cosa” y permanecer lo más posible aislada de ese torrente informativo que los medios de comunicación ofrecen y de las preocupaciones que esos medios introducen en el espíritu de quien debería estar centrado sólo en Dios y en la misión recibida. La versión actual de la famosa “fuga mundi”, tendría mucho que ver con el alejamiento de la sociedad mediática y digital.

La integración en la sociedad de la información debe marcar la identidad de nuestra forma de vida. No se trata de un mero aggiornamento; se trata de asumir nuevo paradigma a la hora de entender al ser humano. La sociedad de la información y el conocimiento modifica nuestra comprensión de la identidad humana, de nuestra forma de ser en el mundo, en el espacio y en el tiempo, de nuestra misión y vocación.

Lo que vamos a reflexionar es una seria cuestión antropológica y teológica. El ser humano dispone hoy de impresionantes extensiones de su cuerpo y personalidad (Marshall McLuhan). No solamente hay que decir, como Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”, sino “yo soy yo y mi entorno tecnológico y mediático”, “yo soy yo y esas prótesis tecnológicas que expanden mi persona y la enriquecen con una información extraordinaria e insospechada. Hay quien compara estos seres tecnológicos que se aplican a nuestro cuerpo y lo extienden, prótesis que llevan hasta límites insospechados nuestra identidad y acción

Ante esta nueva situación y paradigma, ¿qué podemos decir sobre la vida religiosa como profecía, sin pecar de ingenuos, de simplistas, sin arrogarnos medallas que no nos competen?

Nosotros, como creyentes y seguidores de Jesús, sabemos que existe una tensión permanente entre el Reino de Dios y el anti-reino, entre el Cordero y las Bestias. Y debemos definir muy bien en nuestra vida, de parte de quién estamos. La profecía apocalíptica se hace presente no solo en la Iglesia, también en otros movimientos llevados por el Espíritu.

 Por eso, mis reflexiones tratarán no de dar respuestas, sino de plantear cuestiones que deberemos ir reflexionando poco a poco entre todos.

¿Somos o seremos algún día profetas en la sociedad de la información y del conocimiento?

 


[1] “Miranda prorsus” fue la encíclica de Pío XII (8 de septiembre de 1957) sobre el cine, la radio y la televisión. El 4 de diciembre de 1963 fue promulgado el decreto del Concilio Vaticano II “Inter mirifica” sobre los medios de comunicación social. El 18 de mayo de 1971 con motivo de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, la Pontificia Comisión para los medios de comunicación social emanó la instrucción pastoral “Communio et progressio”, preparada por mandato especial del Concilio Ecuménico Vaticano II.  La instrucción profundiza mucho más en el tema de las comunicaciones sociales. Su planteamiento es más positivo y está abierto al futuro.

[2] “Lo que sí es cierto es que el progreso de la ciencia hace prever -dados los avances técnicos de los satélites artificiales- que las noticias llegarán dentro de poco y simultáneamente a todo el mundo, tanto visual como acústicamente. Además, estos programas podrán registrarse y reproducirse, cada vez que alguien lo desee, con fines culturales o recreativos. Todo ello puede ser ocasión de un diálogo más intenso entre los hombres. Dichas emisiones podrán, según el objeto y uso que se haga de ellas, contribuir a afianzar los vínculos de fraternidad humana, a desarrollar la civilización y a cimentar la paz” (CP, n. 181).

[3] Benedicto XVI, “Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad”. “Estos cambios resaltan más aún entre los jóvenes que han crecido en estrecho contacto con estas nuevas técnicas de comunicación y que, por tanto, se sienten a gusto en el mundo digital, que resulta sin embargo menos familiar a muchos de nosotros, adultos, que hemos debido empezar a entenderlo y apreciar las oportunidades que ofrece para la comunicación” .

[4] Cf. Marshall McLuhan publicó en 1962 su famoso libro “The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man”. Dos años después -en 1964-, su tercer libro ”Understanding Media: The extensions of man (La Comprensión de los medios como extensiones del hombre)”.

[5] Sólo una visión materialista puede llevar a esa identificación: es decir aquella visión que en la década de los cuarenta concebía la menta humana como una máquina capaz de adquirir y manipular información, de forma que el pensar quedaba reducido a esa información[5]. Conocer y pensar no es simplemente almacenar, tratar y comunicar datos. La información no es en sí conocimiento. El acceso a la información no garantiza desarrollar procesos de pensamiento alternativos, creativos. A pesar de que el conocimiento se basa en la información, ésta por sí sola no genera conocimiento. La cantidad de información no garantiza el mayor conocimiento.

[6] En el marco de los debates de la cumbre Adama Samassékou propuso hablar de “sociedad(es) de los saberes compartidos y del conocimiento”.

[7] Cf. Burch, Sally y otros, “Se cayó el sistema”: Enredos de la Sociedad de la Información, ALAI, Quito., 2004; Mattelart, Armand, Histoire de la societé de l’information, Editions La Découverte, 2001; Mattelart, Armand, “La Communication à l’assaut de la culture, L’empire des médias”, Manière de Voir, No. 63, Paris, Le Monde Diplomatique, mai-juin, 2002.

[8] Cf. CMSI, “Declaración de Principios: : Construir la sociedad de la Información: Ginebra, diciembre, www.itu.int/wsis/documents/doc_multi.asp?lang=en&id=1161|1160.

[9] “nos comprometemos a constituir sociedades de la información y la comunicación centradas en la persona, incluyentes y equitativas. Sociedades en las que todas y todos puedan crear, utilizar, compartir y diseminar libremente la información y el conocimiento, así como accede a éstos…. Construir sociedades de la información que atiendan a las necesidades humanas” Cf. http://alainet.org/active/show_text_en.php3?key=5145 Declaración de la Sociedad Civil, Ginebra, diciembre.

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