“Padre de la Iglesia” contemporánea y “pontífice” carismático: Carlo M. Martini

Fue progresivamente despidiéndose de nosotros. El proceso de la materia y la energía impuso en su cuerpo un ritmo inexorable. Mientras tanto su espíritu iba depurándose y expandiendo su sabiduría y santidad.

Soñábamos con un cambio de sede. Pero desde Milán, la sede ambrosiana, el Espíritu lo llevó a Jerusalén, donde quiso vivir escatológica y apocalípticamente la experiencia de un seguidor de Jesús, de un sucesor de los Apóstoles. Allí estuvo hasta que el Espíritu lo arrebató hasta la última sede, la sede del dolor último, el calvario fuera ya de los muros de Jerusalén. Desde allí, se nos fue un padre de la Iglesia contemporánea. Pero su espíritu, expandido por el planeta, sigue con nosotros.

Padre de la Iglesia que reparte el pan de la Palabra

Carlo María Martini nunca pretendió  ser alternativa de nadie. No necesitaba luchar para convencer. Era convincente porque obtenía de la Palabra de Dios aquello que a otros nos es negado: un comentario suyo al salmo 50 y una traducción fiel y actualizada del mismo se convertía en un escenario fascinante de revelación. Para mí ha sido, en no pocas ocasiones, la forma más sublime de reconocer mi rebeldía ante la impresionante manifestación del amor fiel de Dios y la recreadora presencia de su Espíritu.Carlo María Martini obtenía de la figura bíblica del David en todo su esplendor, las mejores lecciones para superar las tentaciones de la media edad, o del evangelio de Marcos un itinerario de vida espiritual siguiendo a Jesús, o explicaba de forma conmovedora el Magnificat de María en América Latina. Carlo Martini resaltaba con humor cómo el celo de los recién convertidos puede pecar de exceso y generar problemas innecesarios y lo aplicaba a aquel texto de los Hechos en el cual se dice que después de enviar a Pablo a su ciudad, “las iglesias gozaban de paz”.

Pero su exégesis no era acomodaticia, ni moralista; ni la sometía a una erudición filosófico-teológica que la ofuscara; simplemente la evocaba con belleza, cordialidad y fe, en las condiciones del tiempo presente. Y así… encendía los corazones de quienes le escuchaban o de quienes le leíamos. No le faltaba, sin embargo, la ciencia: guardó en su corazón un inmenso aparato crítico; conocía las lenguas bíblicas, había investigado en los códices más antiguos…. No le hacía falta presumir de nada. Habló con la sencillez de los profetas y apóstoles, pero sobre todo, con la sencillez y las palabras de Jesús. Hizo accesible aquello que tal vez sin pretenderlo, otros exégetas hacen tan complicado. Se sirvió de los avances de la ciencia exegética para presentar el Evangelio como Palabra de Dios contemporánea, sumamente actual, y clave para entender nuestro presente.

“Pontífice carismático”, creador de puentes

Como Padre de la Iglesia contemporánea el magisterio de Martini fue diocesano y también “pontificio”, pero entendiendo pontificio en el sentido más obvio: “creador de puentes”. Fue pontífice para los jóvenes y tanta gente que acudía a la lectio divina en la catedral de Milán. Fue pontífice al dialogar como un auténtico hermano mayor con hombres de ciencia, con filósofos de la posmodernidad. Fué pontífice al comprender, como nadie,  a quienes instancias eclesiales ponían en entredicho o condenaban, o al distanciarse de quienes instancias eclesiales proponían como movimientos que habría que seguir.

Su lema episcopal fue: “Pro veritate adversa diligere”. La pasión por la verdad lo llevó a acoger y amar lo adverso, lo diferente.  Esto lo entendió de una manera especial en la sede en la cual Jesús nos ofreció su cuerpo, su sangre, su vida, sus primeras apariciones y derramó su Espíritu, en Jerusalén. Su homilía durante la celebración de su  25 aniversario consagración episcopal fue especialmente elocuente al respecto. Carlo María Martini se refirió al mandato misionero de Jesús: “id y haced discípulos de entre todas las naciones… enseñándoles a hacer todo lo que yo os he mandado”. Martini no veía en esta palabras de Jesús un mandato de proselitismo, ni siquiera de presuntuosa superioridad sobre los demás. Él se preguntaba: ¿qué es lo que Jesús nos ha mandado enseñar? Y se respondía: ¡las bienaventuranzas”, o aquello de “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me dísteis de beber” (Mt 25). Dejémosle decírnoslo con sus mismas palabras:

La enseñanza de Jesús está condensada en el mensaje de las bienaventuranzas y en Mt 25. Carlo M. Martini hace una preciosa síntesis del mensaje de Jesús en los siguientes términos:

“Sabemos muy bien qué es aquello que Jesús nos ha mandado: el discurso de la montaña y Mt 25 ” lo que hicisteis a uno de estos mis pequeños hermanos a mi me lo hicisteis”. Aquello que hemos de enseñar a observar es muy importante hoy. … Tenemos todos una gran necesidad de aprender a vivir juntos como diversos, respetándonos, no destruyéndonos mutuamente, no formando ghettos, no despreciándonos. No basta hoy la tolerancia. Tolerarnos es todavía  muy poco. Yo diría incluso que no deberíamos intentar la inmediata conversión del otro. La misma palabra “conversión” suscita y levanta -en determinados contextos y pueblos- unas murallas que no se pueden saltar. Más bien, deberíamos ser unos para otros como el fermento, de modo que cada uno sea llevado a conseguir más profundamente la propia autenticidad, la propia verdad ante el misterio de Dios. Para ello nada mejor que las palabras de Jesús en el discurso de la montaña: palabras que nadie puede rechazar porque os hablan de alegría, de bienaventuranza, nos hablan de perdón, nos hablan de lealtad, nos hablan de rechazo de la ambición, nos hablan de moderación en el deseo de ganar, nos hablan de coherencia en nuestro modo de actuar (“que vuestro hablar sea sí, sí; no, no), nos hablan de sinceridad. Estas palabras, dichas con la fuerza de Jesús, tocan todo corazón, toda religión, toda creencia. Nadie puede decir “estas palabras no son para mi: la sinceridad no es para mí, la lealta no es para mí, luchar contra la idolatría de los bienes de este mundo no es para mí. El discuso de Jesús es un discurso para todos, que nos invita a entrar en la autenticidad profunda, es un discurso que nos permitirá vivir juntos encuanto diversos, respetándonos, no formando ghetos, no destruyéndonos…. Todos los seres humanos podemos reconocernos en estos valores, nos sentiremos prójimos, cercanos, más compañeeros y compañeras de camino, sentiremos que tenemos muchas cosas en común, realidades profundas y verdaderas que tal vez o habríamos sabido encontrar sin las palabras de Jesús. Entonces, más allá de las diferencias étnicas, sociales, e incluso religiosas y confesionales, la humanidad encontrará una capacidad suya de vivir juntos, de crecer en la paz, de vencer la violencia y el terrorismo, de superar las diferencias recíprocas.  Se manifestará en todo el mensaje de la gracia de Dios, que le fue concedido a Pablo de llevar a sus comunidades, de cuya gracia yo también he sido hecho partícipe hace 25 años. Y asi estará más cerca la vuelta del Señor, el descenso de la Jerusalén celeste, será posible gritar: Bendito nuestro Dios, él es quien viene, es El quien salva.

Estas palabras son una auténtica “herencia no violenta”, un testamento de hospitalidad mutua, son palabras de “nueva evangelización”. Son el nuevo estilo que a todos nos hará comprender aquel mensaje que desde Jerusalén se desprende como un aroma en un mundo violento y en sistemas religiosos que a veces caen en la tentación de la violencia.

Quiero Dios nuestro Abbá que el día de la muerte de nuestro hermano Carlo María Martini sea reconocido por la Iglesia como “dies natalis”, el día en que nació para toda la Iglesia el gran pontífice carismático de nuestro tiempo, el Padre de la Iglesia contemporánea que nos hizo comprender que la Palabra de Dios hoy ha de convertirse en el magisterio de todo magisterio.

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2 respuestas a “Padre de la Iglesia” contemporánea y “pontífice” carismático: Carlo M. Martini

  1. LUIS EDUARDO DIAZ dijo:

    Sin lugar a dudas Martini, al degustar sus palabras, pues no conozco más que las del apartado que aquí encuentro, ha sido un santo y un sabio. Ahora voy a seguir consultado sobre sus escritos y reflexiones. Creo que eso es iluminador y sanador. Gracias a Dios por este hombre santo y por ustedes de publicar algo de su obra que debe ser monumetal. Santos y doctores tiene la Iglesia.

  2. Guadalupe dijo:

    Un immense bravo à l’administrateur du blog

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