¡Ruah!

Este era el nombre con que Jesús se refería al Espíritu. Este nombre femenino le servía para denominar “de su alma en el más profundo centro”, esa llama viva, inacabable, ese hontanar de agua pura, que lo habitaba. Jesús vivía desde el Espíritu: su origen se debe al Espíritu, y muere cuando “entrega el Espíritu”. Era movido permanentemente por el Espíritu, la santa Ruah.

Yo me pregunto, porqué no siento más la presencia de la Santa Ruah. Ha sido derramada -desde después de la Resurrección de Jesús, desde el día de Pentecostés- sobre “toda carne”. El Espíritu está en misión día y noche, siglo tras siglo. Y nos habita, nos invade, se hace presente de mil formas en este mundo, aunque no lo percibamos. Tal vez sea necesario, como decía Pablo en 1 Cor, utilizar una diferente perspectiva de visión y de sensibilidad. Los seres humanos “que viven en el Espíritu” han de notarlo, de percibirlo.

Leyendo una declaración conjunta de Anglicanos y Católicos sobre María (ARCIC 2005) me impresionó una idea -que quizá parezca obvia a no pocos-. La idea es que el Amén de María, su “Fiat”, es un Amén al “Sí” de Dios a la humanidad. Dios es para nosotros “SÍ” y un “sí” sin arrepentimiento, sin vuelta atrás. Nuestro Abbá es alianza fiel, permanente, definitiva. Su oferta de Alianza de amor siempre está sobre la mesa. María dice Amén a esa oferta. La humanidad, cada uno de nosotros, está llamado a decir Amén, como María. Pues bien, la Santa Ruah es la memoria permanente de ese “Sí” del Abbá y de Jesús a la humanidad. No estamos dejados del Amor, ni de la Misericordia de nuestro Dios. Donde menos nos pensamos, alli surgen las señales de un gran y apasionado amor por la humanidad.

¡Ruah! ¡Santa Ruah! No eres solo Promesa, eres Realidad. Eres el Sí de nuestro Abbá y de nuestro Señor y Hermano Jesús. Ya, nada malo ocurre definitivamente. Todo es pasajero. Lo que acontece con todo el futuro por delante es la Gracia, el Amor, la Alianza.

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Una respuesta en “¡Ruah!

  1. fernando p. dijo:

    No puede ser tan desconocido el Espíritu cuando Él es Dios-en-nosotros. Su presencia es más cercana de lo que nos parece. Pablo, en su carta a los Gálatas (5,22) nos recuerda algo que nos dijo Jesús: “Al árbol bueno se le reconoce por sus frutos”. Y los frutos del Espíritu son Amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,mansedumbre y dominio de sí… Allí donde hay algo de eso… ahí está el Etu. Y yo lo reconozco en todas las personas. No conozco a ninguna que no tenga buenas dosis de casi todo eso. Buen día, hermano pepe.

Responder a fernando p.

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