CORPUS CHRISTI: ¿Qué estamos haciendo de la Eucaristía?

Dividiré la homilía en tres partes:

La Eucaristía prefigurada
La Eucaristía des-figurada
Cuando la Eucaristía es celebrada

La Eucaristía pre-figurada

En la primera lectura del Génesis nos ha sido presentada la extraña figura de un rey de Salén -rey de paz-, llamado Melquisedec. Era el sacerdote del Dios de cielo y tierra: bendecía y su oblación era “pan y del vino”. Abraham lo reconoció como sacerdote, se inclinó ante él y le ofreció el diezmo de todas sus posesiones.

El salmo 109 y la carta a los Hebreos rescataron la figura de Melquisedec como el Mesías-Sacerdote, el antecesor de Jesús, mesías y rey de paz, el que ofreció Pan y Vino en la última Cena, y antes en Caná -multiplicó el vino-, y después en el desierto -multiplicó los panes-.

¡El sacerdocio del pan y del vino es la clave para captar el misterio de la fiesta del Corpus Christi! El gran y único sacerdote de cada Eucaristía es Jesús, nuestro Mesías, nuestro rey de Paz. Él preside su Cena, como nos dice san Pablo en 1 Corintios: la “Cena del Señor”… no del papa, ni del obispo, ni de tal presbítero. ¡No desviemos la atención, ni releguemos a Jesús a un segundo puesto!

La Eucaristía des-figurada

La Eucaristía -instituida por Jesús- cae en una grave deformación: cuando se convierte en escenario de protagonismos humanos (tanto de celebrantes como de fieles). La Eucaristía es un “encuentro estremecido con el Dios que nos visita”. La Eucaristía no es teatro, ni lugar para discursos teóricos. Es un espacio para el encuentro con Dios Trinidad y para la adoración. Es un encuentro transformador con el Resucitado. El clericalismo secuestra el misterio. El protagonismo laical lo trivializa. La Eucaristía debe ser el espacio en el que Dios irrumpe y no ritual humano que nos complace. El papa Francisco decía que “los excesos litúrgicos nacen de un exagerado personalismo”.

La Eucaristía está siendo hoy tema de debate no por cuestiones teológicas, como a finales del siglo pasado, sino por el “modo” de celebrarla y de vivirla. Es necesario que hoy volvamos a la Eucaristía “auténtica”, a la Eucaristía de la Pascua y no a modos perecederos, que más tienen que ver con el imperio, el poder institucional, con la escenografía televisiva, que con Jesús de Nazaeet, pobre entre los pobres, marginado entre los marginados, Señor tras la muerte y la resurrección

Cuando la Eucaristía es celebrada…

Cuando celebramos la Eucaristía “del Señor” todo se vuelve transparente a su presencia, en la asamblea no hay primeros ni segundos puestos, rangos ni escalas, hombres y mujeres: el Señor nos ilumina a todos, está con todos nosotros: “con vosotros… con tu espíritu”; entonces la Palabra de Dios ofusca las palabras de los hombres. El Señor aparece en la Palabra.

Cuando celebramos la Eucaristía “del Cuerpo y Sangre” del Señor…: entonces dejan de tener importancia otros cuerpos, las idas y venidas de los celebrantes, los lugares que ocupan, cómo se visten, qué gestos hacen, cómo canta el coro, qué instrumento es tocado, quiénes llevan las ofrendas o hacen las lecturas; entonces sólo el Cuerpo del Señor y su Sangre merecen nuestra adoración, nuestra contemplación, nuestro más profundo amor y respeto. Entonces se descubre de forma nueva que “todos” sin excepción y en comunión somos el Cuerpo de Cristo. Sólo la totalidad es sagrada.

Cuando celebramos la Eucaristía…, “Dios está aquí… el Amor de los amores”: su presencia real lo ilumina todo. La misión se enciende. La comunión se hace fuerte. Comenzamos todos a tener un solo corazón, una sola alma, todo en común. Comulgar a Jesús se convierte en un regalo inmerecido, en una comunión con el Todo. Se comulga la Palabra, el Cuerpo y la Sangre: trinidad del don capaz de hacernos entrar en el más bello de los Misterios. ¿Qué estamos haciendo de nuestra celebración eucarística? Éste es un gran día para pensarlo y discernirlo, y para cambiar.

“La Eucaristía es un Pentecostés perpetuo.
Cada vez que celebramos la Misa, recibimos el Espíritu Santo
que nos une más íntimamente con Cristo y nos transforma en Él”
(Papa Benedicto XVI)

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

[Estrofa 1]
En la sombra del tiempo, Melquisedec ofrecía,
pan y vino al Altísimo, rey de paz.
Preludio sagrado de la Alianza prometida,
eco antiguo que en Jesús se cumplirá.
Sacerdote eterno, Mesías esperado,
en la mesa del pobre Su Reino nos da.

[Estrofa 2]
Mas, ¡ay!, si la mesa se llena de orgullo,
si el rito se cubre de humana vanidad.
El Misterio se esconde, la gracia se apaga,
y el pan compartido se vuelve disfraz.
No es teatro ni gloria, ni poder ni discurso:
es Dios que se entrega en humilde verdad.

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

[Estrofa 3]
Cuando juntos nos hallamos, sin rangos ni honores,
y solo el Señor es el centro y la paz.
La Palabra resuena, la Presencia ilumina,
y todos, en Cristo, formamos unidad.
El Cuerpo y la Sangre nos hacen hermanos,
y el Amor de los Amores nos viene a abrazar.

[Estrofa 4]
Hoy, día de Corpus, volvamos al origen,
a la Cena sencilla, al gesto esencial.
Que la Misión despierte, que la Comunión nos una,
que la Eucaristía nos enseñe a amar.
Comulgar es don puro, es entrar en el Misterio,
es ser uno en el Todo, en la Vida inmortal.

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

Impactos: 47

Esta entrada fue publicada en General. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *