¡EL ÚLTIMO PUESTO! Domingo 25 del ciclo B

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La verdadera sabiduría
  • Hacerse el último y el servidor de todos
  • Acoger a los pequeños.

La verdadera sabiduría

El Libro de la Sabiduría -primera lectura- nos pide que nunca pongamos a prueba con ultrajes y tormentos a una persona buena y justa. Ejercer la fuerza y el poder sobre los demás nunca es de sabios.

La carta de Santiago -segunda lectura- nos habla de una sabiduría -todavía superior- que viene de lo alto: ella es “pura, pacífica, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera”. Esta sabiduría nos viene de Dios y nos vuelve serviciales y humildes.

Hacerse el último y el servidor de todos

El evangelio de Marcos nos presenta a Jesús enseñando a sus discípulos sobre su inminente pasión, muerte y resurrección. Y ellos en lugar de atender a lo que Jesús les dice, se ponen a discutir sobre otra cuestión: ¿quién es el más importante de nosotros? Es normal que también nosotros nos hagamos una pregunta semejante.

Jesús aprovechó esa oportunidad para transmitirnos una lección única e inesperada: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.  ¿Nos imaginamos en el último lugar y al servicio de todos?

Acoger a los pequeños

Para ilustrar su enseñanza, Jesús tomó a un niño y lo pone en medio de ellos: en aquella cultura, los niños no tenían estatus social ni derechos. Jesús entonces abrazó al niño y dijo unas palabras misteriosas: “El que reciba en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí”. Fijémonos qué significado tan terrible tienen estas palabras cuando un niño es intencionalmente eliminado en el seno de su madre, o en el caso de los niños sin-hogar que se ven obligados a emigrar… Jesús nos invita a acoger y servir a los más vulnerables y marginados de la sociedad. Cuando lo hacemos, lo acogemos a Él.

Conclusión

Estos tres textos (libro de la Sabiduría, carta de Santiago y evangelio de Marcos) nos invitan a examinarnos y preguntarnos: ¿Busco la grandeza a través del poder y la ambición? O ¿me contento con el servicio humilde y la acogida de los más pequeños? Es sabio y grande quien se dedica al servicio desinteresado y humilde. Y nuestro modelo es Jesús mismo que dijo: “No vine a ser servido sino a servir y dar mi vida en rescate por todos”. “Si no os hacéis como niños…”

Oración conclusiva

Jesús, que, en medio de tu comunidad, yo sea como ese niño sin pretensiones en quien tú te ves reflejado. Jesús, que en mi vida no pretenda grandezas que superan mi capacidad. Que no desee honores, privilegios, escalar hacia donde otros no lleguen. Hazme simplemente hermano de todos, servidor de mis hermanas y hermanos. Y que todos juntos formemos la iglesia de los humildes, de los menores, de quienes siempre buscan “los últimos puestos”.

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¡NO TIRAR LA TOALLA! Domingo 24 del tiempo ordinario, ciclo B

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • En ciertos temas ¡no se negocia!
  • … cuando tiramos la toalla
  • Lo innegociable
  • La fidelidad.

En ciertos temas ¡no se negocia!

En el evangelio apenas proclamado, Simón Pedro, intenta “disuadir” a Jesús para que evite su condena a muerte. Jesús le responde de una manera horrible, como si viera en Simón Pedro al mismo Satanás. Y, dirigiéndose a los demás discípulos les dice:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Cuando alguien se desdice de su proyecto decimos que tiró la toalla. Pues… ¡Jesús no, aunque Simón Pedro lo pretendía.

Cuando nosotros ¡sí! ¡Tiramos la toalla!

Es cierto que nosotros sí: en más de una ocasión hemos tirado la toalla. Esto nos pasa cuando:

  • rompemos una relación -personal o comunitaria, a la que nos habíamos solemnemente comprometido, o abandonamos un trabajo cuando requiere de nosotros perseverancia y sacrificio…
  • nos sentimos “acomplejados” por pertenecer a una comunidad cristiana que defiende valores que no resultan obvios en la sociedad en la que vivimos.

Jesús hoy, en su Evangelio nos pide ¡no desistir en nuestros buenos proyectos!

¡Lo innegociable!

Y ahora nos preguntamos: ¿qué es innegociable en mi vida?

  • La lectura del profeta Isaías nos habla del Siervo de Yahweh y todo lo que para él era absolutamente innegociable: no se tapa el rostro ante ultrajes ni salivazos
  • Jesús hizo también lo mismo en su pasión; ninguna autoridad religiosa o imperial fue capaz de taparle la boca aunque lo condenara a muerte. No quiere negociar su vida a costa de rebajar su mensaje.
  • También Santiago nos dice en la segunda lectura que no basta proclamar la fe, es necesario traducirla en obras de hospitalidad, de acogida y ayuda al hermano.

La fidelidad

Fidelidad no es obstinada fijación en la propia forma de pensar y en las propias convicciones. Hay que ser fieles, ante, a Dios que ha establecido con nosotros una Alianza par siempre. Así lo expresa hoy el profeta Isaías:

“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos”.

Sólo nuestro Dios impide que tiremos la toalla. Cuando uno pone en sus manos los mandos de la nave de la propia vida, entonces Dios mismo hace posible la coherencia vital, pone en nosotros sus convicciones más íntimas y hace posible en nuestra debilidad su fortaleza.

Así fue Jesús. En su oración de Getsemaní encontró la fuerza necesaria para no echarse atrás. Al fin pudo exclamar: ¡Abbá, misión cumplida!

Oración

Abbá, conoces nuestra debilidad. Sabes cuántas veces sentimos la tentación de echarnos para atrás: de defendernos en lugar de defenderte; de seguir nuestras convicciones en lugar de las tuyas. Sé fuerza en nuestra debilidad. Permítenos seguir a Jesús, sin abandonarlo en ningún momento. Y que seamos conscientes de que en esta lucha, la victoria pertenece a nuestro Dios.

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