CORPUS CHRISTI: ¿Qué estamos haciendo de la Eucaristía?

Dividiré la homilía en tres partes:

La Eucaristía prefigurada
La Eucaristía des-figurada
Cuando la Eucaristía es celebrada

La Eucaristía pre-figurada

En la primera lectura del Génesis nos ha sido presentada la extraña figura de un rey de Salén -rey de paz-, llamado Melquisedec. Era el sacerdote del Dios de cielo y tierra: bendecía y su oblación era “pan y del vino”. Abraham lo reconoció como sacerdote, se inclinó ante él y le ofreció el diezmo de todas sus posesiones.

El salmo 109 y la carta a los Hebreos rescataron la figura de Melquisedec como el Mesías-Sacerdote, el antecesor de Jesús, mesías y rey de paz, el que ofreció Pan y Vino en la última Cena, y antes en Caná -multiplicó el vino-, y después en el desierto -multiplicó los panes-.

¡El sacerdocio del pan y del vino es la clave para captar el misterio de la fiesta del Corpus Christi! El gran y único sacerdote de cada Eucaristía es Jesús, nuestro Mesías, nuestro rey de Paz. Él preside su Cena, como nos dice san Pablo en 1 Corintios: la “Cena del Señor”… no del papa, ni del obispo, ni de tal presbítero. ¡No desviemos la atención, ni releguemos a Jesús a un segundo puesto!

La Eucaristía des-figurada

La Eucaristía -instituida por Jesús- cae en una grave deformación: cuando se convierte en escenario de protagonismos humanos (tanto de celebrantes como de fieles). La Eucaristía es un “encuentro estremecido con el Dios que nos visita”. La Eucaristía no es teatro, ni lugar para discursos teóricos. Es un espacio para el encuentro con Dios Trinidad y para la adoración. Es un encuentro transformador con el Resucitado. El clericalismo secuestra el misterio. El protagonismo laical lo trivializa. La Eucaristía debe ser el espacio en el que Dios irrumpe y no ritual humano que nos complace. El papa Francisco decía que “los excesos litúrgicos nacen de un exagerado personalismo”.

La Eucaristía está siendo hoy tema de debate no por cuestiones teológicas, como a finales del siglo pasado, sino por el “modo” de celebrarla y de vivirla. Es necesario que hoy volvamos a la Eucaristía “auténtica”, a la Eucaristía de la Pascua y no a modos perecederos, que más tienen que ver con el imperio, el poder institucional, con la escenografía televisiva, que con Jesús de Nazaeet, pobre entre los pobres, marginado entre los marginados, Señor tras la muerte y la resurrección

Cuando la Eucaristía es celebrada…

Cuando celebramos la Eucaristía “del Señor” todo se vuelve transparente a su presencia, en la asamblea no hay primeros ni segundos puestos, rangos ni escalas, hombres y mujeres: el Señor nos ilumina a todos, está con todos nosotros: “con vosotros… con tu espíritu”; entonces la Palabra de Dios ofusca las palabras de los hombres. El Señor aparece en la Palabra.

Cuando celebramos la Eucaristía “del Cuerpo y Sangre” del Señor…: entonces dejan de tener importancia otros cuerpos, las idas y venidas de los celebrantes, los lugares que ocupan, cómo se visten, qué gestos hacen, cómo canta el coro, qué instrumento es tocado, quiénes llevan las ofrendas o hacen las lecturas; entonces sólo el Cuerpo del Señor y su Sangre merecen nuestra adoración, nuestra contemplación, nuestro más profundo amor y respeto. Entonces se descubre de forma nueva que “todos” sin excepción y en comunión somos el Cuerpo de Cristo. Sólo la totalidad es sagrada.

Cuando celebramos la Eucaristía…, “Dios está aquí… el Amor de los amores”: su presencia real lo ilumina todo. La misión se enciende. La comunión se hace fuerte. Comenzamos todos a tener un solo corazón, una sola alma, todo en común. Comulgar a Jesús se convierte en un regalo inmerecido, en una comunión con el Todo. Se comulga la Palabra, el Cuerpo y la Sangre: trinidad del don capaz de hacernos entrar en el más bello de los Misterios. ¿Qué estamos haciendo de nuestra celebración eucarística? Éste es un gran día para pensarlo y discernirlo, y para cambiar.

“La Eucaristía es un Pentecostés perpetuo.
Cada vez que celebramos la Misa, recibimos el Espíritu Santo
que nos une más íntimamente con Cristo y nos transforma en Él”
(Papa Benedicto XVI)

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

[Estrofa 1]
En la sombra del tiempo, Melquisedec ofrecía,
pan y vino al Altísimo, rey de paz.
Preludio sagrado de la Alianza prometida,
eco antiguo que en Jesús se cumplirá.
Sacerdote eterno, Mesías esperado,
en la mesa del pobre Su Reino nos da.

[Estrofa 2]
Mas, ¡ay!, si la mesa se llena de orgullo,
si el rito se cubre de humana vanidad.
El Misterio se esconde, la gracia se apaga,
y el pan compartido se vuelve disfraz.
No es teatro ni gloria, ni poder ni discurso:
es Dios que se entrega en humilde verdad.

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

[Estrofa 3]
Cuando juntos nos hallamos, sin rangos ni honores,
y solo el Señor es el centro y la paz.
La Palabra resuena, la Presencia ilumina,
y todos, en Cristo, formamos unidad.
El Cuerpo y la Sangre nos hacen hermanos,
y el Amor de los Amores nos viene a abrazar.

[Estrofa 4]
Hoy, día de Corpus, volvamos al origen,
a la Cena sencilla, al gesto esencial.
Que la Misión despierte, que la Comunión nos una,
que la Eucaristía nos enseñe a amar.
Comulgar es don puro, es entrar en el Misterio,
es ser uno en el Todo, en la Vida inmortal.

[Estribillo]
Oh, Misterio de amor, presencia viva,
en pan y vino, Cristo nos convoca.
Que la Eucaristía, pura y sencilla,
sea el centro y la luz de nuestra hora.

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LA SANTÍSIMA TRINIDAD: ¡LOS TRES! Domingo, ciclo C

Dividiré esta homilía en cuatro partes y una plegaria final:

  • Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría
  • Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza
  • El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión
  • Un misterio que interpela y transforma

Dios como Abbá, el Padre: origen y sabiduría

La primera lectura de Proverbios 8 nos presenta la Sabiduría como compañera de Dios desde el principio, “antes de que existiera la tierra”, “cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo”. Esta imagen nos habla de un Dios creador, que no actúa solo, sino en comunión, y cuya sabiduría se deleita en la humanidad.

Dios-Padre es fuente de vida, arquitecto del universo, pero también goza y se alegra con sus criaturas. Así, nuestro Abbá no es un ser distante, sino el origen amoroso y sabio que acompaña y sostiene la creación.

Jesús, el Hijo hecho hombre: mediador de la gracia y la esperanza

La carta a los Romanos nos recuerda que, por medio de Jesucristo, “tenemos paz con Dios” y acceso a la gracia, incluso en medio de las dificultades. Jesús es el rostro humano de Dios, el mediador que nos justifica y nos reconcilia. En Él, Dios se hace cercano y solidario, compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos. Su presencia nos permite mantener la esperanza, porque “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Jesús no solo revela a Dios, sino que nos introduce en una relación viva y dinámica con Él.

El Espíritu, guía hacia la verdad y la comunión

En el Evangelio de Juan, Jesús promete el Espíritu de la verdad, que “nos guiará a toda la verdad” y comunicará lo que recibe del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo es la presencia misteriosa de Dios que nos habita, nos impulsa y nos revela el sentido profundo de la vida. No actúa por cuenta propia, sino que nos introduce en la comunión trinitaria, haciéndonos partícipes de la vida y el amor de Dios. El Espíritu es fuerza en la debilidad, luz en la búsqueda, y vínculo invisible que nos une a Dios y a los demás.

Un misterio que interpela y transforma

La Trinidad no es un enigma para resolver, sino un misterio para vivir. Nos invita a preguntarnos: ¿cómo experimento yo a Dios? ¿Como Padre que cuida, como Hijo que acompaña, como Espíritu que anima? La respuesta es siempre personal, pero la fe cristiana nos recuerda que Dios es relación, comunión y amor.

La invitación es a dejarnos envolver por este misterio, a dialogar con Dios en la vida cotidiana, a reconocer su presencia en lo ordinario y en lo extraordinario. Así, la pregunta permanece abierta, llena de posibilidades: ¿quién es Dios para mí, hoy?

Poema a la santa Trinidad

Misterio al alba, sabiduría que danza

antes del tiempo y la tierra.

Padre, origen y deleite,

trazas sendas en el abismo y te gozas en la vida.

Hijo, paz derramada, rostro humano del Dios invisible,

camino abierto en la esperanza,

manantial de gracia en la hondura de la prueba.

Espíritu, aliento secreto,

voz que guía hacia la verdad, fuerza que anima y consuela,

luz silenciosa en el corazón, presencia que une y transforma.

¿Quién eres, Dios, para mí?

Eres pregunta y respuesta, abrazo trinitario en mi historia

misterio que me envuelve y me invita, cada día,

a vivir en tu comunión.

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Los siete dones del Espíritu… siete luceros

[Coro]
Siete luceros brillan en mi alma,
sabiduría y entendimiento nunca se apagan.
Fortaleza consejo, ciencia, temor…
y piedad que en el corazón se queda.
[Estrofa 1]
En la senda del saber, la sabiduría guía,
como un faro en la noche, su luz nos envuelve.
Entendimiento profundo, cual río que fluye,
abre los ojos al mundo, su esencia nos muerde.
[Estrofa 2]
Ciencia que revela los secretos divinos,
en cada hoja y estrella, su voz resplandece.
Fortaleza valiente, en la lucha persistimos,
con fe inquebrantable, el miedo se desvanece.
[Estrofa 3]
Consejo que susurra en momentos de duda,
piedad que abraza con ternura infinita.
Temor de Dios, reverente y profundo,
dignifican el ser en esta vida bendita.
[Repetición del Coro]
Oh,
Siete luceros brillan en mi alma,
sabiduría y entendimiento nunca se apagan.
Fortaleza consejo, ciencia, temor…
y piedad que en el corazón se queda.

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PENTECOSTÉS: EL ESPÍRITU DE LA RECONCILIACIÓN APARENTEMENTE IMPOSIBLE, Domingo, ciclo C

Nos resulta difícil armonizar la diversidad y la unidad. Nos encanta la biodiversidad en la naturaleza. No tanto, la humano-diversidad cuando ella nos resulta incomprensible, o nos enfrenta a unos con otros. Pentecostés nos habla del Espíritu de la diversidad y la unidad, de la que parece “reconciliación imposible”

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Muchos carismas… un solo Espíritu
  • El Espíritu de la diversidad y la unidad
  • El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Muchos carismas… un solo Espíritu

Sin embargo, el Espíritu de Dios actúa como el gran diseminador y unificador. De Él brotan la variedad y la diferencia, pero también la fuerza que nos une y nos lleva a la comunión. San Pablo nos recuerda que hay muchos carismas, servicios y dones, pero un solo Espíritu que los anima a todos. El Espíritu no busca una uniformidad que aplaste la riqueza de lo diverso, sino que crea armonía, haciendo posible la unidad en la diferencia.

En Pentecostés, los apóstoles, siendo tan distintos entre sí, recibieron el Espíritu y formaron un solo pueblo, capaz de entenderse más allá de lenguas y culturas. Así, la Iglesia nace como una comunidad variada y universal, llamada a vivir la comunión y la inclusión, superando las divisiones y aprendiendo a escucharse y complementarse.

El Espíritu Santo nos invita hoy a crecer en esta profunda comunión, a acoger la diversidad como riqueza y a buscar juntos la armonía y la paz.

El Espíritu de la diversidad y la unidad

Vemos que la historia y el universo están rotos, fragmentados. Hay divisiones religiosas (diversas religiones, diversas confesiones cristianas, diversas y opuestas tendencias en la misma confesión…), divisiones políticas (causas de guerras frías y calientes), divisiones que nos hacen vivir la relación con la naturaleza de forma tensa, problemática, dramática (tifones, terremotos, desgracias ecológicas)..

Hay divisiones que proceden del diablo (dia-bolon), de ese poder misterioso que nos divide y enfrenta. Pero lo diabólico también crea unidades de maldad, redes perversas que intentan destruir la legítima y sana diversidad.

El Espíritu de Dios es el Espíritu de la variedad, la diferencia, la pluralidad. Pero también el Espíritu de la unidad. Pablo nos dice hoy que son muchos los carismas, muchos los servicios, muchas las energías de las que disponemos. Pero ¡uno solo es el Espíritu!

El deseo del Reino … dejarse llevar por el Espíritu

Jesús nos invita a la paciencia, recordándonos que solo Dios puede transformar el mundo según su Reino. La verdadera inspiración y libertad nacen de la espera humilde y confiada, sostenida por el Espíritu, quien nos abre a la tolerancia y nos conforta en el camino. Frente a la impaciencia de los tiranos, el Espíritu nos enseña a esperar y a colaborar con su presencia sorprendente, dándonos esperanza y vida nueva.

Conclusión

Pentecostés es la fiesta de la Belleza, como decía san Agustín: unidad en la variedad. El Espíritu, fuente de armonía y creatividad, embellece el mundo al recomponer el proyecto original de Dios, donde la diversidad se convierte en riqueza. Esta belleza, que vence la hostilidad y la violencia, es la manifestación activa del Amor y la libertad de los hijos de Dios, llamados a la glorificación y al gozo de la creación reconciliada.

PADRE NUESTRO – VERSIÓN EN ARAMEO
“El Espíritu clama en nuestro interior: ABBÁ, PADRE (Rom8,15) . Según la reconstrucción del gran exégeta Joachim Jeremias en su libro “Las oraciones de Jesús”

‘Abbá …. Abbá yit qaddásh semáj teté maljhutáj
laj lmán delimjjar hab lán yoma dén ushe boq lán}lobaín
kedish baqnán le :layyabaín
wela’ ta ‘elinnán le nysyón.
A – – MEN
‘Abbá …. Abbá yit qaddásh semáj teté maljhutáj
laj lmán delimjjar hab lán yoma dén ushe boq lán}obaín
kedish baqnán le :layyabaín
wela’ ta ‘elinnán le nysyón.
A – – MEN

‘Abbá …. Abbá yit qaddásh semáj teté maljhutáj
laj lmán delimjjar hab lán yoma dén ushe boq lán}lobaín
kedish baqnán le :layyabaín
wela’ ta ‘elinnán le nysyón.
A – – MEN

(15 de mayo de 2025, 19:23)

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LA NOSTALGIA DEL PARAÍSO-CIELO -ASCENSIÓN DEL SEÑOR, Domingo VII, ciclo C

Hoy celebramos la ascensión de Jesús al Paraíso y nos abrió sus puertas.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El cielo indefinible y misterioso
  • Unir el cielo con la tierra
  • Ascendió al cielo

El cielo indefinible y misterioso

Cuando los seres humanos soñamos nos surge el sueño y el ansia de “un paraíso”. El Jesús que le prometió al ladrón “hoy estarás conmigo en el paraíso” habló muchas veces del cielo. El cielo es el trono de Dios o la sede de su dominio y su reinado (Mt 5,34; 23,22). Incluso nos dijo que Él mismo había bajado del cielo: “Yo soy el pan que han bajado del cielo”. Del cielo bajó el Espíritu Santo, que se posó  sobre Jesús -en forma de paloma- y sobre los discípulos el día de Pentecostés forma de fuego y viento impetuoso. Del cielo bajan los ángeles que anuncian y que consuelan, las voces de Dios que manifiestan el sentido de lo que acontece. El cielo es el punto de referencia cuando Jesús o sus discípulos oran: “levantan los ojos hacia el cielo”.

Unir cielo y tierra

El gran sueño de Jesús consistía en unir cielo y tierra, en interrelacionarlos, de modo que todo el cielo se hiciera presente en la tierra: “así en la tierra como en el cielo”.

¿Cómo es el cielo, cómo es el paraíso? San Pablo nos advierte que “ni el oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón humano puede imaginar, lo que Dios tiene reservado a los que ama” (1Cor 2,9). Cualquier ejercicio de imaginación podría convertirse incluso en una tortura, por nuestra incapacidad de imaginar lo que excede nuestras categorías de tiempo y espacio. Por eso, ¡no imaginemos lo inimaginable!, pero dejémonos caer rendidos y confiados en manos de nuestro Dios. En Él está nuestro misterioso futuro. Él nos asegura que algo hay en nosotros que nunca morirá y que tiene vida eterna.

Ascendió al cielo

Jesús ascendió al cielo: “Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros”, proclama hoy la segunda lectura. Jesús se ha entregado totalmente y “ha destruido el pecado con el sacrificio de sí mismo”. Jesús ha inaugurado el camino que nos lleva al cielo. Por eso siguiéndolo a Él tenemos entrada libre al cielo.

Jesús no nos abandona ni nos deja huérfanos. Desde allí nuestro buen Pastor cuida de nosotros, intercede por nosotros, nos prepara la morada. Desde el cielo, viene en cada Eucaristía, en la Palabra, en la Iglesia-su-Cuerpo, en los hermanos que se aman, en los más necesitados que requieren nuestra ayuda.

¡Qué cerca tenemos el cielo! El cielo está de nuestra parte. En él tenemos nuestra morada, nuestro estado definitivo, nuestro destino irrevocable.

Conclusión

Aunque estemos enfermos, no estamos desahuciados. Aunque suframos, no es el sufrimiento nuestro último destino. Aunque experimentemos aquí un infierno, ese infierno es sólo antesala del cielo, si volvemos a Jesús y en Él ponemos toda nuestra esperanza.

LETRA

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  


[Estrofa 1]

Del cielo bajas, ¡ciudad sagrada!

como esposa para su amado engalanada.
Entre nosotros Dios hace su morada,

nos transfigura una vida renovada.



[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 2]

Morimos para ser al fin transformados

renacemos como imagen de Dios

con el Espíritu de Dios iluminados
en un éxtasis inmenso, fascinados  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

[Estrofa 3]

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?

su aguijón se desvanece en lo etéreo,

Tu Gracia, oh Abbá, nos resucita

y tu Espíritu a vida nueva nos invita.  

[Coro]
“Nueva Jerusalén, ciudad del cielo, desciende ya a nuestro suelo,

y disipa nuestra muerte y dolor,

Maranatha, ¡ven Señor!  

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DIGNO DE AMOR Y MÁS ACTUAL QUE LA IGLESIA – Domingo VI de Pascua, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¿Amar a Jesús?
  • El acceso emocional a Él
  • Razón de amor

¿Amar a Jesús?

“A quien me ame, mi Padre lo amará”. Jesús nos dijo que tenemos asegurado el amor de Dios Padre si le amamos.  Pero ¿no es verdad que de Jesús nos distancia dos mil años? ¿Será posible amarlo? En su tiempo muchas personas lo amaron, lo acompañaron y siguieron. No pocas hasta dieron su vida por Jesús. Hoy Jesús nos pregunta también como a Pedro: “Me amas”? 

El acceso emocional a Él

Nuestra fe no es solo intelectual, es emocional. Creemos en Jesús cuando nos emociona, y no a través de meros conocimientos teológicos. Amarlo es emocionarse.

 “Jesús es digno de amor porque es más moderno y actual que la misma Iglesia” (dijo Johan Baptist Metz). Amar a Jesús es soñar, contemplar la historia con casi una loca esperanza en aquello que vendrá.

 Quien sigue a Jesús siente que el universo se sustenta en un acto de amor continuo e infinitamente paciente; que es el amor lo que le permite seguir existiendo; que el amor mueve el sol y todos los demás astros”, como decía Dante. El Dios Amor es el fundamento de nuestra existencia. Dios “está tan cerca de ti como las venas de tu cuello”, escribe el libro sagrado de “El Corán”. 

Razón de amor

El gran teólogo Karl Barth describía a Jesús como “nuestro contemporáneo”. El Espíritu Santo lo trae a nuestro tiempo y espacio. De Jesús habría que decir: “tan fascinante que es imposible conocerlo del todo! Él es el Creador en medio de su Creación. Y sin embargo, sometido a todo. Él decía con frecuencia: ¡no temáis” y enseñaba el arte de la no-violencia: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, “si alguien te hieres en la mejilla derecha, ponle también la izquierda” (Mt 5,39). Transmitía sus enseñanzas en los camino, en los prados -donde pacen las ovejas-, en un monte o una llanura, también en el templo. Con sus bienaventuranzas enseñaba el arte de la felicidad. Deseaba forma una comunidad donde la violencia termina.

A quien le preguntó: “entonces quien podrá salvarse? Él respondió: ¡Con Dios todo es posible! (Mt 19,25-26). Hizo gala de una desconcertante despreocupación por la sexualidad y dirigió su propia vida sexual como si la tuviera, fuera de página. Rechazó, eso sí, explícitamente el divorcio. Y sobre la corrupción, le preocupaban los “sepulcros blanqueados”. Para Jesús, amor es más fuerte que la muerte.

Conclusión

Dios Padre que es Amor, nos ama cuando Jesús nos entusiasma, cuando le seguimos, cuando le amamos y establecemos amistad con Él. Las enseñanzas de Jesús son vida. Quien ama a Jesús se convierte en Morada de Dios. Cuando Dios está con nosotros, nada hemos de temer.

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¡LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ! Domingo V de Pascua, ciclo C

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EL BUEN PASTOR: LIDERAZGO BELLO Y TRANSFORMADOR – Cuarto Domingo de Pascua, ciclo C

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DE LA “DIMISIÓN” A LA “MISIÓN El candidato de Jesús exclamará: “la red… ¡al otro lado!”- Domingo III de Pascua, ciclo C

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NO ES FANTASÍA LO QUE NOS MUEVE

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Primera Estrofa]
En la zarza que arde sin consumirse,
en la voz que susurra entre sueños, 

Dios revela el horizonte que nos llama
como a Luis Amigó en su tiempo.

No hay camino trazado en el mapa,

se hace camino al andar 

los sueños son la brújula divina

que nos hace milagros detectar

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Segunda Estrofa]
Somos peregrinos de la esperanza

que vislumbran lo que aún no existe,

donde el fuego divino transforma

la realidad que hoy nos oprime.

No son meros deseos los que albergamos, 

son semillas del Reino que germina,

son utopías que soportan la luz 

y dan fuerza a quien las camina.

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

[Tercera Estrofa]
Como hermanos en sinodalidad
soñando juntos llegamos más lejos,

convirtiendo visiones proféticas 

en sueños de comunidad y encuentro. 

Dios no es sólo el Absolutamente
Otro,
 es también el Absolutamente Nuevo,

que nos da mientras dormimos

y despierta el carisma en nuestro tiempo.

[Estribillo]
No es fantasía lo que nos mueve,

es el aliento del Espíritu
que teje
 sueños diurnos
que transforman
lo imposible
en caminos que florecen.

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