No se es cristiano sin pasión. Vivir esto del cristianismo de una manera fría, calculada, demasiado racionalista o práctica, es imposible. Cuando vivimos el cristianismo así nos hemos equivocado de puerta. Hemos entrado en otra cosa… no en la casa de Jesús.
Jesús era un apasionado y, en cuanto tal, un maximalista. Jesús era un entusiasta y, en cuanto tal, proponía utopías. Jesús estaba dispuesto a perder partidos, pero no el campeonato. Tenía la moral muy alta, pero no era moralista. Elías había sido un profeta que ya había anticipado algunos de sus rasgos y que después transmitió a su discípulo Eliseo.
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