ALEGRÍA EN LA ESPERA – Domingo 3 de Adviento, ciclo C

En un mundo donde el sufrimiento y la desesperanza a menudo parecen prevalecer, el mensaje de este domingo de Adviento surge como un rayo de luz, invitándonos a redescubrir la alegría en medio de la espera. Aunque las circunstancias puedan parecer desalentadoras, este tiempo litúrgico nos anima a mantener viva la llama de la esperanza y a comenzar a experimentar la alegría que está por venir.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “Ave María” del Antiguo Testamento – Sofonías
  • En la desgracia llega la Gracia – Pablo
  • El mensajero de la Esperanza – Juan el Bautista

El “Ave María” del Antiguo Testamento

El profeta Sofonías nos trae un mensaje de júbilo: 

“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel… El Señor, tu Dios, en medio de ti es un guerrero que salva”. 

Estas palabras evocan el saludo del ángel a María, y hoy se dirigen a nosotros. Nos presentan a un Dios que baila y grita de alegría por nosotros, una imagen que desafía nuestras concepciones tradicionales y nos invita a una relación más íntima y gozosa con Él

El profeta, añade algo sorprendente: ¡Dios baila y grita de alegría! “Esta imagen revela a un Dios que celebra nuestra existencia con alegría exuberante y amor incondicional. Activamente presente en nuestras vidas, nos invita a encontrar gozo en Su deleite por nosotros. Esta metáfora desafía nuestra fe, llamándonos a una relación más íntima con un Dios que nos valora profundamente.”

En la desgracia llega la Gracia

Pablo nos exhorta: “¡Alegraos siempre!”. La razón de esta alegría es la cercanía del Señor. En momentos de tribulación, esta conciencia de la presencia de Dios nos ofrece consuelo y paz. 

La cercanía de Dios es activa y nos da motivos para no inquietarnos, para presentar nuestras necesidades ante Él, y para vivir en paz.

El mensajero de la Esperanza

Juan el Bautista emerge como el heraldo de la esperanza, preparando el camino para Aquel que es mayor. Su humildad nos enseña a no idolatrar a ninguna persona o cosa, reconociendo que solo Cristo es la fuente verdadera de nuestra esperanza. 

Juan nos muestra cómo podemos ser mensajeros de esperanza en nuestro propio entorno, invitándonos a la acción concreta y a la apertura hacia la verdadera Luz que está por venir.

Conclusión

Evoquemos las palabras del papa Benedicto XVI: 

“El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede borrar”.

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¡CÓMO UN LADRÓN EN LA NOCHE! El rostro de la esperanza

Lo único que queda es esperar otra “novedad”. Lo mismo puede ocurrirnos con nuestros documentos capitulares y nuestras propuestas que pretenden abordar todos los temas y responder a todas las situaciones.

Quizá no sea posible. Quizá parezca poesía y mera ilusión. Pero nos estamos volviendo demasiado prosáicos. ¡Cuántas palabras necesitamos para transmitir un mensaje! Quizá sea éste el momento de acabar con ese estilo e iniciar drásticamente un “nuevo lenguaje” tanto en el magisterio eclesial como en el congregacional.

No agradaremos a Dios por comprometernos a tantas cosas… como decimos en nuestros documentos (números y más números), sino acogiendo humildemente lo que Él nos propone, tan sencillo, y tantas veces tan simple como “una parábola”.

La identidad como relato

Fieles a nuestra identidad, sí. Pero fieles a la identidad de un organismo vivo. ¡Nunca a un objeto o texto inmutable! La identidad es narrativa (Paul Ricoeur). La identidad es un relato siempre antiguo y siempre nuevo (“Yo soy el que seré”).

La identidad es auto-poiética, innovadora. Se recrea desde lo más íntimo: ¡siempre antigua, siempre nueva! Por esto, una congregación nunca solamente aquella que es, sino aquella que también “será”.

La identidad es siempre un relato abierto. Los sueños, la respuesta audaz a nuevos desafíos, reconfiguran constantemente la identidad.

La pereza no consiste en no hacer nada, sino en hace mucho para que nada cambie. Hay líderes perezosos, que prefieren dejar las cosas como están.  Sólo cuando llegan los sobresaltos, pierden los nervios y tal vez tratan de resolverlo con un documento.

La experiencia nos dice que no son los documentos los que nos cambian. Son las personas audaces, visionarias, inspiradas, las que sienten necesidad de otro tipo de expresiones, de compromisos. Los evangelios no tuvieron el carácter de un documento doctrinal…. Sino de “relatos transformadores”, “relatos innovadores” en la humanidad.

El sistema operativo: modo “parábola”

¿Porqué en vez de dedicar tanto a tiempo a redactar documentos, a puntualizar frases, a buscar más la expresión que el contenido, a reflexionar, a criticar, ¿no dedicamos más a contar relatos, historias que muestran lo que el Espíritu hace en nosotros? La vida genera vida. El poder que tienen las historias es poder transformador. Jesús nos habló a través de breves e impresionantes historias.

Gerhard Lohfink, exégeta y teólogo, escribió un precioso libro que tituló “Las cuarenta parábolas de Jesús”. En él nos decía que:

“todas las parábolas de Jesús hablan directa o indirectamente del reinado de Dios o del reinado de los cielos, que es lo mismo”.

 Es decir, nos hablan de un acontecimiento dinámico:

  • cómo Dios se impone en Israel, en la Iglesia, en el mundo, como su reinado se está estableciendo entre nosotros.
  • Dios no domina como lo hacemos nosotros:  no tiene que venir desde lejos para hacerse presente, solamente tiene que ser anunciado, aceptado, está entre nosotros, pero hay fuerzas anti-divinas que se oponen a él.
  • A esas fuerzas antidivinas, anti-reino, los evangelios sinópticos las denominan “demonios”. Jesús expulsó demonios y así creó espacio para el reino de Dios (Lc 11,20). Con Jesús el reinado de Dios está ya fundamentalmente presente, pero todavía debe imponerse sobre los poderes anti-divinos en todo el mundo.

Esta interrelación entre la llegada del reinado de Dios y la caída de la dominación de los demonios es importante y constituye el trasfondo de la primera parábola de Jesús: la parábola del ladrón en la noche.

¡El ladrón irrumpe en la noche!

El Reinado de Dios se ha introducido en el mundo como un ladrón en la noche:

“ha penetrado en los ambientes de la vieja sociedad, en el ámbito de poder de los demonios y dioses de este mundo, en las zonas de confort con las que los seres humanos instalamos la casa de nuestra vida. Si hubiésemos bloqueado todos los accesos, habríamos podido defendernos, pero Él nos sorprendió. Vino como un ladrón en la noche… Con Él se hizo presente de pronto el reinado de Dios en medio del viejo mundo”

Así puede hacerse presente el reinado de Dios en una vieja diócesis, parroquia, instituto religioso o comunidad… en el ámbito de poder diabólico, en las zonas congregacionales de confort, de instalación. Todas estas instancias no tienen poder para frenar la irrupción del Reino. Quienes parecen más poderosos, serán pronto abatidos. ¿No es verdad que el Reino de Dios, el Hijo del Hombre, llegará como un ladrón en la noche?

¡Acoger este momento eclesial como un nuevo capítulo del Reino de Dios!

Como las parábolas de Jesús, también los relatos que compartimos en nuestras conversaciones y los relatos que compartimos o transmitimos deberían tener, al menos, las siguientes características:

  • Que todas las historias, sin excepción, nos hablen de la venida del Reino de Dios. Jesús siempre habló del “reino de Dios”.
  • ¿Qué nos dicen las parábolas sobre el Reinado de Dios? Nos dicen que el reino de Dios acontece ahora. No está por encima de las nubes esperando el futuro. Pero es un acontecimiento lleno de tensión: se lo puede encontrar o comprar como el comerciante la perla fina. El Reino de Dios ha irrumpido como un ladrón que fractura la casa…. A pesar de todos los impedimentos y amenazas el reino de Dios es incontenible.
  • La llegada del reino de Dios tiene que ver con el mundo entero, aunque se visibilice más en la Iglesia. El peligro de perderse la hora decisiva del reino de Dios es grande.
  • Frente a esta situación crítica, cada indivudo del pueblo de Dios está llamado a la acción. Hay que abrazr lo nuevo con empeño total con pasión, con ganas, con imaginación y deseo -igual que los terroristas y los grandes capitalistas actúan en sus cosas.
  • El Reinado de Dos acontece como un encuentro de amor, de bondad inconcebible: el padre abraza al hijo pródigo, el pastor se alegra al encontrar la oveja perdida, el señor paga a los últimos como a los primero… perdona toda deuda a quien también está dispuesto a perdonar deudas.
  • Las parábolas hablan también del juicio: el reino de Dios lleva a la reunión del pueblo entero, de todos los hijos de Dios dispersos, pero también a la separación de unos y otros cuando no hay reconciliación o se es cizaña (misericordia y juicio).
  • Los relatos de las parábolas expresan en parábola que és y cómo llega el Reino de Dios. El reinado de Dios acontece en parábolas y en milagros. Cuando milagros y parábolas ejercen su capacidad transformadora.
  • Los acontecimientos escatológicos no comenzarán sólo en el futuro. Comienzan ya ahora, en el presente. Pero hay todavía un “adventus”, un porvenir.

Esto quiere decir que, en nuestras conversaciones y relatos, lo más importante es la referencia a cómo está aconteciendo entre nosotros el reino de Dios sobre la humanidad, sobre la creación…, cómo el Espíritu -la santa Ruah- a través de nuestra complicidad y colaboración sueña escribir nuevos capítulos de su gran Relato: el Reino de Dios.

De poco nos servirían conversaciones en las cuales nos distanciamos de las conversaciones que Jesús mismo suscitaba en sus discípulos.

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LA MUJER DEL NUEVO GÉNESIS – ¡INMACULADA!

Hoy festejamos lo que sucedió en la unión fecunda de Joaquín y Ana: que Dios Padre dio origen a la vida de la Madre de su Hijo y preparó todo su ser para que lo engendrara en el tiempo, en la humanidad. A la concepción inmaculada de Jesús, precedió la concepción inmaculada de su Madre, la “llena de gracia” (kecharitomene). 

La presencia del mal original

Le hemos dado demasiada importancia al “pecado original” y muy poca a la “bendición original”. Dios vio lo que había creado y vio que todo era muy bello. Y “bendijo a Adán y Eva” creados a “su imagen y semejanza”. Esta es la gran bendición original.

Pero, ya en el origen se hizo presente el Mal, el Mal misterioso e inexplicable. Y el mal contaminó a nuestros primeros padres, Adán y Eva y desde ellos ha seguido contaminando a toda la humanidad. “El que esté sin pecado… que tire la primera piedra”, dijo Jesús; “todos hemos pecado”, dijo san Pablo.

  • Somos pecadores porque el Mal tiene una misteriosa influencia sobre cada uno de nosotros: en un momento u otro sucumbimos ante él.
  • Somos pecadores porque nos contagiamos unos a otros y no disponemos de un anti-virus adecuado, que nos vuelva inmunes.
  • “Pecador me concibió mi madre” (Salmo 50); siempre llega el momento en que perdemos la inocencia.
  • Y pecamos porque queremos conocer, dominar, traspasar nuestros límites… ser como Dios… Tenemos una tendencia egolátrica irreprimible. Y se manifiesta de mil formas en la humanidad y en nosotros, a lo largo de la vida. Y luchamos entre nosotros, porque todos queremos “ser más” que el otro.
  • En esta condición existencial, el ser humano rechaza vivir en Alianza con Dios… y se basta a sí mismo.

Un nuevo Génesis en la mujer-María

  • Si Jesús, el Hijo de Dios, fue el comienzo de una nueva Humanidad, de la humanidad auténtica -imagen y semejanza de Dios-, ese comienzo se vio anticipado en el origen de aquella mujer que fue escogida para ser su madre virginal.
  • Y decimos “madre virginal” porque se trataba de una maternidad que excede por doquier cualquier otra maternidad humana: no solo porque aconteció “sin varón” (“No conozco varón”), sino también porque “lo que nació de ella fue Santo… Hijo de Dios”. ¿Qué varón podría colaborar con María para engendrar al Hijo de Dios? Este misterioso acontecimiento fue posible únicamente porque el Espíritu Santo de Dios Padre y del Hijo se apoderó de ella, en su espíritu y en su cuerpo. ¡Así aconteció el “nuevo Génesis” “inmaculado”, “santo”… la nueva humanidad.
  • La “madre virginal” no solo “concibió por obra y gracia del Espíritu Santo”: la Iglesia confiesa que ella misma fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo, también santa, inmaculada. En ella el Espíritu inició una nueva y portentosa fecundidad, un nuevo génesis.
  • Al pronunciar el “fiat”, “la agraciada desde el principio” (kecharitomene) rejuveneció de nuevo a la humanidad y la conectó con la “Gracia original” la gracia de la Creación inmaculada y sin pecado. Tuvo razón Dante al decir que “María es más joven que el pecado”, porque “al principio no fue así”… el pecado no existía.
  • Esa ben­dita concepción de Jesús se vio anticipada, reflejada y preparada en la misma concepción de María. Dios quiso iniciar en la Madre escogida para su Hijo, “un nuevo comienzo para la humanidad”, un misterioso “Hagamos a la Mujer a nuestra imagen y semejanza”.

La Gracia original

Pensemos hoy en la “Gracia original” y en el deseo divino de que venza y sea recuperada. Hay una emocionante oración litúrgica que dice:

“Oh Dios, que amas la inocencia y se la concedes a quien la ha perdido”. 

La fiesta de la Inmaculada nos invita a rejuvenecer, a recuperar la inocencia perdida, a entrar en la nueva humanidad donde Jesús es el nuevo origen y María la primera agraciada. 

Sintámonos hoy “santos e inmaculados en su Presencia”, habitantes del primer Paraíso, un nuevo Adán, una nueva Eva. Sintámonos ya -anticipadamente- ciudadanos de la nueva Jerusalén, del cielo nuevo y la tierra nueva.

Plegaria

Abbá nuestro, todo surgió bellísimo y bue­no de tus manos creadoras; pero el misterioso Maligno introdujo la deformación y el ser humano se alejó de ti. Hoy nos llamas a celebrar el nuevo origen, la victoria de tu proyecto inicial. Manifiéstanos tu belleza y bondad para que nunca más nos separemos de ti. 

Para contemplar
MARÍA, HOGAR DE VICTORIA


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¡ESPERAD Y CAMBIARÉIS! Domingo II de Adviento, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara! – Baruc.
  • La obra buena será completada – Pablo –
  • ¡Preparando el camino – Juan Bautista

¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara!

Hoy nos ha hablado el profeta Baruc. Fue mensajero de esperanza para el pueblo de Israel, y le dijo: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”.

Como en tiempos de Baruc también nosotros tenemos hoy experiencias de destierro. En la oración de la “Salve” decimos: “Y después de este destierro ¡muéstranos a Jesús!”. Estamos en la tierra… pero des-terrados. Esta no es nuestra casa definitiva. Estamos des-consolados, porque nos falta suelo para morar. Baruc nos insta a despojarnos del luto y vestirnos de fiesta: Dios está llegando y nos dará la tierra y nos consolará. Para ser felices sólo necesitamos sentirnos envueltos en su Presencia.

¡La obra buena será completada!

También Pablo es hoy mensajero de esperanza. Sentía un afecto muy especial por la comunidad de Filipos. Se ve constantemente en cada uno de los versículos de la preciosa carta que les escribió: “Esta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante”. “Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores”.

Dios no inaugura sus obras para abandonarlas después. Dios es fiel a sus proyectos y constante en sus propósitos. En nuestro obrar tenemos a Dios como nuestro humilde Aliado, que todo lo puede cambiar para mejor. En el día de Cristo estaremos ante Él limpios, irreprochables, cargados de frutos de justicia.

¡Preparando el camino!

En un contexto de estructuras imperiales y religiosas -el evangelista Lucas menciona a Tiberio Cesar, Poncio Pilato, Herodes, el tetrarca Felipe, Lisanias, los Sumos Sacerdotes- Dios no dirigió su Palabra a ninguno de ellos, sino al hijo de Zacarías, Juan, que moraba en el desierto en la más absoluta pobreza. Y fue Juan el elegido para gritar la gran noticia, alegría del mundo y camino hacia lo imprevisible, la luz de un nuevo amanecer.

Conclusión

Baruc, Pablo y Juan el Bautista nos han invitado a esperar con alegría la llegada del Señor. Aunque la realidad parezca desesperanzadora, “esperemos contra toda esperanza” porque Dios no dejará de cumplir sus promesas. Y la esperanza será el motor de nuestra transformación anhelada.

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