SAN JOSÉ, CORAZÓN DE ESPOSO Y PADRE

José es uno de los personajes más enigmáticos y mágicos de la historia: el testigo de la infancia, adolescencia y tal vez juventud de Jesús. El varón que nos evoca la “otra responsabilidad”, “la otra paternidad”.

María encontró en él no solo a su protector, su guardaespaldas, sino a su auténtico y misterioso esposo: a quien más la respetó, más la amó (¿sería posible estar junto a ella y no amarla?), con quien más colaboró… Jesús encontró en él el reflejo del Dios-Padre, a Dios reducido a niño, a adolescente, a joven…

José tuvo que ser muy feliz, tuvo que sonreír mucho, tuvo muchos motivos para soñar y estar seguro de todas sus importantes decisiones. ¡Siempre tenía algún ángel a su disposición -quién sabe si el mismo Espíritu Santo en forma de ángel-, que le impulsaba a discernir y decidirse!

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JOSÉ “DE MARÍA Y JESÚS”, EL PRIMERO EN LA GRAN CONVOCATORIA (lectio divina)

Preparación para el encuentro con José: 

En medio de la Cuaresma aparece la figura del hombre justo, hijo de David, de Jacob, esposo de María, José. La Iglesia nos lo presenta como un pionero en el camino de la fe.

Lectura:

Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue la madre de Jesús, a quien llamamos el Mesías. El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes de vivir juntos se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto. Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el hijo que espera es obra del Espíritu Santo. María tendrá un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado (Mt 1,16.18-21.24a:).

“El esposo de María, la madre de Jesús” es la expresión que identifica a José.

  • Dios unió a José con María de forma indisoluble.
  • En ellos dos se realiza el sueño del Génesis: no serán dos, sino uno; y también lo que dijo más tarde Jesús: “lo que Dios ha unido, que nadie lo separe”.
  • También para María José era  referencia de identidad. José también le dio identidad al hijo de María.
  • Al acoger ser su esposo, acogió también al Hijo de María hasta el punto de darle el nombre y reconocerlo como suyo.
    • En ese momento, Jesús recibió a través de José, la legitimidad davídica.
    • La genealogía de Jesús es la genealogía de José.
    • A través de José, Jesús se integra en lo más relevante de la historia de Israel.
  • ¡No separemos lo que Dios ha unido! Nunca María sin José. Nunca José sin María. Nunca ambos sin Jesús.

Meditación:

También José -como María, su esposa- pasó por la noche de la fe.

  • Sus planes personales se vieron profundamente afectados por la vocación que el ángel de Dios le transmitió: acoger a María como esposa en su casa y dar nombre, identidad davídica, humana, varonil al hijo de ella.
  • En José aparece también el “fiat” suyo, como antes lo había sido el “fíat” de María: “hizo lo que el ángel del Señor le había dicho”.
  • La vocación cristiana es una llamada a trascendernos, a ir más allá de lo sospechado. No hay mayor dignidad que ser -en algún momento de nuestra existencia- interpelados por el mismo Dios y recibir de Él o a través de alguno de sus mensajeros una misión.

Oración:

Abbá, nadie queda excluido de tu proyecto. Para cada uno de nosotros tienes reservado “un camino virgen” como decía tu poeta León Felipe. Gracias por tus llamadas, por esta gran convocación que vas realizando a lo largo de la historia de la humanidad. Muchas gracias por dirigirnos también a nosotros tu llamada. Que brote espontáneo de nuestro corazón un permanente ¡fiat!

Contemplación:

José, María, fueron los primeros llamados, pero no lo únicos.

  • Como muestran las genealogías de Jesús, ellos estaban integrados en una gran convocatoria realizada por Dios desde Abraham (genealogía de Mateo) o incluso desde Adán (genealogía de Lucas).
  • Más todavía: la convocatoria divina continuó actuando en el mundo: desde los primeros discípulos y discípulas de Jesús hasta nosotros mismos, también agraciados con esta gran convocatoria.
  • Contemplar a María y a José -en este contexto- se convierte para nosotros en el gran estímulo para responder con la mayor generosidad y entrega a la llamada. ¡Qué fantástico es formar parte de esta gran comunidad del Reino de Dios!

Acción:

Sintámonos un instrumento dentro de una gran orquesta. Unido o unida a toda ella tratemos de escuchar la música del Reino de Dios, interpretada por todos.

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ENTRE LA LUZ Y LA CEGUERA (IV Domingo de Cuaresma)

Este domingo cuarto de Cuaresma nos sorprende con el tema de la LUZ. No solo Buda fue el “iluminado”. También a los bautizados nos describe la tradición de la Iglesia como “los iluminados”. ¡Hay una diferencia! Buda hizo de su vida un camino hacia la iluminación. Nosotros, los cristianos, nos sentimos ya “iluminados” al comienzo del Camino, en el mismo bautismo. Buda hizo de su vida una búsqueda incesante de la luz que lo habitaba. Nosotros, también sabemos que la Luz nos habita. Pero ¿sentimos la necesidad de identificarnos con aquel que es Nuestra Luz, Jesús? ¡No somos la luz, pero debemos ser testigos de la Luz! 

¡El candidato, la candidata … de Dios!

Arcabas

Cuando nuestra legislación nos invita a votar, ¿a quién votamos? ¿Buscamos acaso el candidato o la candidata de Dios? O ¿nos dejamos llevar por las apariencias, por nuestros juicios o prejuicios? Nuestro Dios nos ofrece sus candidatos en quienes ha sembrado carismas nuevos, nuevas energías y posibilidades. Pero hay que descubrirlos. 

En Belén, en casa de Jesé, buscaba el profeta Samuel el “candidato de Dios”. Fueron pasando uno tras otro los hijos de Jesé… y ninguno lo era. Precisamente lo sería el que faltaba, el excluido.

Hay muchas elecciones en la Iglesia, en la sociedad. Y nos preguntamos: ¿dónde están los candidatos de Dios? 

¡Ciegos, sí, ciegos junto a Jesús!

Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Ha nacido “ciego”. El Dios Creador inició su obra diciendo: ¡Hágase la luz!? Pero este pobre hombre nació sin luz. Y ahí está la paradoja: ¡dado a luz… y ciego de nacimiento!

Los discípulos de Jesús le preguntan: ¿quién pecó, él o sus padres? Y Jesús no responde. Presenta una alternativa cuando proclama: “Yo soy la luz del mundo, la luz de la nueva Creación… y añade: “mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Y lo manifiesta al ofrecerle la al ciego. Y la gente, siempre incrédula niega la evidencia con esta pregunta: “¿No es éste el que estaba sentado y mendigando…?”: pregunta que rematan con lo siguiente: “¡No! pero se le parece”. 

Jesús es Luz que ciega, ofusca a fariseos y dirigentes de Israel. Niegan la evidencia. El ciego cree en Jesús. Los que piensan que ven, se han vuelto todavía más ciegos.

No hay cosa peor que ser dirigidos por “guías ciegos”. Y esto puede acontecer en la política y en la Iglesia. La historia del ciego se repite.

Es bueno que nosotros mismos, yo mismo, me pregunte si tengo todas las cosas claras; si no dudo de mis certezas; si no aprendo nada de los pobres, de los herejes, de los últimos. Quien se sitúa ante lo nuevo como juez implacable, quien de nadie que no sea de su línea aprende, quien lleva defendiendo la misma posición durante años… está padeciendo una terrible ceguera, aun estando muy cerca de Jesús.

La Iglesia de la Luz

Massimo Uberti

Las tinieblas se apoderan a veces de nosotros. Para que no se note utilizamos el “secreto”, las maquinaciones ocultas, las deliberaciones en las cuales se juegan asuntos muy importantes de los demás… ¡todo eso pertenece al mundo de las tinieblas! 

Quien tiene información se siente poderoso; mira a los demás con desprecio; utiliza las segundas intenciones. También el mundo de la información puede estará lleno de tinieblas.

Jesús no fue así. Pablo lo denuncia cuando dice: “hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas”, o “dicen a escondidas”, o “deciden a escondidas”. Donde hay mucho secreto, allí anida la corrupción. Donde no hay luz, allí se establece el Reino de las tinieblas. 

Pero quien está con Jesús, Luz del mundo, no tiene nada que ocultar. ¡Que venga la Iglesia de la Luz! ¡Que se instaure la Sociedad de la Luz!

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AGUA Y SED (III Domingo de Cuaresma)

La sed es deseo. El agua lo colma. Somos seres sedientos. Buscamos fuentes de agua, donde saciar nuestra sed. La liturgia de este domingo nos indica dónde se encuentra el agua de la vida. Nos pide acercarnos a ella con tres actitudes: 1. Confianza: ¡no nos dejará morir de sed! 2. Extrañeza: ¡Dame de beber! 3. Gozo: ¡seremos saciados!

1.   Confianza: ¡no nos dejará morir de sed!

Los hebreos huían de Egipto. En su camino entraron en un desierto, cuya primera etapa era Mará (las aguas amargas: Ex 15,23); cuya segunda etapa   Elim (árboles y oasis: Ex 15,27) y donde cató el maná del cielo y se pudieron alimentar de codornices (Ex 16). Los hebreos llegaron a Refidim donde “no había agua potable” (Ex 17,11) y allí protestaron (Meribá) y tentaron a Dios (Masá), desconfiando de Dios. El Señor respondió a Moisés: “¡Hiere la peña… de ella saldrá agua y el pueblo beberá”! Y así sucedió. Dios no podía permitir que su Pueblo muriera de sed.

2.   Extrañeza: ¡Dame de beber!

En el evangelio de hoy Jesús mismo es el sediento. Fatigado se sienta junto al manantial de Jacob, en tierra de Samaría, tierra de herejes para los judíos; para éstos llamar “samaritano” a alguien era la forma de maldecirlo. Años antes de Jesús los judíos destruyeron el templo samaritano del monte Garizín; y en tiempos de Jesús algunos samaritanos profanaron el templo de Jerusalén durante la fiesta de la Pascua. 

En el pozo de Jacob -manantial profundo y rico en agua- acontece el encuentro entre una mujer samaritana y Jesús. “¡Dame de beber!”, le suplica Jesús. Dar agua era signo de hospitalidad. Y Jesús le adelanta cómo la recompensará: “Si conocieras el don de Dios… tú me pedirías y yo te daría agua viva”, un agua que apaga definitivamente la sed. La mujer cree en Jesús y se convierte en su mensajera. ¡Nació del agua y del Espíritu! 

En el bautismo hombres y mujeres de cualquier raza, cultura, condición, pueden encontrarse con Jesús y saciar su sed. Dios no quiere que ningún pueblo, o ser humano, muera de sed.

3.   Gozo: Seremos saciados 

En la segunda lectura, tomada de la carta a los Romanos, san Pablo nos habla del triple efecto del bautismo: la fe, que nos justifica y establece en paz con Dios; la esperanza de alcanzar la gloria de Dios; y el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Fe, esperanza y amor son el agua viva que nos calma la sed. No dependen de nuestro esfuerzo, sino de las energías que el agua del bautismo nos regala e introduce en lo más íntimo de nuestro ser, en nuestro corazón. 

Conclusión

Tenemos hambre, tenemos sed… pero no es hambre de pan… no es sed de agua. ¡Son motivos para vivir, lo que nos falta! Así se sintió el pueblo de Dios en el desierto. Así se sintió aquella mujer samaritana junto al pozo. Así nos sentimos nosotros… cuando nos acercamos a Jesús. Hagámonos esta pregunta: ¿qué motivos tengo para seguir viviendo? El pueblo de Israel los encontró en el desierto. La mujer samaritana en el pozo. Nosotros… en el agua de nuestro Bautismo.

No hay que desesperarse. Todo esto es posible porque Dios ha derramado su amor sobre nosotros. Jesús y el Espíritu Santo son los mediadores de tanta, tanta Gracia. Dios Padre nos conoce. Sabe que somos pecadores, débiles. Por eso, nos envió a Jesús, por eso, derrama constantemente sobre nosotros su Espíritu. Por eso, tenemos en nosotros semilla divina: fe esperanza, caridad.

Para meditar:

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VOCACIÓN Y PASMO

“Que será, será” -Whatever Will Be, Will Be- fue una canción, compuesta el 1956 por Jay Livingston y Ray Evans. Sus tres estrofas formulan una preguntan por el destino de la vida humana en sus diversas fases La canción es una pregunta, llena de intriga, por el destino de cada vida humana. También la liturgia de este domingo nos habla de nuestro destino, pero no fatalidad, sino como llamada de Dios en libertad: como vocación: 1. Dios llama a Abrahán: el camino hacia lo desconocido. 2. Dios llama al joven Timoteo: mensajero del Evangelio. 3. Tres discípulos redescubren su llamada: entre la transfiguración y el pasmo. 

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TENTACIÓN Y GRACIA

En torno a nosotros algo se agita: no solo aquello que vemos, palpamos y constatamos; también se agita un mundo invisible: un poder que nos tienta e incita al mal, y otro poder que nos apacigua e inspira. Ante tal contraste necesitamos sabiduría para acoger lo que nos agracia y rechazar lo que nos pierde. 

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CENIZA EN LA FRENTE

Hoy, miércoles de Ceniza, se inicia la Cuaresma. Tenemos ante nosotros, cuarenta días que pueden realizar el milagro de una sanación a fondo de todo aquello que nos enferma y de una resurrección que nos haga recuperar la belleza de nuestra inocencia bautismal.

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“PERO YO OS DIGO…” O EL ARTE DE AMAR

Jesús aparece como aquel que viene a dar plenitud. Jesús no viene a destruir. No es como esos políticos catastrofistas que sólo condenan lo que hicieron los anteriores a él. Jesús reconoce la obra de Dios antes de llegar él, pero también quiere hacer su gran aportación al proceso.

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EL PECADO: ¿DESOBEDIENCIA O INFIDELIDAD?

Conforme pasan los años nos preguntamos: pero ¿en qué consiste realmente el pecado? Escuchamos a unos y a otros y la confusión se apodera de nosotros. ¿Es desobedecer a una ley o a unas leyes? ¿qué hacer cuando no podemos liberarnos de aquello que parece prohibido?

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¡QUE BRILLE VUESTRA LUZ!

Es un imperativo de Jesús a nosotros, sus discípulos y discípulas: ¡que brille nuestra luz! Jesús no quiere que formemos un grupo clandestino, cerrado en sí mismo, endogámico y preocupado por cuestiones internas. Nos lanza, más bien, a la publicidad, a la sociedad, al mundo. 

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