
Comienza hoy la semana más sagrada del año. La que era más sagrada en el calendario judío en tiempos de Jesús. La que es más sagrada en nuestro calendario cristiano y que denominamos “semana Santa”.
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Sigue leyendoEn este día la palabra de Dios nos propone cómo fue la condenación a muerte de Jesús. Que no deje de sorprendernos por conocida. Que el Espíritu Santo nos ayude a interpretar lo que humanamente fue el peor de los errores, el peor de los crímenes.
Sigue leyendoLa comunidad cristiana y religiosa nace cuando todos nos encontramos “bajo la cruz de Cristo”. Allí y sólo allí se produce una insospechada revelación. Descubrimos que:
¡No tiene sentido continuar divididos, oponernos mutuamente, devorarnos unos a otros!
La contemplación de la amargura y de la muerte de Jesús descongela nuestras relaciones hostiles y le da razón a Cristo.
Bajo la cruz, “¿cómo podríamos permanecer cerrados frente al `corazón abierto de Cristo’?”[1]. La proximidad a la cruz de Cristo nos aproxima entre nosotros.
La cruz nos manifiesta que en todos nosotros subyace una pobreza común, un sufrimiento común, un pecado común.
“El pecado quiere estar a solas con el hombre. Lo separa de la comunidad. Cuanto más solo está el hombre, tanto más destructor es el poder que el pecado ejerce sobre él; tanto más asfixiantes sus redes, tanto más desesperada la soledad. El pecado quiere pasar desapercibido; rehuye la luz. Se encuentra a gusto en la penumbra de las cosas secretas, donde envenena todo el ser»[3].
D. Bonhoeffer, Vida en comunidad,
Pero cuando, los miembros de la comunidad se sitúan “bajo la cruz de Cristo”, el pecado queda desenmascarado:
En una comunidad bajo la cruz el pecado está siempre denunciado, pero por el Señor, no por los hermanos.
Nace la comunidad bajo la cruz, cuando estamos dispuestos a confesar nuestro pecado, a compartir nuestro sufrimiento, a poner en común nuestra pobreza. Es decir, cuando vencemos la terrible vergüenza pública se ponen los cimientos más sólidos de la comunidad.
A partir de aquí, hay que construir posteriormente la comunidad desde la comunión en lo positivo.
[1] Cf. Moltmann, J., “Ecumenismo bajo la cruz”, en Teología de la cruz, ed. Sígueme, Salamanca, 1979, p. 166.
[2] Cf. Moltmann, a. c., p 172; D. Bonhoeffer, Vida en comunidad, Ed. Sígueme, Salamanca, 1982, pp. 91-98.
[3] Bonhoeffer, D., o. c., p. 91.
Estamos invitados hoy a reafirmar nuestra fe en la identidad divina de Jesús. Es fácil que compartamos algunas de las dificultades que tuvieron sus contemporáneos: “¡Tú no eres más que un hombre!”. El Espíritu del Padre nos llevará a la verdad completa..
Sigue leyendoAyer, día de la Anunciación del Señor, nos dejó un gran misionero claretiano: el P. Richard Todd. Siempre me impresionó su grande talla, que encerraba un corazón mucho más grande todavía. No extraña que ya en sus últimos sus pies no pudieran soportar tanta grandeza.
Sigue leyendoEn esta “lectio divina” nos vamos a ver confrontados con el tema de la “fe” en Jesús. Necesitamos una ayuda especial del Espíritu para que nos sea concedido “creer más” y así obtener más espacios de libertad.
Sigue leyendoQue el Espíritu Santo nos conceda la gracia de escuchar y creer en el testimonio de Jesús, un testimonio que viene avalado por el testimonio misterio de Dios Padre a través de lo que Jesús hace.
Sigue leyendoTres son las palabras que condensan el mensaje de la Palabra de Dios en este Domingo quinto de Cuaresma: Alianza, Obediencia y Cruz.
Sigue leyendoEn medio de la Cuaresma aparece la figura del hombre justo, hijo de David, de Jacob, esposo de María, José. La Iglesia nos lo presenta como un pionero en el camino de la fe.
Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue la madre de Jesús, a quien llamamos el Mesías. El nacimiento de Jesucristo fue así: María, su madre, estaba comprometida para casarse con José; pero antes de vivir juntos se encontró encinta por el poder del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciar públicamente a María, decidió separarse de ella en secreto. Ya había pensado hacerlo así, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el hijo que espera es obra del Espíritu Santo. María tendrá un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Cuando José despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado (Mt 1,16.18-21.24a:).
“El esposo de María, la madre de Jesús” es la expresión que identifica a José.
También José -como María, su esposa- pasó por la noche de la fe.
Abbá, nadie queda excluido de tu proyecto. Para cada uno de nosotros tienes reservado “un camino virgen” como decía tu poeta León Felipe. Gracias por tus llamadas, por esta gran convocación que vas realizando a lo largo de la historia de la humanidad. Muchas gracias por dirigirnos también a nosotros tu llamada. Que brote espontáneo de nuestro corazón un permanente ¡fiat!
José, María, fueron los primeros llamados, pero no lo únicos.
Siéntete un instrumento dentro de una gran orquesta. Unido o unida a toda ella trata de escuchar la música del Reino de Dios, interpretada por todos.
Un link:
San José, corazón de esposo y padre