José Cristo Rey García Paredes, cmf
El ADN es una metáfora poderosa que sugiere la búsqueda de la identidad fundamental o el “código genético” de una comunidad. En este contexto, “descifrar el ADN parroquial” implica descubrir los elementos esenciales que definen a una parroquia en términos de su propósito y función dentro de la Iglesia.
La sinodalidad se refiere al proceso de caminar juntos, lo que incluye la comunión, la participación y la misión. En este sentido, la frase sugiere que el descubrimiento del ADN parroquial está directamente relacionado con cómo las parroquias viven y cumplen su misión en un contexto sinodal.
La exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” nos invitó a ser “iglesia en salida”. El papa Francisco nos ha dicho que «la Iglesia – “la parroquia”- no es un museo, es un hospital de campaña». El último Sínodo, por otra parte, soñó con una transformación sinodal de todas nuestras nuestras parroquias. De esto vamos a tratar.
Dividiré esta reflexión en tres partes:
- I. La Sinodalidad: llamada a la conversión pastoral
- II. La Parroquia (par-Oikía) en la Ecología (oiko-logos) del Espíritu
- III: De parroquia de mantenimiento a parroquia Misionera
I. La Sinodalidad: Conversión y Prácticas
1. La conversión a la Sinodalidad
El “Documento final” del Sínodo de los Obispos reconoce que “la sinodalidad exige arrepentimiento y conversión” (Doc. n.6). Hablar de conversión es referirse a la “metánoia”, es decir al cambio de mentalidad. La sinodalidad no es una estrategia democrática, sino una auténtica espiritualidad que debe impregnar la vida cotidiana de los bautizados y todos los aspectos de la misión de la Iglesia. La sinodalidad requiere: escucha y contemplación de la Palabra de Dios y conversión del corazón (Doc. 43). Esta conversión ha de acontecer en diversos ámbitos:
- Conversión pastoral y misionera: que afecte a los sentimientos, imágenes y pensamientos (Evangelii Gaudium ) (EG. 30; Doc. 11).
- Conversión espiritual y estructural: la Iglesia ha de ser más participativa y misionera para caminar con cada ser humano irradiando la luz de Cristo. Si falta la profundidad espiritual personal y comunitaria, la sinodalidad se reduce a un expediente organizativo (Doc. 43. 44).
- Conversión relacional, cuidando las relaciones porque esa es la “forma en que Dios Padre se ha revelado” (Doc. 50).
- “Conversión contextual”, pues en los contextos se hace presente la llamada universal de Dios a formar parte de su Pueblo (Doc. 53).
- Conversión a nuevos estilos de liderazgo: transparente, no clericalista (Doc.96-97), porque esta sinodalidad no es un método, es una identidad.
2. Prácticas que favorecen la sinodalidad
a) Sin-odo y Met-odo y peregrinación
La sinodalidad no es solo un método, sino una identidad. Sin-odo y met-odo son dos versiones de un mismo término. Si el término “hodos” significa “camino”, sin-odos se refiere al “camino que se recorre con otros”; y mét-odo a las normas y estilo del camino.
¿El camino sinodal hacia dónde conduce? La meta es siempre utópica. Cuando se camina hacia una meta misteriosa ese camino conjunto reviste el nombre de “peregrinación”.
b) El estilo de la sinodalidad: conversaciones en el Espíritu
“¿De qué hablabais por el camino?”. Esta pregunta de Jesús a los dos discípulos de Emaús nos ofrece un nuevo aspecto de la sinodalidad: las conversaciones en el Espíritu. Fue ésta la práctica común en las dos sesiones sinodales: en cada mesa redonda se realizaron múltiples conversaciones en el Espíritu. ¡No debates ni confrontaciones! ¡No lecciones de los más a los menos sabios! ¡Conversaciones en el Espíritu para escuchar y discernir la voluntad de Dios! Se desea ahora que la conversación en el Espíritu (que no es lo mismo que la conversación con tema espiritual) se extienda a toda la Iglesia y llegue también a las parroquias. En la conversación en el Espíritu está en juego la conversión: en ella se busca el querer de Dios en un clima evangélico.
II. La parroquia (par-oikia) en la Ecología (oiko-logos) del Espíritu
1. La Par-oikía o la Iglesia “al alcance de la mano”
Llama la atención la cercanía terminológica entre parroquia y ecología o ecumenismo, o economía. Parroquia significa “como una casa”. Hablamos de nuestro planeta como “la casa común” y del hábitat como ecología. La “economía” hace referencia a “las normas de la casa”.
Este acercamiento meramente terminológico nos puede hacer descubrir aspectos fascinantes de esta maravillosa realidad que son nuestras parroquias.
La parroquia es la figura de Iglesia inmediatamente perceptible y al alcance de la mano de cualquiera. Se define, ante todo, por un territorio, un espacio acotado en donde se sitúa una comunidad amplia de creyentes. En ese territorio está el centro operativo: un lugar de culto (templo, iglesia), la casa del párroco o pastor, espacios para reuniones, formación, oficinas; tal vez una escuela y un centro social. Es allí donde los creyentes se sienten comunidad, celebran su fe, se forman, disciernen los desafíos que la realidad les presenta, programan la misión y desde allí la realizan. La parroquia es el rostro el rostro más cercano de la Iglesia-Madre, la Iglesia “al alcance de la mano”.
La parroquia es el espacio de la cercanía, de la proximidad, la casa común. No es un palacio, ni una fortaleza.
2. La pertenencia: compañeros de camino y peregrinación
Se es miembro de una parroquia por el mero hecho de ser bautizado, compartir la fe y residir en un territorio peculiar.
Para ser feligrés no se requiere un determinado estilo de vida, ni estar agraciado con un carisma peculiar, ni asumir un compromiso apostólico específico.
La parroquia tiene una extraordinaria capacidad de acogida: es hospitalaria hacia los diferentes; desea que en ella todos se sientan como “en casa” sin distinción de edad, categoría social, afinidad de sentimientos u orientación política, puestos especiales… En la parroquia tienen cabida el anciano y el niño, el profesor y el analfabeto, el patrón y el obrero, el varón y la mujer, el justo y el pecador.
La parroquia participa de la gran maternidad de la Iglesia y muestra su fecundidad en el Espíritu de formas diferentes. Ella es la intérprete de la gran partitura del año litúrgico en cada una de sus Eucaristías, de las celebraciones de la vida en los diversos sacramentos.
La parroquia no es autosuficiente, ni una realidad totalmente completa. Forma parte de la Iglesia peregrina y particular, o de la diócesis, y desde la diócesis forma parte de la Iglesia universal o mundial. Por eso, está abierta a una comunidad más amplia que excede su propio territorio.
Cada parroquia se encarna en una determinada y particular bio-región de nuestro planeta y de nuestra geografía y reviste sus mismas características. Cada parroquia aporta su peculiaridad al ecosistema de la Iglesia católica y de nuestro planeta. Es una encarnación diminutiva del gran Misterio de la Iglesia. Y, por eso, nos preguntamos: ¿cómo una Iglesia parroquial debe re-configurarse en nuestro tiempo? ¿Cuál será el sueño del Espíritu respecto a ella?
3. Caminar Juntos en el Espíritu: renovación y estilo sinodal en la Parroquia
a) La experiencia sinodal en la Parroquia
Cada parroquia encuentra su modelo y estilo de actuación en la experiencia sinodal, que tuvo lugar en Roma durante las dos sesiones del Sínodo. Las mesas redondas no nos hablan de presidencias, ni puestos de honor. Tampoco de clases y divisiones. En la experiencia sinodal-modelo participaron por igual hombres y mujeres, el papa, los obispos, los presbíteros y los diáconos, juntamente con los laicos.; participaron por igual las iglesias situadas en zonas de prosperidad y en zonas de máxima pobreza o incluso persecución. El discernimiento se realizaba en comunidad y en corresponsabilidad. Se invocaba constantemente la presencia y ayuda del Espíritu Santo.
Este es el estilo sinodal que se pretende introducir en las Iglesias particulares, en las parroquias y comunidades cristianas. En ellas se conversa “en el Espíritu”, a partir de diálogos orantes donde todos tienen voz.
b) La experiencia sinodal: Eucaristía, consejos pastorales, inclusión radical
La celebración eucarística se convierte en el corazón de la vida parroquial. Es la primera y fundamental forma en que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. A través de la celebración eucarística, se significa y se realiza la unidad de la Iglesia En ellas se acoge en actitud de adoración la Palabra de Dios, que se derrama magistralmente sobre la comunidad todos y cada uno de los días del año litúrgico con sus diversos y multicolores tiempos (Doc. 26).
El documento establece un estrecho vínculo entre la asamblea eucarística (synaxis) y la asamblea sinodal (sínodos): en ambas está presente el Señor, aunque de diferentes formas (Mt 18.20) (Doc. 27).
Las parroquias cuentan con sus consejos pastorales: se pretende que sean dinámicos, con miembros diversos y capacidad de hacer propuestas.Es necesario facilitar el empoderamiento y la corresponsabilidad de cada uno. Entre todos intentan discernir la voluntad de Dios.
La parroquia incentiva la inclusión radical dando voz a quienes históricamente han sido silenciados. Se convierte así en “sociedad contraste”, como lo fue desde el inicio la comunidad de Jesús: en ella nadie es desechado. Por eso, integra a migrantes, personas con discapacidad u otros grupos marginados. En ella todos gozan de la ciudadanía de la Jerusalén del cielo.
III. De Parroquia de Mantenimiento a Parroquia Misionera
Para no engañarnos necesitamos detectar dos tipos de parroquia: un tipo de parroquia que opta por mantener lo existente y lo recibido de la tradición y el otro tipo de parroquia que se caracteriza por su energía sinodal y misionera y el deseo de responder al contexto en el que está ubicada. De hecho, se constata que las parroquias de mantenimiento fracasan y sin embargo las parroquias en misión y en salida son la respuesta que hoy el Espíritu nos ofrece.
El P. James Mallon ha sido y es uno de los grandes impulsores de la transformación de la parroquia. Su libro “Divine Renovation beyond the Parish” ha tenido un gran eco en toda la Iglesia. Allí analiza las causas del declive de las parroquias y diócesis y propone un modelo de renovación centrado en el liderazgo, la evangelización, la formación de discípulos y una cultura de adoración auténtica. Y su propuesta es: hay que transformar las parroquias de mantenimiento en parroquias misioneras y sinodales.
1. Parroquias de mantenimiento
Las parroquias tradicionales, destinadas a ser faros de renovación, a menudo se encuentran atrapadas en estructuras rígidas, incapaces de responder al palpitar del mundo actual. Sus características son alarmantes: el poder se concentra en los clérigos, sofocando voces y creatividad. La falta de visión las ancla en un pasado inmutable. La exclusión y la opacidad levantan muros de desconfianza.
Sin evaluación, el estancamiento es inevitable. Y el lenguaje, obsoleto, repetitivo, en lugar de inspirar, aleja a quienes buscan verdad. Es hora de sacudir el polvo y reimaginar la parroquia como un espacio vivo y relevante.
¡Es hora de despertar!
2. Parroquias en transformación misionera y sinodal
Imagina una Iglesia que no solo sobreviva, sino que florezca. Las parroquias en transformación misionera están revolucionando el modo en que vivimos la fe. Estas comunidades vibrantes se distinguen por su capacidad para entrelazar la fe, la esperanza y la caridad en un tejido dinámico.
En ellas, todos tienen voz: mujeres, jóvenes, migrantes, personas con discapacidad y más, creando un espacio donde todos se sienten valorados. La conversación en el Espíritu guía el camino, fomentando un liderazgo compartido y una corresponsabilidad misionera. Estructuras participativas y transparentes facilitan la toma de decisiones conjuntas, mientras que la acogida radical y el liderazgo facilitador promueven una cultura de servicio.
Estas parroquias no solo están en el centro, sino que salen a las periferias, llevando la luz del Evangelio a cárceles, barrios marginados y plataformas digitales. La evangelización kerigmática y el crecimiento en vitalidad misionera las convierten en verdaderos motores de cambio y esperanza. ¡Es hora de unirnos a esta revolución de amor y servicio!
¡Imagina una Iglesia que no solo sobreviva, sino que florezca! Las parroquias en proceso de transformación misionera están revolucionando el modo en que vivimos la fe.
Conclusión
Imaginemos una comunidad que no solo sobreviva, sino que florezca. Las parroquias en transformación misionera y sinodal nos ofrecen un modelo vibrante de comunidad, donde la fe se vive en acción. Estas comunidades no solo son espacios de fe, sino verdaderos motores de renovación y cambio.
Como dijo Margaret J. Wheatley, “No hay poder para el cambio mayor que una comunidad descubriendo lo que le importa”. ¡Es hora de unirnos en este sueño de una Iglesia en salida, donde todos somos protagonistas de la misión! ¡Vamos juntos, con entusiasmo y determinación, a construir comunidades que sean un reflejo vivo del amor y la solidaridad! Se lo merece nuestro carisma claretiano. ¡Soñando lo imposible, llegaremos a lo imprevisible!
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