DE LA “DIMISIÓN” A LA “MISIÓN – Domingo III de Pascua, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Dimisión y amanecer
  • El examen del amor
  • Obedecer es dejarse llevar por Dios

Dimisión y amanecer

Hoy el evangelio de Juan nos dice que los discípulos, liderados por Pedro, se encontraban en Galilea, y ya ocupados en lo de antes. Pedro les dijo: “Voy a pescar” y ellos respondieron: “¡también nosotros vamos contigo!” Quedaba atrás la experiencia de dejarlo todo por Jesús. Ahora vuelve a lo de antes, porque ya no está Jesús. La misión “os haré pescadores de hombres” se convierte ahora en “dimisión”: y vuelve a … los peces.

Trabajan y bregan toda la noche. Y el resultado es ¡nulo!  Su trabajo, su esfuerzo, es inútil. Su decepción… muy fuerte. Vuelven cansados y vacío a la orilla. Allí alguien los espera y les sugiere: ¡echad la red al otro lado!

Ellos obedecen. Cambian de perspectiva. Se vuelven servidores de la Palabra que acaban de escuchar. Comienzan a reconocer que el crucificado está allá, pero Resucitado. Estalla su descubrimiento cuando la red se llena de peces y ellos no son capaces ni siquiera de remolcarla. El “discípulo amado” lo ve enseguida. Es el más sensible ante la presencia y confiesa: “¡Es el Señor!” Pedro es el más reactivo e inmediato: enseguida se lanza al agua. Poco a poco todos tienen la certeza de que es el Señor. Nadie pregunta. 

El examen del amor

Jesús los reúne en torno a la comida. Y Jesús, otra vez, toma la iniciativa: se acerca a Pedro y le pregunta no por su fe, sino por su amor, no una sola vez, sino tres veces. ¿Me amas?  E incluso “¿Me amas más que todo esto?” Pedro le responde: “Señor, tú sabes que te quiero…”Y Jesús le restituye la confianza: “Apacienta mis ovejas… mis ovejitas”.

Jesús quiere no un Pedro-pescador, sino un Pedro buen pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas. 

Obedecer es “dejarse llevar por Dios”

Los discípulos abandonaron su iniciativa y se dejaron llevar. Perdieron el miedo. Renació la primera llamada. Confesaron su fe ante los tribunales. Pedro que calló su identidad ante una sierva del sumo Sacerdote, comienza a anunciar a Jesús aunque le cueste la muerte 

Conclusión

Reconozcamos la presencia del Resucitado en medio de nosotros: a través de la liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística. No volvamos a la vida anterior a nuestra llamada. Recuperemos el amor y la misión. Amemos a Jesús aunque desaparezca. Pero cumplamos la misión, porque habrá una pesca abundante. 

¡Benditas experiencias de resurrección que nos hacen recuperar el optimismo de la vida y nos vuelven fuente de amor y de compasión!

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