Hoy celebramos conjuntamente a dos personajes únicos en el origen de la Iglesia: Simón Pedro y Saulo de Tarso.
Dividiré esta homilía en cuatro partes:
- Pedro: la roca y la fragilidad
- Pablo: el rayo y la razón
- Danza de contrastes y un solo Evangelio.
- Hacia un nuevo amanecer
Pedro: la Roca y la Fragilidad
Su fe fue impetuosa: caminó sobre las aguas… pero se hundía (Mt 14:28-31). Confesó a Jesús: “Tú eres el Cristo” (Mt 16:16), pero también lo negó la noche de Getsemaní (Jn 18:15-27). Jesús lo denominó “roca” elegida, pero temblorosa, y, a pesar de ello, edificó sobre ella su iglesia. A pesar de la traición le pidió amor para continuar siendo pastor. En Pedro se encarnó la autoridad pastoral y el testigo fiel de Jesús, pero en fragilidad humana asumida y transformada en servicio.
Pablo: El Rayo y la Razón
Pablo amenazó -con celo fariseo- a los seguidores de Jesús. Un destello lo derribó: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9:4). El perseguidor se convirtió en el Apóstol de los Gentiles. Se puso al servicio incondicional del Evangelio. Escribió cartas ardientes, fundó comunidades a pesar de los peligros, debatió en el Areópago (Hch 17:22-34). Fue misionero incansable, teólogo abierto a todos los pueblos. Su cruz: el sufrimiento físico y la incomprensión constante, “llevando en el cuerpo la muerte de Jesús” (2 Cor 4:10).
Danza de los Contrastes y un solo Evangelio
No hubo -entre ellos- armonía fácil: un serio conflicto en Antioquía (Gál 2) entre Pedro -guardián de la tradición- y Pablo -heraldo radical de la libertad en Cristo. Juntos, guiados por el Espíritu, nos enseñaron el camino. Pedro y Pablo se reconocieron mutuamente: fueron Raíz y Expansión, Estabilidad y Movimiento. Tradición viva y Profecía audaz. Los dos murieron en Roma y quedaron unidos “para siempre”, como columnas gemelas que sostienen el mismo edificio.
Hacia un nuevo amanecer
El sucesor de Pedro, León XIV está llamado a sintetizar las virtudes de Pedro y Pablo: combinar tradición, audacia, misericordia y diálogo. Debe ser roca para sostener y rayo para iluminar, guiando a la Iglesia hacia nuevas fronteras con valentía y esperanza.
León XIV está llamado a ser “Misionero Audaz y Profeta del Encuentro”. Debe poseer la valentía paulina para llevar el Evangelio a las nuevas “fronteras” existenciales, culturales y digitales, dialogando con el mundo como Pablo en el Areópago. Necesitará la claridad teológica para iluminar los desafíos contemporáneos y la pasión por la justicia que caracterizó al Apóstol.
Conclusión
Pedro y Pablo. Dos caminos, una fe. Dos carismas, una Iglesia. Su danza dialéctica es el alma de la misión cristiana. El nuevo Papa está llamado a escuchar su eco: a ser roca que no teme al mar, y rayo que ilumina sin quemar; pastor que conoce el olor de las ovejas, y misionero que cruza desiertos por amor. Que su ministerio sea un puente vivo entre la firmeza de Pedro y el fuego de Pablo, para gloria de Dios y servicio del mundo. Amén.
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