Rutina. Normalidad. Planes para mañana… “Comían, bebían, se casaban…” Así describe Jesús la vida en tiempos de Noé. No estaban haciendo nada malo. Simplemente vivían. Y de pronto: “Llegó el diluvio y se los llevó a todos.”
¿Qué nos está diciendo Jesús hoy?
Algo que nadie quiere escuchar: ¡tu vida puede cambiar en un instante!. No cuando estés listo. No cuando hayas terminado tus proyectos. Sino justo cuando creas que todo está bajo control.
Y luego viene esa imagen que nos estremece: “Dos estarán en el campo: uno será tomado, el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo: una será tomada, la otra será dejada.”
Esta es nuestra experiencia humana más dolorosa: ver cómo las relaciones se desgajan, cómo los caminos se separan. Dos personas juntas, haciendo exactamente lo mismo. Mismo lugar, mismo trabajo, misma vida. Y de pronto, cada uno por su lado.
Pero escuchemos bien: Jesús no nos habla de una tragedia cósmica. La llegada del Hijo del Hombre no es el fin del mundo como castigo. Es la llegada en gloria del Jesús de los Evangelios, del Hijo de Dios que viene a encontrarse con nosotros.
¿Cómo será este encuentro?
Y aquí está la pregunta que nos atraviesa: ¿cómo será ese encuentro?
¿Tendremos que avergonzarnos? ¿Será bochornoso, incómodo, porque no hemos creído en Él? ¿Porque hemos vivido como si no existiera? ¿Porque lo hemos dejado en segundo plano mientras perseguíamos mil cosas que al final no importan?
O, por el contrario, ¿será el encuentro más esperado, más maravilloso de nuestra vida? ¿Podremos mirarle a los ojos y decirle: “Tú sí que eres el Redentor del mundo, el Liberador, el que hace realidad nuestros mejores sueños”?
Esa es la diferencia entre los dos que estaban en el campo. No es dónde estaban. Es cómo estaban. Despierto o dormido. Presente o ausente. Vivo de verdad o solo sobreviviendo en automático.
¡Estad en vela!
Por eso Jesús nos dice: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.”
Adviento no es nostalgia de un nacimiento de hace dos mil años. Adviento es ahora. Es prepararte para lo Inesperado que irrumpe en tu vida hoy.
Esa llamada que no esperabas. Ese diagnóstico que lo cambia todo. Esa oportunidad que aparece de la nada. Ese encuentro que parte tu historia en dos. Y sí, también esa llegada definitiva del Señor que no sabemos cuándo será.
Cuando llegue lo Inesperado
Y cuando llegue lo Inesperado —porque llegará—, puede ser de dos formas: gracia que te transforma, te eleva, te despierta… o desgracia que te encuentra vacío, distraído, ausente de ti mismo.
Adviento es recuperar la capacidad de sorprendernos. De soñar. De esperar lo extraordinario en medio de lo ordinario.
No vivamos como si Dios fuera un espectador lejano de nuestra rutina. Él viene. Está viniendo. Quiere irrumpir en tu vida, no para condenarte, sino para realizarte, para hacer realidad lo que ni siquiera te atreves a soñar.
Conclusión
La pregunta no es cuándo vendrá lo Inesperado.
La pregunta es: cuando llegue… ¿nos encontrará despiertos?
Que este Adviento nos despierte del sueño. Que reavive en nosotros la esperanza. Que nos prepare para recibir al que viene no con vergüenza, sino con el corazón abierto de quien espera al Amigo, al Salvador, al que da sentido a todo.
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