Hoy celebramos algo extraordinario: en la unión de Joaquín y Ana, Dios Padre preparó a la Madre de su Hijo. Todo su ser fue creado para engendrar a Jesús en la humanidad. A la concepción inmaculada de Jesús precedió la concepción inmaculada de su Madre, la “llena de gracia”.
La bendición que olvidamos
Hemos hablado tanto del “pecado original” que olvidamos la bendición original. Dios vio lo que había creado y era bellísimo. Bendijo a Adán y Eva, hechos a su imagen y semejanza. Esta es nuestra verdad primera: fuimos creados benditos, hermosos, buenos.
Pero el Mal —ese misterio inexplicable— se hizo presente desde el principio. Contaminó a nuestros primeros padres y desde entonces nos contagiamos unos a otros. “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”, dijo Jesús. “Todos hemos pecado”, confirmó san Pablo.
¿Por qué somos pecadores? Porque el Mal ejerce una influencia misteriosa sobre cada uno: en algún momento sucumbimos. Porque nos contagiamos mutuamente y no tenemos un antivirus adecuado. Porque siempre llega el momento en que perdemos la inocencia.
Y pecamos también por algo más profundo: queremos conocerlo todo, dominarlo todo, traspasar nuestros límites… ser como Dios. Esa tendencia egolátrica irreprimible nos hace luchar entre nosotros, porque todos queremos “ser más” que el otro. Rechazamos vivir en Alianza con Dios. Creemos bastarnos a nosotros mismos.
Un nuevo comienzo en María
Pero Dios tenía otro plan. Si Jesús fue el inicio de una nueva Humanidad —la humanidad auténtica, imagen y semejanza de Dios—, ese comienzo se anticipó en aquella mujer escogida para ser su madre virginal.
Decimos “madre virginal” porque su maternidad excede cualquier otra maternidad humana. No solo porque concibió sin varón, sino porque lo que nació de ella fue Santo, Hijo de Dios. ¿Qué varón podría colaborar con María para engendrar al Hijo de Dios? Este misterio solo fue posible porque el Espíritu Santo se apoderó de ella, en su espíritu y en su cuerpo.
Así aconteció el nuevo Génesis: inmaculado, santo, la nueva humanidad.
Y aquí está el misterio más profundo: María no solo concibió por obra del Espíritu Santo. La Iglesia confiesa que ella misma fue concebida por obra del Espíritu Santo, también santa, inmaculada. En ella, Dios inició una nueva y portentosa fecundidad, un nuevo génesis.
Al pronunciar su “sí” —su fiat— María, “la agraciada desde el principio”, rejuveneció a la humanidad. La reconectó con la Gracia original, la gracia de la Creación sin pecado.
Dante lo expresó bellamente: “María es más joven que el pecado”. Porque al principio no fue así… el pecado no existía.
Esa bendita concepción de Jesús se vio anticipada y preparada en la concepción de María. Dios quiso iniciar en la Madre de su Hijo “un nuevo comienzo para la humanidad”, un misterioso “Hagamos a la Mujer a nuestra imagen y semejanza”.
La Gracia original
Pensemos hoy en la “Gracia original” y en el deseo divino de que venza y sea recuperada. Hay una emocionante oración litúrgica que dice:
“Oh Dios, que amas la inocencia y se la concedes a quien la ha perdido”.
La fiesta de la Inmaculada nos invita a rejuvenecer, a recuperar la inocencia perdida, a entrar en la nueva humanidad donde Jesús es el nuevo origen y María la primera agraciada.
Sintámonos hoy “santos e inmaculados en su Presencia”, habitantes del primer Paraíso, un nuevo Adán, una nueva Eva. Sintámonos ya -anticipadamente- ciudadanos de la nueva Jerusalén, del cielo nuevo y la tierra nueva.
Plegaria
Abbá nuestro, todo surgió bellísimo y bueno de tus manos creadoras; pero el misterioso Maligno introdujo la deformación y el ser humano se alejó de ti. Hoy nos llamas a celebrar el nuevo origen, la victoria de tu proyecto inicial. Manifiéstanos tu belleza y bondad para que nunca más nos separemos de ti.
POEMA – CANCIÓN
[ESTRIBILLO]
Inmaculada, mujer del nuevo Génesis, llena de gracia, latido virginal.
Cuando te miran, se enciende la esperanza, jardín que guarda la Gracia original.
Inmaculada, sonrisa de otro tiempo, más joven que el mismo despertar.
En tu silencio amanece lo imposible, Madre que estrena la humanidad.
[ESTROFA 1]
Todo era hermoso al salir de sus manos, luz derramada sobre el primer hogar.
Pero el misterio del Mal abrió una sombra, y la inocencia empezó a naufragar.
Quisimos todo, ser dueños de la vida, rompiendo el hilo de la conexión.
Y sin embargo, en el fondo de la noche, Dios susurraba una nueva canción.
[ESTRIBILLO]
Inmaculada, mujer del nuevo Génesis, llena de gracia, latido virginal.
Cuando te miran, se enciende la esperanza, jardín que guarda la Gracia original.
[ESTROFA 2]
En Ana y Joaquín comenzó la sorpresa: una semilla distinta a las demás.
Dios te pensaba, pequeña e inmaculada, antes del miedo, del daño y la ansiedad.
Madre virginal, morada del Espíritu, tu “hágase” rompe la oscuridad.
En tu fiat tiembla el viejo paraíso y se levanta una nueva humanidad.
[ESTRIBILLO]
Inmaculada, mujer del nuevo Génesis, llena de gracia, latido virginal.
Cuando te miran, se enciende la esperanza, jardín que guarda la Gracia original.
[ESTROFA 3 – FINAL MEDITATIVO]
Tú nos recuerdas que fuimos inocentes, que en nuestros sueños aún late el primer bien. Contigo, Madre, perdemos la armadura, somos capaces de amar otra vez.
Inmaculada, mujer del nuevo Génesis, llena de gracia, latido celestial. Quédate cerca, sostiene nuestra historia, haz de este mundo tu casa y tu altar.
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