DEICIDIO, HOMICIDIO, SUICIDIO – ¡MATAR AL AUTOR DE LA VIDA!

Es extraño que las lecturas primera y segunda de este tercer domingo de Pascua -18 de abril , nos hablen del “pecado”: la lectura de los Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como “deicidio” (“matar al Autor de la Vida”) y la lectura de la carta de Juan como “mentira”. Por muy inteligentes que seamos, se nos oculta casi siempre el mal. Es muy difícil descubrir que es real, porque el mal se camufla, nos engaña. Por eso, la realidad del mal, no nos aterra y convivimos con ella como con un monstruo transfigurado, como con un lobo con piel de oveja: el mal nos lleva a eliminar a Dios, a eliminar a la persona que se nos opone… y, al final… a ¡eliminarnos a nosotros mismos! ¿Somos conscientes de ello?

El pecado como “deicidio” y “mentira”

La Resurrección de Jesús es “apocalipsis” o “revelación”: en ella se nos manifiesta qué es el pecado, el mal y qué horribles consecuencias trae consigo. La resurrección de Jesús -que es la victoria sobre el mal- nos abre los ojos: 

  • para comprender lo que es verdadero y lo que es falso,
  • para detectar los horribles efectos y  consecuencias del mal,
  • para llegar a una inteligencia del mal, pues “no sabemos lo que hacemos”, como decía Jesús desde la Cruz, pidiéndole al Abbá que nos perdonase: porque como dice san Pedro en la segunda lectura de hoy: “¡Matásteis al autor de la Vida!”. ¿Se puede decir algo más horrible?

No exageraba el teólogo protestante Karl Barth cuando describía el Pecado con tres palabras:

  • deicidio, porque no solo dice que “Dios ha muerto” – también “¡nosotros los hemos matado!”
  • homicidio: porque el mal nos lleva a luchar contra el otro, a demonizarlo, y por lo tanto a suponer que matándolo hacemos lo que hay que hacer;
  • y suicidio: porque quien a hierro a mata a hierro muere… al final inocula en nosotros el odio a nosotros mismos… ¡así no merece la pena vivir! y llega la tentación suicida… ¡cuántos caen en ella!
  • Quien se deja dominar por el Mal se vuelve instrumento de muerte a todos los niveles. Lo peor es ¡no darse cuenta de ello! Eso es matar la vida, al autor de la Vida.

El Resucitado es nuestro Defensor

Pero al mismo tiempo que descubrimos este horror del Mal, se nos anuncia la victoria sobre el mal y el pecado.

  • Ante el mal y el pecado no estamos sin armas y sin protección.
  • El Resucitado se nos ofrece para ser nuestro escudo, nuestro Defensor, nuestra vida.
    • Escuchar su Palabra y acogerla es vida;
    • comulgar su cuerpo y sangre es vida;
    • confiar en Él es confiar en la Vida;
    • seguirle es seguir la Vida.
  • Quien vive en Cristo Jesús
    • se da cuenta de la monstruosidad del mal, pero siente la paz,
    • supera sus dudas,
    • comprende el sentido del sufrimiento,
    • se vuelve testigo de la vida.

Con la sensibilidad del Espíritu

Quien es testigo de la Vida, de Jesús resucitado, recibe del Espíritu Santo:

  • una especial sensibilidad para detectar las redes del mal.
  • Le es revelado cómo el mal se camufla y le es concedido el don del “discernimiento de espíritus”.
    • No se confunde ni se autoengaña.
  • Decía Jürgen Moltmann que el auténtico criterio evangélico sería éste: “aquello que tú puedes colocar en la cruz de Cristo Jesús es cristiano; lo que allí resulta impropio, inadecuado no es cristiano”. La cruz de Jesús nos hace comprender qué es malo y qué es bueno.
    • Si Jesús en la cruz disculpa, no será entonces bueno, acusar a los hermanos;
    • si Jesús en la cruz está desnudo, no será tan bueno preocuparse tanto de cómo uno se viste, aunque sea en las situaciones más solemnes;
    • si Jesús en la cruz quiere ser signo de reconciliación, no es cristiano evitar caminos de reconciliación, protestando contra la sociedad, acusándola siempre de no sé cuantos males, exagerando la importancia del mal…
    • Nosotros, la Iglesia católica, deberíamos preguntarnos si todo lo que hacemos, si nuestras estructuras y modos de actuar, tendrían su marco adecuado en la cruz de Jesús….

Abbá mostraba de esta manera su complacencia con el acontecimiento de la Cruz. Desvelado el mal, nos invita a vencer el Mal a fuerza de Bien, a ser testigos de la victoria del Bien sobre el Mal y a no sobrevalorar a éste último, porque tiene los días contados.

  • ¿Por qué estáis tan asustados? ¿por qué tenéis dudas en vuestro corazón?
    • El evangelio de hoy nos muestra la bella pedagogía de Jesús ante sus discípulas y discípulos, sobresaltados por la aparente fuerza del mal. Las preguntas de Jesús revisten una ternura imrpesionante:
    • ¡Ved mis manos y mies pies! ¡Soy yo mismo! ¡Tocadme! ¡Mirad! ¡Todo…  tenía que cumplirse!¡Hay que anunciar a todas las naciones que vuelvan a Dios! 

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