EL SECRETO DEL PLANETA AZUL: ES EUCARÍSTICO

Nos podemos preguntar: ¿porqué existe todo lo que existe? ¿porqué esta maravilla de “planeta azul”? En él constantemente se gesta la vida… evoluciona, madura y al fin… se despide. El nuestro es un “planeta de paso”, habitado por diversas humanidades. El sol y la luna lo vigilan y cuidan permanentemente.

Contemplado desde el espacio, nuestro planeta es “misterioso”. Es inimaginable lo que en él se encierra, como presencia, como recuerdo o memoria, como posibilidad. Contemplado desde el espacio no es el planeta de una religión, de un único régimen político. No es un planeta dirigido por un cerebro central que todo lo predetermina.

El nuestro es el planeta de las probabilidades, de los misterios, donde el futuro no tiene porqué parecerse al pasado; donde su secreta eco-evolución puede transfigurarlo, removerlo, inquietarlo. Es el planeta de las libertades poderosas y débiles, el planeta donde la gente se enamora, genera amistades, se asocia en grupos, se interconecta, pero también el planeta de los divorcios, de las enemistades, de las guerras de todo tipo, de las revoluciones.

Nuestro planeta es el espacio donde se superan los límites de lo obvio: y aparece el arte en todas sus más variadas y todavía más, en sus inéditas formas: es el planeta de los museos, de los conciertos, del las proyecciones cinematográficas, de las representaciones musicales, del asombroso arte popular, del folclore. Es el planeta donde se cultiva la inteligencia en sus múltiples expresiones: y en él surgen universidades, escuelas, centros de investigación, bibliotecas, producción bibliográfica incesante… ¡tesoros de sabiduría! El nuestro es el planeta que nos sorprende con las nuevas tecnologías, con medios impensables de comunicación que recorren inmediatamente los espacios y disminuyen el tiempo, que nos vuelven visibles en las mayores distancias y nos permiten estar presentes cuando localmente estamos ausentes. Es el planeta en el cual nuestra inteligencia en sus múltiples expresiones alimenta y configura una inteligencia artificial compartida.

Y todo ésto en acción nos hace sentirnos en un mundo “muy complejo”, a veces en un mundo desbocado y sin suficiente control, en el mundo de las sorpresas, de las más sorprendentes noticias,

Nos sentimos con la responsabilidad de “cuidar” nuestro planeta. Es un regalo único que no debemos desperdiciar. Por eso, las naciones, cuando es la buena voluntad la que las reúne, se plantean agendas, objetivos, para que se evite el calentamiento, la contaminación, para que la producción no genere espacios de pobreza, para que los derechos de los seres humanos y también de los vivientes y sus ecosistemas sean respetados, cuidados.

El autor de Todo, el Creador, quiso que su propio Hijo, el Verbo, se hiciera carne y “naciera de María virgen por obra del Espíritu” en este planeta. El designio era arriesgado, pero también primoroso. Los profetas lo presentaban como “el deseado de todas las naciones”. Pero su paso por el planeta fue efímero: unos treinta y tres años…. y fue expulsado de la tierra de los vivos por un delegado del Imperio y por el acoso de aquella que parecía ser “la religion verdadera”, en la que Dios había ido poco a poco revelando su rostro a la humanidad y a la creación.

No quiso el Creador -en reacción y venganza- destruir de un plumazo su preciosa creatura: “tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Unigénito”. Pero sí que le envió a su Espíritu para que llenara toda la tierra. El clamor de los creyentes es y se repite siempre: “Ven Creator Spiritus”.

Este planeta de entradas y salidas está permanentemente bajo la presencia del Espíritu del Padre y del Hijo. Él es el Amor que se derrama. Él es la Belleza que se asoma. Él es la Bondad que vence el mal. Él es el Porvenir que vencerá al más brutal de cualquier futuro generado por el ser humano.

Esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”. Y nos preguntamos, ¿dónde, cómo, cuando? De seguro que escucharemos un día del Creador ésto: “He aquí que todo lo hago nuevo”. Mientras tanto tenemos mucho que hacer para que este planeta mejore. Podemos disfrutar mucho con otros, con todos, de un planeta más habitable. Cada generación que viene debe descubrir “el sentido de su existencia”, la misión que puede hacer que todo mejore. Por eso, es tan necesario, “bautizar la vida que nos llega” en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y “comulgar la vida que nos alimenta”, el gran regalo de Jesús y de su Espíritu: “Tomad y comed, ésto es mí Cuerpo ¡por vosotros!…. Esta es mi Sangre ¡derramada por vosotros! La Eucaristía nunca es de entrada y salida… “Estaré con vosotros todos los días, hasta el Fin” y la Palabra, por la que todo fue hecho, nunca dejará de hablarnos.

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