Es así como lo recuerdo: una sonrisa obstinada, acompañada de un gesto elegante de las manos que ratificaba, subrayaba, energizaba, aquellas breves, justas y elegantes palabras que salían de su boca.
Esa sonrisa ha durado hasta extenuarse, acosada por el debilitamiento de los muchísimos años. Paulino Álvarez Valbuena acaba de dejarnos el 17 de junio de 2009, en la hora de Emaús… cuando quizá hubiéramos querido que se quedara con nosotros un poco más.
Su sonrisa era característica: no era ñoña, sino varonil, inteligente y a veces irónica, franca y tímida, sin recámara y respetuosa (nunca traspasaba el espacio del respeto).
Los años fueron embelleciendo su alma. Quien poco se valoraba, iba ganando rápidamente en valor. Así lo veíamos quienes con él entrábamos ocasionalmente en contacto.Le he conocido como personaje alternativo: fue formador, pero no tenía el estilo de los formadores; fue educador, pero había en él algo que excedía el estilo de los educadores; le encantaba “lo laico”, pero se acercaba temerosa y humildemente para curiosear el misterio de lo “santo”; era un sabio, pero admiraba siempre más “otras sabidurías” que no fueran la suya. Su timidez lo acercaba a todos y todos nos sentíamos acogidos por su cálida timidez.
En tiempos difíciles fue un educador que muchos recuerdan, veneran, agradecen y que nada tenía que ver con la “mala educación” de nuestro premiado cineasta. Hasta parecía a veces más que un educador, un forofo de aquellos a quienes educaba. ¡Cuánto los valoraba! Por eso, sus correctivos no destruían el afecto.
A quien fue “educador de bachilleres” le resultó difícil convertirse en “formador de filósofos”, de aquellos a quien ahora llaman “de la década prodigiosa”. No le resultó fácil el reajuste, porque la anterior misión le había configurado. Él nos trajo un espíritu abierto, un poco laico, coherente con los principios de responsabilidad y alejado de cualquier forma de hipocresía o de chantajes afectivos. Era el equilibrio necesario en un mundo eclesiástico y religioso que todavía no presentía la “Gaudium et Spes”
En sus últimos 33 años tuvo en el templo del Corazón de María de Ferraz su cátedra: era el confesonario -el más cercano a la calle- donde su sonrisa acogía, escuchaba, comprendía, hacía presente a su querido Señor. Paulino amaba lo humano y lo divino, se apasionaba por todo; vivía en dos mundo que le ayudaron a distender su alma y -creo yo- que también sus años.
Su cuerpo fue perdiendo estabilidad, pero nunca su sonrisa. En ella se expresaba su fe, enriquecida por tantas apasionadas experiencias de lo humano; en ella se traducia su amor-amistad y compasión, tan tímido pero tan real y expansivo; en ella -sobre todo al final- se mostraba su esperanza confiada en el futuro de su ya largo pasado -y es que siempre nos pareció un anciano con futuro-.
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Muchas gracias, P. J. Cristo Rey, por esa magnífica página dedicada al P. Paulino. Subrayo todo lo que dices. Un fuerte abrazo.
Estimado P. Garcia Paredes: Leí con mucha emoción el articulo que usted escribió sobre mi tio. He podido comprobar,que usted le conocia perfectamente.
En nombre propio y en el del rsto de los sobrnos del P. Alvarez Valbuena,agradezco la semblanza de su escrito.
Me gustaria mantener correspondencia con usted.
Le saluda atentamente. Juana Alvarez.
Buenas días.
He leído su resumen sobre mi tio Paulio y no sabe cuanto se lo agradezco, porque me ha emocionado mucho.
María Guadalupe, cuánto le agradezco su reacción a mi reflexión y saber que también para usted, él era así.
Buenos días padre José.
Todos los sobrinos, de los seis que erámos , estuvimos muy cerca de mi tio Paulino. Sin embargo, yo, quien heredé de mi abuelelo “el gusanillo de la política” mantuve permanentemente con él conversaciones al respecto. Eran enriquecedoras aquellas charlas, incluso a veces acaloradas, porque, aunque en lo esencial siempre estuvimos de acuerdo, en algunas ocasisones manifestabámos diferentes puntos de vista.
Recuerdo, cuánto quería a sus hermanos y cómo disfrutaba con ellos. Se reía a carcajadas. Era feliz y no lo disimulaba. Y cuando regresaba a sus actividades eclesiásticas, apenas dejaba entrever un atisbo de tristeza.
Es verdad padre José, usted le conocía muy bien, usted ha hecho una descripción exacta de su vida, tanto el lo humano como en lo divino. Es el mejor regalo.
Le reitero mi agradecimiento y le saludo afectuosamente.
Descanse en paz. Recuerdo con agrado las charlas con el p. Paulino. Y cómo la gente le buscaba y le quería. Mi pésame a toda la familia. En Rusia sentimos mucho su muerte.
Ya pasaron màs de cinco años en que nos dejo el P Paulino Alvarez , a quien tuve la suerte de conocer cuando era director del colegio del Corazon de Maria en Segovia y yo estudiaba el bachillerato en ese centro. Siempre cordial con su sonrisa perenne y dispuesto a escuchar a quien le requeria.
Ocho dias antes de su fallecimiento nos reunimos en el colegio en Segovia , quienes hicimos bachillerato cuando el era Director e incluso le visitaron algunos compañeros para que asistiese a los actos, se animo , pero termino por mandarnos unescrito de animo y recuerdo.
Que poco pensabamos que ocho dias despuès nos dejaria.
Descanse en paz u hombre bueno y un claretiano ejemplar