Si algo echamos en falta dentro de la humanidad es “la paz”. Nuestro planeta azul está tejido por una red inexplicable de tensiones violentas y virulentas. En la tierra nos sentimos inseguros: la guerra de los virus, la guerra de las armas. En cualquier lugar nos puede acechar la violencia que atenta contra nuestra salud. ¡Cuántas muertes produce cada año, cada mes, cada día, la violencia y la virulencia que nos habitan! Entre las naciones, entre las mismas regiones, existe una sórdida hostilidad, que no cede ante el enfrentamiento, la muerte, la extorsión. Hasta la madre naturaleza gime. Pero también en nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestras comunidades. Y nos preguntamos: ¿Llegará algún día la paz? ¿Existirá la salvación? ¿Habrá solución? La liturgia de este domingo 14 del tiempo ordinario, 5 de Julio de 2020, nos ofrece unas claves de solución.
El “mesías” que trae la paz: humilde y justo
El profeta Zacarías anunció hace siglos al pequeño resto de Jerusalén, al grupo de los humildes y humillados la llegada de una alternativa:
- un rey humilde, justo y victorioso, montado en un pollino -cría de asna-.
- Él acabará con la violencia, con la guerra, con las armas de muerte.
- Él desbordará los límites de Israel y anunciará la paz a todas las naciones. Su dominio llegará a todo el mundo.
¿Será posible este sueño profético? ¿Por dónde llegará o está llegando el rey humilde victorioso, justo, que anuncia a todos la paz?
En todo caso, se nos da una clave: sólo la humildad, la justicia y el amor, son el Mesías que trae la paz a las naciones.
El Espíritu “nos es entregado” sin medida
¿Qué hacer para tener un espíritu alegre, emprendedor, creativo, esperanzado?
- No pocas veces nos vemos habitados por un espíritu lánguido, apesadumbrado, taciturno, desanimado.
- No es fácil vivir en un mundo tan complejo y tan enfrentado. Cada situación perversa, deja en nuestro espíritu su huella.
Vivir en esta condición deprimida es “vivir en la carne”, como Pablo lo llama.
- No creamos que la “vida en la carne” es diversión, felicidad, desbordar los límites, creatividad… No.
- La vida en la carne es vida en la corrupción, es vida amenazada de muerte. Es vida sin salvación, sin perspectivas.
En cambio, vivir en el Espíritu de Jesús es:
- felicidad, es resurrección,
- animo inabatible,
- constante capacidad creadora.
El Abbá es la fuente del Espíritu. Él nos entrega el Espíritu sin medida. ¿Qué hacer para recibir este Santo Don? ¿Qué hacer para no cerrarnos a su efusión constante? Por doquier, en cualquier momento, el Espíritu -que resucitó a Jesús de entre los muertos- nos es donado. ¿Qué hacer para que no caiga en saco roto tanta gracia?
- ¡No confiar en nosotros mismos como si fuéramos la última instancia!!
- Ser conscientes de que una Gracia Misericordiosa nos envuelve.
- No apenarnos por nuestras limitaciones. Poner la confianza en el Señor y esperar sin vacilar.
Por dónde llega la alternativa
Es llamativo ver hacia adónde apunta Jesús en su oración al Abbá.
- Lo que le agradece podría parecernos sin importancia. O mejor, Jesús le agradece al Abbá lo que para nosotros tiene poca importancia: el haber revelado su Misterio a los pequeños y no a los sabios e inteligentes.
- ¿De qué nos sirve -dirían muchos- que los pequeños, los últimos, los desplazados, conozcan el Misterio, tengan las claves de la solución de los problemas, si nada de eso le es revelado a los poderosos, a los que rigen los destinos de los pueblos?
- A quien debiéramos consultar es a quienes han recibido la “revelación”.
- Hoy mismo, Jesús quedaría fuera de las mesas de consulta, porque nos parecería “poco preparado”, demasiado “simple” o “sencillo”.
- Sin embargo, ahí está la solución.
- Jesús es el Maestro humilde que trae consigo la solución a todos nuestros problemas.
- Sólo en Él encontraremos el auténtico descanso.
- Su yugo es suave y su carga ligera.
- Él es el Príncipe de la Paz.
Jesús es habitado por un espíritu de mansedumbre, de humildad, de paz y desagobio, de no rigidez.
- Al parecer, estas palabras del Señor fueron dichas dentro de un determinado contexto: el talante magisterial de Jesús en contraste con el talante magisterial de los maestros en Israel.
- Los Maestros de Israel adoptaban un estilo soberbio, autosuficiente, presuntuoso, discriminador. De ellos decía Jesús que cargaban pesados fardos sobre la espalda de la gente, mientras que ellos no colaboraban para levantar la carga ni con un dedo.
- Jesús es Maestro humilde, no presuntuoso. Jesús, sin embargo, dice que su yugo es llevadero y su carga ligera. Al hablar de yugo está indicando que –tal como ocurre con los bueyes uncidos al yugo- la carga compartida es menos carga y Jesús está dispuesto a compartir el yugo y la carga con su discípulo. Él sabe compadecerse porque ha pasado por una situación parecida.
Jesús da gracias al Abbá porque quienes mejor acogen y comprenden sus misterios no son los sabios y entendidos, sino la gente más humide y sencilla. A ellos les revela el Hijo todo lo que el Abbá le ha comunicado.
Una buena oportunidad para preguntarnos…
¡Qué buena oportunidad nos ofrece este domingo para que nos preguntemos qué espíritu nos mueve y qué tipo de magisterio ejercemos, individual y colectivamente en la Iglesia y desde la Iglesia.
¿De quién está más cerca nuestro magisterio, del magisterio de Jesús o del de los fariseos?
- ¿Colaboramos a la paz social, a la reconciliación?
- ¿Aportamos soluciones a los problemas de la familia, de los grupos minoritarios, de aquellos que se sienten marginados, o cargamos fardos pesados?
- ¿Trae nuestra proclamación moral alivio o agobio, inquietud o descanso?
- ¿Aprecia la sociedad en nosotros la humildad y mansedumbre de Jesús o la violencia de los maestros de la ley?
Son preguntas muy serias éstas; de ellas depende nuestra credibilidad social.
Para contemplar:
LA SOLUCIÓN ERES TÚ
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