La gracia del “buen humor”

No es fácil definir en qué consiste el buen humor. Tampoco representarse a la “llena de gracia” desde la perspectiva del humor, como lo hace esta imagen ingeniosa del claretiano P. José María Viñas. Interesante la descripción del humor que hace un gran experto en el tema, Eduardo Jáuregui:

“El humor es una herramienta multiusos de altísima biotecnología. Conecta y comunica a la gente sin cables ni Wi-Fi. Fomenta la salud sin efectos secundarios. Genera una gran energía productiva sin contaminar la atmósfera. Y aunque no corta el cesped ni trocea los alimentos a tres velocidades, permite disfrutar más de cualquier tarea cotidiana y superar los malos humos cuando el cortacesped se traga el billete de cien euros o el robot de cocina te riega de sopa” (Eduardo Jáuregui, El sentido del humor: manual de Instrucciones, RBA, Barcelona 2007).

Algunos pensadores han dedicado sus reflexiones al humor[1]; otros se han centrado en el humor cristiano[2]; éstos últimos han descubierto la necesidad de poner buen humor en la vivencia, en la explicación y en la misión de la fe.

Sin buen humor ¡qué desgracia!

No deja de ser llamativo, el hecho de una ausencia sistemática del concepto de “buen humor” en la reflexión teológica y frecuentemente también en la vida espiritual, en la pedagogía formativa. Es raro encontrar referencias al humorismo cristiano en la literatura teológica. Max Joseph Metzger, muerto el 1944, decía: «Sonreír complacidos es una gracia, de la cual por desgracia los teólogos no hablan». Aunque dos de los más grandes teólogos de nuestro tiempo nos piden un cambio de actitud. Karl Barth, tres semanas antes de morir (+1968) escribió:

«Un cristiano hace buena teología cuando, en el fondo, está siempre alegre. Sí… cuando se aproxima a las cosas con humor. Hay que guardarse de los teólogos malhumorados. ¡Ay de los teólogos aburridos! Ya sé que estamos rodeados de mucha tristeza por doquier. Hasta nosotros mismos resultamos a veces compañeros tan poco agradables… Pero como un buen teólogo nunca se sirve a sí mismo, sino a El, al Padre de Jesucristo, puede mirar con alegría y esperanza a su prójimo, que siempre es amado por Dios, e incluso a sí mismo. Puede reír de corazón, no obstante todo y puede reírse de sí mismo»[3]

Alguien ha puesto en boca de Karl Rahner las siguientes palabras, de las que no tengo certeza que él as hubiera pronunciado:

«Reíd de vez en cuando, reíd libremente. No tengáis miedo de reír de forma un poco estúpida y superficial. Colocada en su justo lugar esta superficialidad es más profunda que vuestra atormentada profundidad de pensamiento, inspirada solo en la soberbia espiritual, en una soberbia que no puede soportar el hecho de ser solo un hombre… Reíd. Porque esta risa es una declaración de que sois hombres».

A la vida de la Iglesia le falta también humor. No se ha publicado todavía una Encíclica sobre el buen humor, ni se han convocado congresos para tratar este asunto. Son muy serias nuestras liturgias oficialistas y sus cantos nos invitan a poner rostros sombríos y un tanto ficticios.

Delatan falta de buen humor esos gobernantes eclesiásticos que se ponen tan severos y rígidos cuando toman decisiones, cuando analizan un escrito que les parece poco ortodoxo, cuando abordan los problemas morales con tanta intransigencia y tan poca comprensión, cuando defienden a Dios como si Dios fuera a ser derrotado si ellos no actúan. Les falta el buen humor a pretendidos profetas, que nos fustigan con sus radicalismos y condenan nuestra relajación, que están siempre avizores para descubrir qué mal eclesial, sobre todo jerárquico, hay que denunciar, o qué documento de protesta hay que escribir.

¿De cuantos libros, encíclicas, documentos, podemos decir que nos han hecho sonreír al menos una vez? ¿Cuántos sermones, conferencias consiguen borrar de nuestros rostros el gesto adusto y tal vez resignado? ¿Qué decisiones de gobierno nos hacen entrar en la fiesta, en la algazara, en la ilusión?

No tienen “buen humor” esos movimientos eclesiales toman todo tan en serio, que se organizan como un gran ejército para que se opongaa la destrucción de la familia, al laicismo, al comunismo, al libertinaje; esos movimientos que se sienten llamados a “ir contracorriente”.

Hemos de recuperar el buen humor de Pentecostés, del Jesús que anuncia las bienaventuranzas o de las discípulas y discípulos que transmiten la resurrección de Jesús[4].

La gracia del “buen humor”

Dios nos ha dado impulsos para la nueva evangelización con el Papa bueno, Juan XXIII, con la exhortación a la Alegría de Pablo VI, con el breve Papa de la sonrisa, que hasta contaba chistes en sus audiencias y encandilaba a los niños.

No vamos a hacer una historia del buen humor de la Iglesia, aunque sería tan necesaria. Basta solo asomarse a esas historietas llenas de gracia que nos transmitimos de generación en generación para comprobarlo. En todo caso, es modélica y profética aquella oración de santo Tomás Moro, muerto el 1535, que reza así:

«Señor, dame una buena digestión

y, naturalmente, algo que digerir.

Dame la salud del cuerpo

y el buen humor necesario para mantenerla.

Dame un alma sana, Señor,

que tenga siempre ante los ojos

lo que es bueno y puro

de modo que,

ante el pecado, no me escandalice,

sino que sepa encontrar

el modo de remediarlo.

Dame un alma

que no conozca el aburrimiento,

los ronroneos, los suspiros, ni los lamentos.

Y no permitas que tome en serio

esa cosa entrometida

que se llama “el yo”.

Dame, Señor, el sentido del humor.

Dame el saber reirme de un chiste

para que sepa sacar

un poco de alegría a la vida

y pueda compartirla con los demás»

San Felipe Neri (+1595) tenía esta máxima: «Un espíritu alegre consigue más fácilmente la perfección cristiana que un espíritu melancólico». Le llamaban «el bufón de Dios» y, a pesar de ser consejeros de los papas y gozar de fama de santidad, aparecía ante los demás con formas poco convencionales, con un estilo cómico y desenfadado.

¿Cómo estar de buen humor en tierra extranjera?

Muchos acontecimientos nos están malhumorando. Sólo hay que ver cómo nos ponemos en ciertas circunstancias, cómo reaccionamos ante las contradicciones, cómo nos autocastigamos en los fracasos. Es cierto, que no está bien ser apáticos, “pasar de todo”, asumir con resignación las contrariedades de la vida sin más. Hay que luchar, hay que enfrentarse con la realidad, pero… ¡con buen humor!

Quizá alguien se pregunte y con bastantes razones a favor suyo:

  • ¿qué persona medianamente sensible, qué religioso o religiosa, pueden estar de buen humor cuando contempla la pobreza y la miseria de mucha gente, cuando es espectador de la muerte que llega a tantos inocentes, cuando participa de verdad en las tragedias que acosan a los grupos humanos?
  • ¿Quién puede sonreir cuando es testigo de excepción de dramas personales sin aparente solución?
  • ¿Cómo mantener el buen humor ante los conflictos internos de nuestros institutos, de nuestras comunidades, de las personas?
  • ¿Cómo es posible estar de buen ánimo y sonrientes ante la oposición de algunos a la autoridad, o ante las actitudes autoritarias de nuestros jerarcas, ante los bloqueos personales de nuestras comunidades, ante las tensiones de ciertas reuniones comunitarias, la evasión e individualismo de algunos religiosos y religiosas que sólo viven en la comunidad para aprovecharse de ella y realizar sus planes individualistas?
  • ¿Cómo asumir con buen humor la reducción de fuerzas para la misión, el envejecimiento y enfermamiento creciente de los hermanos o hermanas de congregación?
  • ¿Cómo acoger humorísticamente mis incoherencias entre aquello que proclamo y aquello que soy, mis defectos o pecados, mis tentaciones, la experiencia de mi vaciedad y nada?
  • ¿Cómo estar de buen humor cuando el trabajo nos agobia, cuando no nos sentimos valorados, ni amados, cuando nos tratan como a un cacharro inútil?

Sonreir a pesar de todo

«Hay humor allí donde se ríe, se sonríe a pesar de todo». Así definió con acierto el humor el poeta Otto J.Bierbaum. Hay humor allí donde esas situaciones vitales que acabamos de reseñar y muchas otras posibles no consiguen aplanarnos, no se convierten en una causa insuperable de tristeza, en un argumento que nos imposibilite la sonrisa.

«Sonreir a pesar de todo» no es una fácil receta para ser aplicada sin más en momentos conflictivos. Porque pocos lo consiguen durante un día, menos durante un mes, y muchísimos menos durante la vida. Tampoco es una difícil receta para héroes. Porque nadie consigue el buen humor a base de puños. El buen humor es una gracia, un regalo, un carisma. Es el carisma escondido que hace luminosos y bellos todos los demás carismas. El buen humor es santo. Está fuera de nuestras posibilidades. Viene de lo alto. No se consigue. Se contagia. Llega de improviso y todo lo envuelve en su parusía. Lo único que necesita es que se le espere. El buen humor a base de puños, de ascética, es un sucedáneo, no tiene autenticidad.

¿De dónde nace la fuerza interior para sonreir a pesar de todo? No de una teoría que todo lo explica, ni de una vigorosa estrategia interior, que todo lo supera. Para sonreir a pesar de todo no basta tener argumentos, sino estímulos interiores, vitales. Y no es suficiente haber logrado un equilibrio psicológico notable; pues hasta la persona más equilibrada no encuentra motivos para sonreir cuando le llegan las situaciones-límite como son la muerte física, la muerte de una amistad, la muerte de ilusiones que parecían cumplirse.

El buen humor toma en serio las realidades adversas, como el payaso (el clown) sobre el que parecen recaer todos los males del mundo, sin perturbarse. Expresa muy bien este tipo de humor un texto medieval, citado por K.Jaspers:

«Yo vengo, no sé de dónde,

yo soy, no sé bien quién,

yo muero, no sé porqué,

yo voy, no se adónde conduce mi vida:

me sorprende solo tener tanta alegría».(K. JASPERS, Chiffren der Transzendez, München 1972, p.12)

Dios nos ama… no obstante

El auténtico humorismo es signo de la cercanía de Dios, de la proximidad de sus ángeles. Pero tiene el peligro, de querer mantener su autonomía, de renunciar a traspasar la barrera del humor humano, de eludir el encuentro con Dios con una simple broma, después de haber sorteado los dramáticos «no obstante» de la vida. Quien se decide a traspasar la barrera, quien se arriesga, entra en el ámbito del humorismo de Dios. En esa zona uno es llevado, sin dejar de ser uno mismo. Es la zona en la que nada te turba, nada te espanta, de la santa indiferencia, del humor amable de Dios. Se trata de una gracia mística, de un carisma, cuyo germen ha sido sembrado en todo hombre y mujer.

El humor como carisma consiste en participar en el humor de Dios, en su felicidad-sonrisa «no obstante». A los filósofos y teólogos les resultaba difícil entender cómo Dios siendo acto puro, perfección lograda, pudiera verse afectado por el sufrimiento humano, por las vicisitudes de nuestra historia y de nuestra libertad. Pues bien, la categoría teológica de «humor» permite la conjunción de realidades contrarias y opuestas.

En Dios se integran admirablemente la felicidad y las desgracias, porque tiene el sentido divino del Humor. El misterio de la encarnación, el misterio pascual, el misterio de pentecostés, ¿no son manifestaciones muy serias del humor de Dios? Si lo cómico surge cuando nos damos cuenta de lo contrario, ¿no es cómico contemplar ese maravilloso trastrueque de Dios hecho hombre y del hombre hecho semejante a Dios? ¿ver a Dios kenotizado y al hombre divinizado? ¿No resulta sublime cumbre del humorismo divino, el que Jesús en la cruz, en el momento de la mayor debilidad, le hable a un ajusticiado del Paraíso?

El humor de Dios no se alimenta de risotadas, de gestos exaltados, de sensaciones epidérmicas. Es un humor hondo, que penetra hasta los entresijos del alma y lubrica todo el ser. Sólo quien comprende y experimenta este tipo de humor, puede ser un auténtico mensajero de la Buena Noticia.

Nuestra fe proclama que Dios Padre nos amó «no obstante». Nada le impidió amarnos. Ni siquiera el pecado deicida, el atentado que perpetramos contra su Hijo único, el Amado. Nuestra fe afirma el amor irreversible del Jesús hacia nosotros sus hermanos, y nada nos podrá separar de El, ni la muerte, ni la vida, ni lo presente, ni lo futuro (Rom 8,35-39). El Espíritu ha sido derramado sobre nuestros corazones y ese don es sin arrepentimiento. Nada ha podido, puede, ni podrá suprimir el enseñoreamiento amoroso y liberador del mundo por parte de nuestro Dios-Trinidad.  ¿Dónde está, muerte, tu victoria, tu aguijón? (1 Cor 15,55-56). El «no obstante» de Dios es la causa de nuestra sonrisa, de nuestra permanente sonrisa.

Se cuenta de santa Sabina, arrestada bajo el imperio de Decio (249-251), que durante el interrogatorio sonreía. Le preguntaron quienes la juzgaban por los motivos de su alegría. Y Sabina respondió: «Por la gracia de Dios. Somos cristianos. Quienes creen en Cristo reirán en la alegría eterna» (A.HAMMAN, Das Heldentum der frühen Märtyrer, Aschaffenburg 1958, p.88).

Los mártires han podido afrontar la muerte con humor, porque la contemplaba con los ojos de la victoria.

El mensaje que hay en el humor de los cristianos es el kérygma de la superación del mundo y de su angustia (H. THIELICKE, Das Lachen der Heiligen und Narren, p.96). Aquí, durante el decurso de nuestra vida, nuestra sonrisa se mezcla a menudo con las lágrimas en los ojos. El humor nos hace melancólicos del Paraíso. Es la melancolía de Dios injertada en nuestro corazón. El humor cristiano proclama que nada es definitivamente des-gracia.


[1] Cf. L.PIRANDELLO, L’umorismo, Oscar Mondadori, Milano 1986; H.BERGSON, La risa, Espasa Calpe, Madrid 1986; H. MÄRZ, El humor en la Educación, Sígueme, Salamanca 1976; J.L.SUAREZ RODRIGUEZ, Filosofía y Humor. El guiño de la Lechuza, Apis, Madrid 1988; J. FERNÁNDEZ SOLÍS, J.D. FRANCIA, Educar con humor, Ed. Aljibe, 2010; E. JÁUREGUI, Situating laughter: amusement, laughter and humor in everyday life, (tesis doctoral), European University Institute, 1998; ID., El sentido del humor: manual de instrucciones, RBA, Barcelona 2007; ID, Amor y humor: las claves científicas de las risas contagiosas, las comedias románticas, el sexo divertido y las locuras de amor, RBA, Barcelona, 2007; M. ROD, La psicología del humor, Orión ed., Madrid, 2008; Avner ZIV, El sentido del humor, Deusto, Bilbao 1989.

[2] En estas reflexiones voy a tener muy en cuenta los artículos y obras siguientes: ERIK THOENNES, Laughing through tears: the redemptive role of humor in a fallen world, en “Presbyterion” 32 (2007), pp. 72-83;  PETER BERGER, Reedeming laughter: the comic dimensión of human experience, Walter de Gruyter, Berlin (1997), pp. 87-95; HAROLD K. BUSH jr., Mark Twain’s american Adam: Humor as Hope and Apocalyse, en “Christianity and Literature” 53 (2004), pp. 291-314;  WERNER THIEDE, L’ilarità promessa. L’umorismo e la teologia, Edizioni Paoline, Roma 1989. Cf. J.L. SUAREZ RODRIGUEZ, Teología y Humor. La Gracia del Espíritu, Apis, Madrid 1990; G.BESSIERE, El humor, ¿actitud teológica?, en «Concilium» 95 (1974), 229-243; J.JONSSON, Humour and Irony in the New Testament, Reykjavik, 1965; J.M.CABODEVILLA, La jirafa tiene ideas muy elevadas. Para una teoría cristiana del humor, ed. Paulinas, Madrid, 1989; J. JIMMENEZ LOZANO, Humor y cristianismo, en «Razón y Fe» mayo (1973), 437-447; F.SEGURA, Contemplación para alcanzar humor, en «Razón y Fe», junio (1986); H.THIELICKE, Das Lachen der Heiligen und Narren. Nachdenkliches über Witz und Humor, Quell Verlag, Ulm 1988; G.KRANZ, Das göttliche Lachen, Würzburg 1970; J.P.ALBERT, Humor als Autonomie und als Christonomie. Eine systematisch-theologische Untersuchung zum Humorbegriff, 1975; C.HYERS, Christian Humour: Uses and Abuses of Laughter, en Dialog. A journal of Theology 22 (1983) 199ss; R.VOELTZEL, Das Lachen des Herrn. Über die Ironie in der Bibel, Hamburg 1961; H.S.BRAUN, Vom Humor des Christen. Ein Kapitel über frohe und unfrohe Frömmigkeit, Padeborn 1940; L.KRETZ, Witz, Humor und Ironie bei Jesus, Freiburg 1981; O.BETZ, Der Humor Jesu und die Fröhligkeit der Christen, Ulm 1985; D.SÖLLE, Fantasia e obbedienza, Brescia 1970; H. V. CAMPENHAUSEN, Christentum und Humor, en Aus der Frühzeit des Christentums, Tübingen 1963

[3] KARL BARTH, Offene Briefe, 1945-1968, Zürich 1984, pp. 553-554.

[4] Cf. Is 40, 1.9-11. Es la expresión hebrea que cualifica al Mensajero de buenas noticias. Sobre Jesús Mebasser véase mi libro Misión de la Vida Religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid 1982, pp.71-91

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Una respuesta en “La gracia del “buen humor”

  1. Rita Borges dijo:

    Anda, pasa.
    Pasa, anda,
    no tengo más remedio que admitirte,
    Tú eres el que viene cuando todos se van,
    El que se queda cuando todos se marchan
    El que cuando todo se apaga, se enciende,
    El que nunca falla.
    Mírame aquí,
    sentado en una silla dibujando…
    Todos se van, apenas se entretienen.
    Haz que me acostumbre a las cosas de abajo.
    Dame la salvadora indiferencia,
    haz un milagro más,
    dame la risa,
    ¡hazme payaso, Dios, hazme payaso!
    (Gloria Fuertes)

    gracias por este articulo…

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