LO INNEGOCIABLE

El miedo al sufrimiento ¡cuántas veces nos paraliza! Y también el miedo al miedo… es decir, a lo que puede suceder sin seguimos a nuestro Señor Jesús sin mirar atrás, sin reservarnos nada. Jesús nos enseña a “no negociar lo innegociable”. ¿De qué se trata? 

Formas de “abaratar” el seguimiento de Jesús

Simón Pedro intentaba “disuadir” a Jesús de seguir su camino, para así evitar un final previsible y terrible: ser entregado a la muerte. La reacción de Jesús parece excesiva: denomina a Pedro “Satanás” y le dice que él piensa como los hombres, ¡no como Dios!. Y, después se dirige tras ello a los demás seguidores con unas palabras que nos siguen pareciendo extremadamente exigentes:

«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Como Simón Pedro, también nosotros tratamos de evitarnos problemas y finales terribles cuando:

  • rompemos lazos de amor, amistad, de pertenencia, por la dificultad que conllevan: abandonamos la fidelidad;
  • renunciamos a caminar con Jesús y con su Iglesia, por mil pretextos;
  • después de asumir un servicio misionero, una responsabilidad eclesial, desistimos ante las dificultades que nos presenta y, ante determinadas pruebas, renunciamos;
  • cuando aun manteniendo nuestros ideales, los vamos recortando, adaptando a nuestra mediocridad o hipocresía;
  • pensamos que la profecía, la santidad es “para unos pocos”, pero no para las mayorías y entre ellos nosotros, o que ya no tenemos tiempo para aspirar a tanto;

¡Lo innegociable!

Y … ¿qué es lo innegociable en mi vida?

Hablar de coherencia no es hablar de inmovilismo, de obstinada obcecación. La soberbia nos puede atar a nuestra verdad e impedirnos estar abiertos a la verdad de Dios (“pensar como Dios”). Él, más que nadie conoce nuestra debilidad, nuestros límites es nuestro Dios.. Así lo expresan las lecturas de este domingo 24.

  • El Siervo de Dios no se echa atrás: ofrece la espalda a los que le apalean, las mejillas a los que mesan su barba; no se tapa el rostro ante ultrajes ni salivazos; porque sabe que Dios está con Él y no lo abandonará en su debilidad: ¡actuará de alguna forma! Decía una santa mártir del primer cristianismo: ¡Otro sufrirá en mí!
  • Jesús mantiene su forma de vida coherente, aunque las autoridades se le echen encima y lo condenen; nadie va a apagar su voz, aunque la muerte sea su destino. No quiere negociar su vida a costa de rebajar su mensaje. Quiere pensar según Dios y no según los hombres… y se entrega al Abbá bueno y confía totalmente en Él… que cuida a los pajarillos y llena de belleza a los lirios del campo..
  • Santiago también nos dice en su carta que no basta proclamar la fe, es necesario traducirla en obras de hospitalidad, de acogida y ayuda al hermano.

La fidelidad

La fidelidad a un estilo de vida, a unas convicciones, al crecimiento espiritual, no se basa en  una obstinada fijación en la propia forma de pensar y propias convicciones, en las propias fuerzas. Se basa -¡y esto es decisivo!- en la experiencia que se va teniendo de Dios. El profeta Isaías lo expresa muy bien:

“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos”.

La coherencia con nuestro proyecto de vida no nace de mirarnos a nosotros y poner toda la responsabilidad en nosotros. La fidelidad baja desde el cielo. Dios proveerá: “Abbá, en tus manos encomiendo mi vida”, exclamó Jesús en el momento más terrible. Al final, pudo exclamar: “¡Abbá, misión cumplida!”.

Plegaria

Abbá, tú conoces nuestra debilidad. Sabes cuántas veces sentimos la tentación de echarnos para atrás. De defendernos en lugar de defenderte. De seguir nuestras convicciones en lugar de las tuyas. Sé fuerza en nuestra debilidad. Permítenos seguir a Jesús, sin abandonarlo en ningún momento. Y que seamos conscientes de que en esta lucha, la victoria nos la das Tú y también vida que no acaba.

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