MÍSTICA – MISTERIOSA TRANSPARENCIA

Dicen que hay un “más allá” luminoso, apasionado, un “más allá” que “ni el ojo vio, ni el oído oyó”. Dicen que se experimenta el amor en grado sumo “toda sciencia trascendiendo”. Dicen que ese “más allá”, se encuentra aquí, en este “más acá”, pero menos luminoso, menos visible, audible y tangible. San Juan de la Cruz lo experimentó.

Cuando yo comenzaba mi camino espiritual me presentaron con fuerza y atractivo el ideal de la santidad. Me decían que “nada más apetecible”, “nada más sublime” que ser santo. El no llegar a ello era reconocido como el mayor fracaso en una vida.

Me presentaron el camino espiritual desde diferentes perspectivas: los ejercicios espirituales de san Ignacio por una parte, el camino místico del Carmelo por otra; incluso me presentaron a san Antonio María Claret, fundador de mi congregación, como prototipo de un camino espiritual que culmina en la mística a partir de una experiencia religiosa popular, misionera.

Los maestros espirituales solían aludir a los síntomas a través de los cuales se puede reconocer el avance en la vida espiritual y la proximidad o lejanía a un estado que se pudiera denominar “místico”. La noción clásica del pecado y su clasificación en mortal y venial interfería constantemente a la hora de verificar en dónde uno se encontraba.

Llama la atención la humildad de no pocos místicos, cuando dicen que esa gracia se le concede a todos, lo que ocurre es que pocos son bien guiados o acompañados en su camino. En principio, creen y confiesan que cualquier cristiano podría llegar al estado místico.

El “ala delta”

Sí. He escuchado decir que la mística se caracteriza por un estado fundamental de pasividad. Uno es activado desde dentro. El Espíritu se convierte en el gran motor de la vida.

Si pudiera ejemplificar de alguna forma lo que yo captaba ante tales reflexiones, diría que en la vida espiritual la fase ascética se caracteriza por: a) cargar con el ala delta; b) así cargado correr después con ella -soportando su peso- hasta llegar al límite, donde ya cesa el pavimento, el camino; c) Arriesgarse y aceptar la entrada en el precipicio.

La fase mística sería la inmediatamente siguiente: aquella en la que ya todo depende del ala delta. Ésta te lleva, te impulsa, te sostiene, te salva, te hace volar por las alturas y contemplar un paisaje único, inédito.

¿Ascetas o Místicos?

La verdad es que yo veo a mucha gente llevando a cuestas su ala delta, pero ¿cuántas personas están volando? ¿Qué nos pasa? ¿No funciona la teoría? ¿Es una bella imaginación? O ¿es que la mística es un don concedido a muy pocos seres humanos dentro de cada generación? ¿Será la mística una experiencia de amor sublimada, y liberada de cualquier rastro de sufrimiento, de limitación? ¿Se tratará de una mera imaginación?

Jesús “transfigurado” en el monte Tabor

Tal vez en la escena evangélica de la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, tengamos la respuesta. Aquella experiencia no fue permanente, ni para Jesús, ni para los tres discípulos, que Él se eligió. La duración de aquella experiencia fue breve, pero quedó profundamente marcada en la mente, el corazón y la memoria de quienes en ella participaron. Fueron introducidos en una oscuridad luminosa, en un silencio sonoro. Y allí descubrieron la Belleza del Abbá y el Encanto de su voz que los remitía a la Palabra del Hijo, a la escucha, a la obediencia al Hijo.

El Hijo apareció implicado en aquel escenario divino y también profético: revestido de una blancura irradiante en el Centro y acompañado por el gran líder Moisés y el profeta Elías. Los discípulos, comenzando por Pedro, se sienten fascinados por la belleza-bondad de la que son testigos.

La mística como anticipación y misteriosa transparencia

La mística es presencia y posibilidad, es pre-anuncio y profecía de algo que vendrá. Mística es sentirse tocado, rozado, por la mano de Dios, aproximado al Fuego, encendido por el Amor, extasiado por la mirada, acompasado con la Respiración que anima el mundo. Mística es ese instante mágico que nadie se merece, pero que se apodera de tí cuando estás inerme, indefenso y te dejas seducir.

La breve experiencia mística aviva el hambre y la sed. Nos hace sentir como cárcel esta monótona realidad en la que estamos arrojados y en la cual resulta tan difícil vislumbrar el Reino de nuestro Abbá.

Quizá propio de la mística sea alcanzarnos cuando menos lo esperamos. Y alcanza a cualquiera, a quien vive como un pobre, un sediento, un hambriento, un limpio de corazón. La mística espera a los que se sienten pecadores, a quienes muchas veces claman como los antiguos hesicastas: “Señor Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mi”. Algún día se nos permitirá volar…y experimentar una misteriosa Transparencia.

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