¿Quién es Jesús? ¡Quien no tira la toalla! El hombre coherente, fiel, que decide vivir según sus más profundas convicciones. Jesús quería eso mismo de sus discípulos.
Dividiré esta homilía en cuatro partes:
- En ciertos temas ¡no se negocia!
- … cuando tiramos la toalla
- Lo innegociable
- La fidelidad.
En ciertos temas ¡no se negocia!
En el evangelio apenas proclamado, Simón Pedro, intenta “disuadir” a Jesús para que evite su condena a muerte. Jesús le responde de una manera horrible, como si viera en Simón Pedro al mismo Satanás. Y, dirigiéndose a los demás discípulos les dice:
«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»
Cuando alguien se desdice de su proyecto decimos que tiró la toalla. Pues… ¡Jesús no, aunque Simón Pedro lo pretendía.
Cuando nosotros ¡sí! ¡Tiramos la toalla!
Es cierto que nosotros sí: en más de una ocasión hemos tirado la toalla. Esto nos pasa cuando:
- rompemos una relación -personal o comunitaria, a la que nos habíamos solemnemente comprometido, o abandonamos un trabajo cuando requiere de nosotros perseverancia y sacrificio…
- nos sentimos “acomplejados” por pertenecer a una comunidad cristiana que defiende valores que no resultan obvios en la sociedad en la que vivimos.
Jesús hoy, en su Evangelio nos pide ¡no desistir en nuestros buenos proyectos!
¡Lo innegociable!
Y ahora nos preguntamos: ¿qué es innegociable en mi vida?
- La lectura del profeta Isaías nos habla del Siervo de Yahweh y todo lo que para él era absolutamente innegociable: no se tapa el rostro ante ultrajes ni salivazos
- Jesús hizo también lo mismo en su pasión; ninguna autoridad religiosa o imperial fue capaz de taparle la boca aunque lo condenara a muerte. No quiere negociar su vida a costa de rebajar su mensaje.
- También Santiago nos dice en la segunda lectura que no basta proclamar la fe, es necesario traducirla en obras de hospitalidad, de acogida y ayuda al hermano.
La fidelidad
Fidelidad no es obstinada fijación en la propia forma de pensar y en las propias convicciones. Hay que ser fieles, ante, a Dios que ha establecido con nosotros una Alianza par siempre. Así lo expresa hoy el profeta Isaías:
“El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos”.
Sólo nuestro Dios impide que tiremos la toalla. Cuando uno pone en sus manos los mandos de la nave de la propia vida, entonces Dios mismo hace posible la coherencia vital, pone en nosotros sus convicciones más íntimas y hace posible en nuestra debilidad su fortaleza.
Así fue Jesús. En su oración de Getsemaní encontró la fuerza necesaria para no echarse atrás. Al fin pudo exclamar: ¡Abbá, misión cumplida!
Oración
Abbá, conoces nuestra debilidad. Sabes cuántas veces sentimos la tentación de echarnos para atrás: de defendernos en lugar de defenderte; de seguir nuestras convicciones en lugar de las tuyas. Sé fuerza en nuestra debilidad. Permítenos seguir a Jesús, sin abandonarlo en ningún momento. Y que seamos conscientes de que en esta lucha, la victoria pertenece a nuestro Dios.
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