Una de las cláusulas de los contratos, de los pactos, de las alianzas, suele ser su fecha de caducidad, su limitación en el tiempo. Los compromisos suelen ser temporales. ¡Y así queda pactado! No se contrata a un trabajador “para siempre”, pase lo que pase. No se elige a un diputado o a un partido político, o a un jugador, o a un entrenador “para siempre”, pase lo que pase. Tampoco las instituciones se comprometen con sus individuos “para siempre”, pase lo que pase: si los tienen que expulsar, si tienen que rescindir el contrato, ¡lo hacen! Naciones que durante un tiempo han establecido pactos de amistad, de mutua ayuda, en otro tiempo los rescinden y se vuelven enemigas. Pero Dios, no es así. Ante este contraste nos pone la liturgia de este primer domingo de Cuaresma, 21 febrero 2021.
Este tipo de flexibilidad en los pactos nos afecta más de lo que imaginamos. Crea una cultura de “fecha de caducidad”. Porque los pactos son “hasta que….” Nada extraño que esta cultura afecte a pactos tan sagrados como la fidelidad matrimonial, la amistad, las consagraciones religiosas, los compromisos apostólicos o eclesiales.
El arco iris, como contraste
Contrasta con esta cultura el compromiso de Dios con la humanidad, establecido con nosotros, a través de Noé: ¡sin fecha de caducidad! y con el arcoiris como señal para siempre. Se trata de un pacto sin vuelta atrás, pase lo que pase.
El Creador se ha comprometido a no acabar con su creación: ni con los seres humanos, ni con los animales, ni con la naturaleza. Por muy perversa que se vuelva la conducta humana, por muy deteriorada que se encuentre la libertad, ¡el Creador permanecerá fiel a su Creación y no la destruirá!
Sin embargo, los seres humanos nos sentimos tentados -y no una, sino muchas veces- de romper nuestros pactos. Nos falta “paciencia” y no confiamos fácilmente en nuestra capacidad de amor imperecedero. Muy pronto se nos acaba la paciencia y con la paciencia la lealtad.
Las pruebas de la fidelidad: TENTACIONES
Quizá sea éste el mejor marco para entender las tentaciones de Jesús. Hubo un momento inicial en su ministerio en que se sintió tentado de abandonar la Alianza con Dios su Padre. Se trató de una ofuscación tremenda. No veía claro adónde su Abbá quería llevarlo y Él sentía dentro de sí un cierto deseo de “autonomía”, de “independencia”. Jesús se vio interiormente invadido por fantasmas, demonios interiores que le mostraban otras posibilidades, otras formas de estar en el mundo.
Durante cuarenta años “vuestros padres me tentaron en el desierto”… dice el Antiguo Testamento. Durante cuarenta días Jesús es tentado en el desierto: “si eres hijo de Dios…”. La alternativa que le venía a la mente y al corazón, era la de tomar él las riendas de su propia vida y probar un camino de libertad, como el hijo pródigo de la parábola. En el fondo la tentación contra la Alianza consiste en “no escuchar” y en “separar el corazón” del “amarás con todo el corazón…el alma y las fuerzas”. La tentación consiste en amar mucho más la propia vida y querer liberarse de las aparentes cortapisas que contar con Dios y con los demás nos va a comportar. Lo más extraño de este relato del evangelio de Marcos se cómo inicia: “El Espíritu empujó a Jesús al desierto” para que se dejara tentar por Satanás”.
Hijas e hijos de la Alianza
Dios quiere que los cristianos, como seguidores de Jesús, seamos “hijos e hijas de la Alianza”. Él está absolutamente comprometido con nosotros y su Alianza no tiene fecha de caducidad. En este primer domingo de cuaresma, nos pide también a nosotros ratificar la Alianza y superar cualquier tentación de “caminar solos”, de “ir por lo libre”, de emprender “locas aventuras” fuera del Padre.
La fidelidad al pacto con Dios tiene mucho que ver con la fidelidad a los demás pactos. Vivir como ser humano es enredarse en diversos pactos:
- Con la naturaleza: para vivir ecológicamente y crear biotopos, contribuir a los ecosistemas de la vida.
- Con la Iglesia: así contribuimos a la edificación del Cuerpo de Cristo, siendo servidores sin fecha de caducidad.
- Con la sociedad, para una nueva ciudadanía, como hijos e hijas leales del pueblo, de la patria.
- Con el propio grupo o comunidad.
- Con la familia, hermanos y hermanas.
- Con las amistades.
- Con la pareja o amistad intima, en pacto bilateral.
No estoy en contra de los contratos temporales, pues el funcionamiento de nuestro mundo los exige. Pero cuando se trata de de un pacto vital, del pacto de la propia vocación , de contratos en los cuales implicamos nuestra persona, entonces nos debemos parecer al Dios del Arco-iris, que nunca retira su compromiso. ¿No habremos de hacer entonces que la fidelidad lo presida todo? ¿Y una fidelidad que renueve constantemente el fuego del amor? ¡Sed fieles en lo pequeño para ser fieles en lo grandes!, nos decía Jesús.
La Cuaresma tiene, por eso, mucho que ver con el pacto del bautismo, con la fidelidad sin fecha de caducidad. Dios se mantiene fiel. Ahí está el arcoiris. Y nosotros, cristianos, ¿somos también fieles cristianos?
El bautismo es el símbolo de la Alianza. Dios nos muestra de ese modo que hemos sido acogidos, que estamos grabados en su corazón, que somos hijos de la Alianza. Jesús ha unido su destino al nuestro, para que nuestra respuesta a la Alianza supere toda tentación, toda fecha de caducidad. ¡Sea el arcoiris testigo de nuestros pactos, como ya lo es de los pactos de Dios y de Jesús!
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Estamos grabados en Su Corazón a fuego, como sello. Su fidelidad dura por siempre. Asumir que que somos tentados, Jesús también. Dejarme empujar por el Espíritu para salir del desierto de la tentacion. Qué maravilla. Muchas gracias.