Debo reconocer que he quedado muchas veces afectado por lo que el médico estadounidense Larry Dossey calificó como la “enfermedad del tiempo”. Sí, muchas personas la padecemos, e incluso mucho más de lo que imaginamos. Desgraciadamente ésta es una enfermedad en la que no reparamos, y para la que no buscamos remedio adcuado.
La enfermedad del tiempo tiende a progresar y acelerse cada vez más. Vivimos en un contexto de celeridad y prisas, del que es difíil sustraerse y que nos determina.
Esta enfermedad se desarrolla tanto en el cuerpo como en el espíritu. No entra en nuestros baremos de ética o moralidad. Pero ¡puede ser mortal! ¡No solo para los individuos, también para los grupos y la sociedad. Es la enfermedad que deteriora las relaciones interhumanas, que no se responsabiliza suficientemente de tantas cosas como realiza y va dejando tras de sí superficialidad, endeblez… y hasta castillos en el aire. Sigue leyendo
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