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¡VALIENTES Y NO COBARDES! Así nos sueña Jesús – Domingo 33 ciclo C

Hoy las lecturas nos hablan de finales. Y todos sabemos que los finales nos inquietan: el final de un día, de una etapa, de una vida. Pero ¿y si los finales no fueran muros, sino puertas? ¿Y si lo que vemos como término fuera, en realidad, umbral?
El año litúrgico concluye con un lenguaje que nos desconcierta: profecías de fuego, templos destruidos, persecuciones. Malaquías, Pablo y Jesús nos confrontan con imágenes fuertes. Pero no para asustarnos, sino para despertarnos.
¿Fuego que abrasa, o luz que ilumina?
El profeta Malaquías nos plantea una elección radical. Habla de un “horno” para los malvados, pero inmediatamente después nos promete algo hermoso: para quienes honran el nombre de Dios, “brillará un sol de justicia que lleva la salvación en sus alas”.
¿No es asombroso? La misma luz divina actúa de dos maneras: consume lo que destruye la vida, pero ilumina y sana a quien busca la verdad. Como el sol que derrite el hielo pero hace florecer el jardín.
En medio de la catástrofe, una promesa
Cuando los discípulos admiraban la magnificencia del templo de Jerusalén, Jesús les anuncia su destrucción. Ante su desconcierto —”Maestro, ¿cuándo sucederá esto? ¿Cuál será la señal?”— Jesús no les oculta la realidad: vendrán guerras, terremotos, epidemias, persecuciones. Incluso sus propias familias los traicionarán.
Es un panorama duro, sí. Pero escuchemos bien: Jesús no dice esto para paralizarnos de miedo, sino para fortalecernos con la verdad. Porque inmediatamente añade: “Ni un cabello de su cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
¿Qué nos está diciendo el Maestro? Que no vivamos fascinados por “lo efímero” —esas cosas que brillan un día y mañana desaparecen— sino que pongamos nuestra confianza en lo que permanece. La belleza del templo pasará, pero la presencia de Dios en nosotros es eterna.
¡Que nada ni nadie nos paralice!
San Pablo nos da una lección práctica. En Tesalónica había cristianos que, obsesionados con el fin del mundo, habían dejado de trabajar. “Muy ocupados en no hacer nada”, les dice Pablo con ironía.
El miedo paraliza. La ansiedad nos inmoviliza. Pero la fe nos mantiene activos, comprometidos, trabajando por un mundo mejor aunque todo parezca derrumbarse.
Pablo nos recuerda que la esperanza cristiana no es pasiva: nos lleva a ganarnos el pan, a cuidar de los nuestros, a construir cada día con nuestras manos lo que creemos con el corazón.
Una luz que viene del futuro
Queridos hermanos, “apocalipsis” significa revelación. No catástrofe, sino descubrimiento. Se corre el velo de lo que estaba oculto.
Y lo que se revela no es oscuridad, sino Luz. Una Luz que viene del futuro —de Dios mismo— y que ilumina nuestro presente.
Esta Luz no responde todas nuestras preguntas. No nos dice el día ni la hora. Pero nos dice algo más importante: que hay salvación, que no estamos solos, que el final no es frío ni vacío, sino encuentro y plenitud.
Y esa certeza —esa promesa— es la que da sentido a nuestra vida aquí y ahora.
Por eso, en estos últimos domingos del año litúrgico, la Iglesia no nos invita al miedo, sino a la vigilancia esperanzada. A vivir cada día con valentía y trabajo, sabiendo que caminamos hacia la Luz.
Que nada nos paralice. Que nadie nos robe la esperanza.
Porque el que nos espera al final no es un juez implacable, sino el Sol de Justicia que trae la salvación en sus alas.
BENDITO SEAS, MI SEÑOR JESÚS
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ORACIÓN DE INTERCESIÓN: “SUPER-CONEXIÓN ESPIRITUAL”
Un compañero amigo me hizo llegar el día de la celebración de “Todos los Difuntos”, un texto del pensador y teólogo italiano Vito Mancuso, extraído de su obra “L’anima e il suo destino”. Es un breve texto que merece ser asumido, comentado y explicitado.
Frecuentemente nos preguntamos: ¿qué valor puede tener mi oración? ¿Para qué orar? ¿Porqué interceder por los difuntos? Y respuestas negativas a estas preguntas nos pueden llevar al abandono de la oración o a reducirla a mínimos. Basándome en las reflexiones filosófico-teológicas de Vito Mancuso intento prolongar -personalmente- su reflexión
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ADORACIÓN EUCARÍSTICA – ¡CERCA DEL FUEGO!
La Adoración no es un ritual aburrido, sino el encuentro más intenso y transformador con una Persona: Jesús.
Este encuentro tiene dos formas que se complementan como dos pulmones: la Celebración Eucarística (la Misa) y la Adoración silenciosa (ante la Custodia). Ambas son la expresión máxima de una relación viva con Jesús que se sostiene en el tiempo: lo que llamamos Devoción auténtica.
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EL AMOR EN DIOS NO CADUCA: EN DIOS TODO RESUCITA, Domingo 32, ciclo C.
Vivimos rodeados de noticias de guerra, de inseguridad y de dolor. Y nos preguntamos: ¿qué sentido tiene una vida tan amenazada? A veces, la certeza de la muerte nos entristece, como si fuéramos seres para la muerte. Pero las lecturas de este domingo nos invitan a mirar más alto, a contemplar la realidad desde la fe.
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EL CORDERO DE DIOS Y LA OTRA HUMANIDAD: en el día de Todos los Santos

Hoy celebramos a Todos los Santos. Y quizá hayamos venido con esa familiaridad que adormece: las flores en el cementerio, las oraciones de siempre, las imágenes conocidas. Pero dejemos que la liturgia de hoy nos despierte de ese sueño peligroso de la costumbre.
Zurbarán
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¡NO SOMOS BASURA DE LA CREACIÓN” En el domingo de Todos los Fieles Difuntos

Hoy contemplamos el misterio de millones de difuntos que nos han precedido. Y ante esta realidad abrumadora, surge la pregunta radical: ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Son nuestros seres queridos, son los millones de vidas que han transitado esta tierra, simplemente polvo destinado al olvido?
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JESÚS Y EL “EGO” PRESUMIDO Y DESPRECIATIVO, Domingo XXX, ciclo C.
Cuando ponemos nuestro “ego” en el centro de todo, todo lo contemplamos y juzgamos a partir de una sola perspectiva: lo que yo soy, lo que yo pienso, lo que yo hago. Y si ahora nos preguntamos: ¿Y qué piensa Jesús de los ego-céntricos, de los egó-latras?
El evangelio de este domingo nos responde en un texto muy breve: en la parábola del ególatra y del auto-humillado o humilde-humillado: del fariseo que presumía de su bondad, y del publicano que se avergonzaba de su maldad. Así comienza el evangelio de este domingo 30:
“Algunos, teniéndose por justos (es decir, por buenos), se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás (por malos)”
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LA FORMA DEL MISIONERO (San Antonio María Claret)
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“LA AUDACIA DE ORAR” No sabemos orar como conviene – domingo XXIX, ciclo C
Hoy Jesús nos cuenta una historia corta pero impresionante. Y se atreve a comparar a Dios con… ¡un juez corrupto! Sí, uno de esos que no teme a Dios ni le importa nadie. Y nos compara a nosotros con una viuda insistente que no para de tocarle la puerta pidiendo justicia.
¿Por qué esta comparación tan rara? Porque necesitamos aprender a orar de verdad.
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