El cura del monaguillo mecánico: ¡nos dejó el padre Pedro Gil!

Acaba de dejarnos quien casi siempre pasaba desapercibido. Llegó a conseguir la edad de 87 años sin que apenas lo advirtiéramos. Su vida se fue entretejiendo como misión apasionada a través de hechos, a veces imperceptibles, pero todos ellos capaces de iluminar y dar vida. Murió tras no resistir más la violencia de un choque en carretera, que le advino cuando se dirigía a celebrar el misterio eucarístico. Se trata del misionero claretiano Pedro Gil.

Yo le conocí cuando era niño en Sigüenza. Nos llamaba mucho la atención, nos atraía con sus artefactos. Él entonces disfrutaba una juventud que a mí nunca me ha parecido distante de su posterior adultez. Su alegría, su humor, su arte para hacer bien las cosas hacia que los peques fijaran su atención en él.

En aquellas Navidades le permitieron colaborar en el Belén de la catedral. En él colocó un muñequito vestido de monaguillo, que a través de una tracción eléctrica, apenas colocaban una peseta en la bandejita que llevaba entre sus manos, se daba elegantemente la vuelta y se dirigía raudo al portal de Belén; después de hacer la prescriptiva inclinación adorante ante la Sagrada Familia, obviamente hacía caer la monedita a los pies del Niño Jesús para después diligentemente volver al punto de partida y prepararse gozoso para la siguiente donación. Tan simpática resultaba la escena que no había manera de que parara. En Sigüenza comenzaron a decir que el cura del monaguillo mecánico se llevaba todas las “rubias” de la ciudad (en refencia al nombre que entonces las pesetas tenían: pesetas rubias).

Mi padre era muy amigo del Padre Gil. Con él paseaba, comentaba hechos de la actualidad, conversaba de espiritualidad. Un día se quedó paralizado cuando al ponerle su mano en el brazo, advirtió que llevaba puesto un cilicio. Nunca le habia advertido el menor gesto de sufrimiento. Mi padre comprendió que se encontraba ante un hombre de Dios.

Fue el Padre Gil quien en una mañana de finales de octubre nos acompañó en tren desde Sigüenza a Medina de Rioseco a tres chiquillos que queríamos ser misioneros e ingresar en el Seminario. Él me animaba a ser un buen misionero y a ser fuerte y no llorar por dejar en casa a mis padres y a mis hermanos. También fue el padre Gil quien mis padres eligieron para que bautizara a una de mis hermanas en Sigüenza. Él representaba para nosotros esa hospitalidad humilde, silenciosa, respetuosa que hace a la Iglesia tan interesante y entrañable tantas veces.

Encontré al padre Gil de nuevo en Segovia, también con el monaguillo mecánico -esta vez más tecnificado-, pero, sobre todo, como profesor de biología. Quizá no era la materia más adaptada para su connatural pudor. Se le veía renquear un poco cuando nos explicaba las leyes de Mendel, o aspectos de la generación. Vamos, que ¡tentaciones…. ninguna! Era un misionero que hacía fácil y atractivo el camino. Con personas como él, qué bien se podía llevar adelante  el seguimiento de Jesús.

Su disponibilidad lo llevaba de un lugar a otro. Lo encontré de nuevo en Segovia en mis tiempos de formador primerizo. El padre Gil era una garantía para los seminaristas y los alumnos del Colegio: cercano y distante al mismo tiempo, comprensivo y exigente, presencia evangélica dentro de la mayor sencillez.

Sería demasiado definir una vida por un hecho como éste, el del monaguillo mecánico. Pero tal vez en ese fragmento encontremos la clave de toda la vida del padre Gil.  Su vida consistió en un ir y venir desde la gengte a Jesús y desde Jesús a la gente. Intercesor de la gente ante Jesús e mensajero de Jesús para la gente. Fue el misionero de los pequeños, de las realizaciones poco espectaculares, el misionero de la gracia sencilla y gozosa.

Su último viaje fue aquel en el que se acercaba con otra monedita a Jesús y en el camino, antes de llegar al portal, allí se quebró su vida, tras tantos años de idas y vueltas.

A mí solo me queda decirle: Padre Pedro, ¡muchísimas gracias por ser quien has sido! Fuiste para todos, pero especialmente para los pequeños, un gran regalo.

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2 respuestas a El cura del monaguillo mecánico: ¡nos dejó el padre Pedro Gil!

  1. Realmente interesante su publicación. Les estoy agradecida por ponerlo en su blog. no me gustaría incomodar pero quisiera tener en claro como pedirte más profundidad sobre el tema de este posteo. De nuevo muchísimas gracias!

  2. Euro dijo:

    Me encantó tu blog, te felicito! En Argentina algunas veces se pone complejo visitar un website como el suyo. De nuevo muchísimas gracias!

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