Hay personas que tienen muchos conocimientos… doctores, científicos, técnicos… Sin embargo, ser “sabios” es otra cosa. Hemos de recuperar una palabra que utilizamos poco. Es la palabra “Sabiduría”. De ello nos hablan las lecturas de hoy. Por eso, podríamos decir que hoy es el domingo de la Sabiduría
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Misteriosa es la sabiduría
- La suerte de los difuntos
- ¡Estad en vela!
Misteriosa es la Sabiduría
¿Qué nos dice hoy la primera lectura? Que la sabiduría es misteriosa, pero accesible. Quienes la aman, la encuentran. Se ofrece a quienes la desean y busca a quienes la merecen. Les sale al paso a los caminantes, a los que madrugan.
A la virgen María la llamamos “Trono de la Sabiduría”. Y es que la Sabiduría es su Hijo Jesús. El Señor está muy cerca de nosotros. Él es la sabiduría. No hay mayor sabiduría que las enseñanzas de Jesús. Por eso, venimos aquí, todos los domingos a escuchar su Sabiduría.
Y también nosotros estamos llamados a ser sabios, porque la sabiduría no habla mucho, pero emociona. Utiliza pocas palabras, pero muestra la verdad, insinúa el misterio. Es penetrante y no superficial. Se la encuentra después de un largo camino hacia ella. Una gota de sabiduría vale mucho más que mares de ciencia y ríos de saberes.
¡La suerte de los difuntos!
Cuando hablamos de la muerte nos sentimos inquietos, llenos de zozobra, por la muerte de quienes amamos, y después por nuestra propia muerte. Pero la Sabiduría nos sale al encuentro y nos habla de las Promesas de Dios. Nos habla por boca del apóstol san Pablo en la segunda lectura y nos dice:
- No ignoréis la suerte de los difuntos. ¡No os aflijáis!
- Tened fe… dejad toda la iniciativa a Dios Padre. Poned vuestra vida en sus manos.
- El Señor Jesús vendrá a nuestro encuentro y nos rescatará.
- ¡Estaremos siempre con el Señor!
Esta es la fe, la esperanza, que da sentido a tanto sufrimiento, a tantos hechos luctuosos que van marcando los días de nuestra vida.
¡Vigilad!
En el evangelio hoy Jesús nos pide vigilancia, estar alerta “Velad, porque no sabéis ni el día, ni la hora”. Esta es nuestra condición humana: ¡no saber ni el día, ni la hora!
Decía Kierkegaard que vivía cada instante como si fuera el último de su vida. Nos decía Jesús: “no os preocupéis por el mañana”. Le basta a cada día su afán. Esta es la sabiduría de la vida: ¡llenar el presente de sentido, de vida, de plenitud! Quien está a la espera no se sorprende, no le pilla nada desprovisto. Es como las vírgenes prudentes, provistas de buen aceite en sus lámparas.
Es bueno aprovechar las oportunidades que la vida nos concede… Vivir despiertos exige tener siempre todas nuestras energías a punto, estar en forma.
Conclusión
Para seguir a Jesús de verdad, no necesitamos saber muchas cosas. Pero sí necesitamos anhelar y buscar la Sabiduría. Encontrarse con Jesús es encontrarse con la Sabiduría. Y quien la encuentra ha encontrado un teoro. Hay personas que saben mucho, pero ¡sin sabiduría! Hay personas que al parecer saben poco, pero Dios les revela sus misterios y viven por eso felices y superar todos los miedos.
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