EL “ANGELUS”

El texto que propongo como comentario y meditación sobre el “Ángelus” no es mío. Pertenece a mi hermano Antonio García Paredes, quien a su carrera de judicatura añade un extraordinario interés teológico y espiritual. Él forma parte de “la constelación de la Ecología del Espíritu” por su manera de pensar y de vivir. El texto que presento -y del cual él es su autor-, merece tener aquí un lugar especial para quien desee penetrar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Nazaret. ¿Puede salir algo bueno de ahí?, se preguntaban los judíos en tiempo de Herodes en Palestina. Pero lo de menos es el lugar. Lo importante es el hecho de que en ese pueblo tuvo lugar la revelación de Dios: ¡que su hijo (el Hijo del Altísimo) se iba a encarnar en el seno de María, iba a ser dado a luz, se le pondría el nombre de Jesús, y sería el salvador de su pueblo!

La fe nos dice que es Dios el que se abre a las mentes de los seres humanos.

Lo inalcanzable se hace alcanzable

  • Lo que era inalcanzable desde nuestra posición, se hace alcanzable y próximo desde el otro lado de nuestra realidad. Sin revelación no habría habido conocimiento, y, con todo, un conocimiento parcial y limitado porque el gran misterio de Dios no cabe en cabeza humana.
  • En el ángel enviado por Dios a María, la jovencita de Nazaret, se abrían las puertas de “lo alto” para permitir al hombre vislumbrar el misterio amoroso de Dios, creador de todo y salvador del hombre en la persona de su Hijo.

¿Tono imperativo o futuro descriptivo?

  • Las palabras literales del ángel (“concebirás”, “darás a luz”, “le pondrás por nombre Jesús”) denotan un tono imperativo que, en principio, puede inclinarnos a considerar que no deja margen a la libertad de María. Pero también pueden ser entendidas como un “futuro descriptivo”, en el sentido de avisar de lo que pasará si ella acepta el anuncio y el don de Dios.
  • En esa primera escena se puede ver que Dios se abre a la humanidad a través de una jovencita de un pequeño pueblo de Palestina. Por qué eligió ese lugar y esa persona, es algo que no es posible dilucidar. Simplemente, nos topamos con el hecho en sí.
  • Estamos ante una teofanía, ante una manifestación “ad extra” en la que Dios da a conocer su plan salvador a la humanidad. A quienes todavía no tenían noticia de la revelación les podría parecer una alucinación o un sueño de vigilia sin más alcance que la experiencia personal de María. Pero visto a posteriori aquello estaba significando algo mucho más profundo y trascendental. Dios que trata de abrirse a la humanidad y de hacerla llegar al conocimiento de su plan amoroso sobre ella y sobre toda la realidad. En esa primera escena del Ángelus el protagonista es Dios, que con el anuncio del ángel lleva la iniciativa y ofrece en síntesis su deseo de incorporarse a la humanidad a través de la encarnación de su Hijo.

Respecto absoluto a la libertad de María

Con un respeto absoluto a la libertad de María, el ángel deja a ésta pensar y decidir.

  • Y su primer pensamiento es de estupor, como no podía ser de otra manera, ante tal anuncio. “¿Cómo puede ser esto si no conozco varón”?
  • Su objeción no va por la vía del asombro ante el anuncio del plan salvador, sino por la vía de la explicación biológica. A María le preocupa en principio lo concreto, lo visible, lo experiencial, lo humano, que ya de por sí le parece difícil. Pero el ángel se desvía de esa línea de objeción, y trata de serenarla diciendo “el Espíritu de Dios vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra”. Con ello traslada a María a otra dimensión, a la esfera de lo divino, al encuentro con la voluntad de Dios. Ese inicial momento de duda de María, es reflejo de la situación constante de duda y de asombro de toda la humanidad ante el misterio de Dios.
  • Pero no acaba ahí la actitud de María, no le da un portazo al ángel ni rechaza de plano su anuncio. Al contrario, entra en diálogo con él, reflexiona junto a él, le expone sus objeciones. En ese momento de impasse es como si la humanidad y la divinidad hubieran entrado en una situación de convergencia inesperada. Una divinidad que quería entrar en relación personal con la humanidad y una humanidad que, en la persona de una joven israelita, estaba perpleja, dejando por un momento en el aire la posibilidad de que Dios se introdujera en su propia creación para salvarla definitivamente. 

Se detuvo el tiempo

  • Por un momento se detuvo el tiempo. No sabemos cuánto tardó María en responder al ángel. En la tradición que sobrevuela por Nazaret se sostiene que el primer anuncio tuvo lugar en una zona, pero la respuesta de María se produjo en otra. Es decir, tuvo que pasar un cierto tiempo “terrenal” par que María expresase su decisión. De ella podía depender que la revelación se culminase y de que la humanidad entrase en una etapa nueva de salvación. Lo que pasó por la mente de María en ese lapso no lo conocemos.
  • En el evangelio solo queda constancia del hecho de que María respondió al ángel con aquel proverbial “hágase en mí según tu palabra”. Con ella aceptaba sin condiciones las previsiones del ángel, que la comprometían a ella de un modo personalísimo y vital, hasta el punto de que quedaría embarazada, gestaría a un hijo, y -por encima de la tradición judía- ella misma, una mujer, le pondría el nombre con el que sería conocido por su pueblo.
  • Después de esa aceptación de María podemos imaginar que tanto la divinidad como la humanidad exhalaron un hondo respiro: la revelación se había producido y la salvación había comenzado con la acogida de esa revelación por parte de la humanidad en la persona de María. Por eso “el ángel dejándola se fue”. La misión estaba cumplida y la historia de la salvación definitiva comenzaba con la encarnación del hijo de María.
  • Por la aceptación de María Dios, en la persona de su hijo Unigénito, se introdujo en la humanidad, “se hizo carne”, asumió la materia que él mismo había creado y con ello comenzaba la redención de todo lo creado, aquel deseo (puesto después de relieve en la Carta a la Efesios) de que “todo tuviera a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra”. El final de la materia ya no sería la nada, ni la aniquilación. Dios asumía su creación para siempre. Con la aceptación de María la humanidad y la creación estaban salvadas.

El nuevo protagonismo

Tras esa aceptación el protagonismo de la historia de la salvación lo asume el hijo del Padre, el hijo de María. El Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Aunque en realidad en la escena de la Anunciación (tomemos como telón de fondo, por ejemplo, el cuadro de Fray Angélico) los protagonistas por parte de la divinidad son las tres personas de la Trinidad:  Dios Padre enviando al Hijo, Dios Hijo encarnándose en María y Dios Espíritu Santo cubriendo con su sombra (con su poder omnímodo) a María.

No obstante, luego, en la vida de Jesús, veremos que la presencia manifiesta del Padre y del Espíritu va a tener lugar en contadas ocasiones.

A partir de la Anunciación el protagonismo de la historia de la salvación le va a corresponder fundamentalmente a Jesús, el hijo de María. Ya tenemos dentro de la humanidad y dentro de la creación material a quien es Alfa y Omega en el plan total de Dios. En el principio fue el Verbo y al final todo se consumará en Cristo Jesús, logrando que “todos sean uno, como el Padre y yo somos uno”.  

Parece increíble que en una escena tan sencilla como la del Ángelus se encierre tanta riqueza de sabiduría, de amor, de entrega, de obediencia, de esperanza.

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