EL DOLOR DE LA INFIDELIDAD… LAS CANCIONES DEL OLVIDO

Hubo un tiempo en que canciones hablaban del olvido: del amor que fue y ya no es. La música y la canción se volvían intérpretes de tantas experiencias de frustración amorosa, como jalonan la historia humana. No pocas de esas canciones podría cantarlas el mismo Dios; no pocas de esas historias podrían tenerle a Él mismo como protagonista, que se lamenta. Él está siendo objeto de desamor, de infidelidad amorosa, de indiferencia y olvido.

No pocos se quejan del secularismo que existe en nuestra sociedad y del olvido sistemático de Dios. Mi pregunta es: ¿cómo será la canción del Dios cuando es abandonado y sustituidos por otros ídolos? ¿Cómo será su lamento, cuando tanto, tanto ha amado?

Nuestro Dios merece “una alabanza armoniosa”, la alabanza de sus fieles, ser escuchado y acogido por todos los seres humanos de esta generación. Nuestros contemporáneos tienen derecho a saber quién es Dios, cómo es nuestro Dios, para entregarse a Él y amarlo.

La viña amada y los viñadores homicidas

En este contexto de infidelidad y muerte, Jesús proclama el mandamiento principal de la Alianza:

José Antonio Jiménez
  • Después de la expulsión de los vendedores del Templo de Jerusalén se despliega una conversación polémica entre Jesús y diversas personas que allí estaban:
  • ¿Con qué autoridad te apoderas del Templo? ¿Es lícito pagar tributo al César, cuando nosotros somos el Pueblo de Dios? ¿Es que van a resucitar los muertos? Es así como diversos grupos muestran su increencia, ante Jesús.
  • Por una parte, Jesús habla de la “casa de su Padre” y hace una terrible denuncia: “La han convertido en una cueva de bandidos”. Así describe Jesús el Templo en su estado actual, así describe a los encargados del templo. En cambio, la razón de ser del Templo, era convertirse en el espacio del Amor, del encuentro de Dios con su Pueblo, el espacio de la Alianza.
  • Jesús, después, relata la parábola de los viñadores homicidas. Ahora la imagen no es el Templo, sino “La Viña”, que los profetas había presentado como la imagen del Pueblo, por el que Dios sentía un amor apasionado: Él la cuidó hasta el extremo. Esperaba de ella los mejores frutos. Era su “viña amada”… pero cayó en manos de unos viñadores homicidas” y se quisieron apoderar de ella y hacerla suya. El Dueño envió a su Hijo para apoderarse de nuevo de la Viña, pero los viñadores homicidas lo expulsaron de la viña y lo mataron.
  • La viña que le roba a Dios el corazón, cae en otras manos. Habría que ver el rostro de Jesús, mientras relataba su parábola.

La recuperación del pueblo amado: “¡Escucha… Amarás!

“Amarás al Señor tu Dios, tu único, con todo el corazón, toda el alma, toda la mente, todo tu ser”. 

Jesús nos dice que nuestro Dios es Amor, es Pasión amorosa hacia nosotros y no se merece un trato frío, de indiferencia, de olvido, de infidelidad. Es el Dios de la Alianza con la humanidad. Se ha comprometido a mantener con ella una gran Alianza de amor… de generación en generación.

Pero también es un Dios escondido. Sólo se accede a Él a través de la fe. Muchos caminos se presentan como vías de acceso a Él. También hay caminos que no llevan a ninguna parte o han perdido credibilidad.

El amor, que responde a la Alianza, lo moviliza todo: cuerpo y alma, interioridad y exterioridad, razón y emoción. No se puede decir de una manera mejor: Jesús nos quiere viña enamorada de su Viñador, nos pide que demos a Dios lo que es de Dios y no a cualquier césar, que seamos un templo de oración y compasión generosa (¡el ejemplo de la viuda!).

Mandamientos interconectados

Lo más llamativo, sin embargo, es la conexión que Jesús establece entre el mandamiento primero y segundo: “Amarás al prójimo como a tí mismo”.  ¡Hazte prójimo de cualquier persona que te encuentres! ¡Manifiéstale tu amor! ¡Esa persona es la extensión del amor que has de tenerte a tí mismo, a tí misma! No hay forma mejor de amarse a uno mismo, que amando a los demás, haciéndose cercano y amando en todas las direcciones. El “como a tí mismo” es el baremo de todo amor, la puerta de la proximidad.

Cuando nos hacemos prójimos, cuando los diferentes nos sentimos hermanos, cuando superamos las barreras de la opción política, confesional, religiosa, de la forma de vida, cuando compartimos los bienes con los necesitados y elevamos a los excluídos a la condición de sujetos y protagonistas, entonces ¡Dios se hace presente! Ubi Caritas et Amor, Deus ibi est! 

Dios se siente amado en nuestros amores, servido en nuestros mutuos servicios, acogido en nuestras hospitalidades.  Nuestro Dios nunca nos dijo: ¡Yo primero… después… los demás!, sino más bien: “Amad…”. El camino del Amor lleva a Él, aunque no se mencione su Nombre santo. Pero es un camino arriesgado, pues el Maligno tiene mucho interés en frustrar todas las historias de amor, con fantasmas, celos y recelos, resentimientos y susceptibilidades, traiciones y engaños.

¿No puedo más?

Cuando alguien dice “yo no puedo amar”, olvida que todo ser humano ha recibido amor en depósito y en cantidad suficiente. Amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado. Todos hemos recibido el don y hay carisma suficiente para amar mucho. Jesús no pide imposibles cuando dice: ¡Amarás! ¡Cada uno ama a su manera! En nuestros amores de alianza fiel quedamos conectados con el Dios de la Alianza: “ubi amor Deus ibi est” (“donde hay amor, allí está Dios”).

Crear lazos de amor entre todos los diversos hará que Dios manifieste su rostro en nuestro tiempo, que su Reinado sea más realidad. El amor eficaz hacia nuestros hermanos y hermanas más empobrecidos y excluidos, será la gran Señal de cuánto amamos a nuestro Dios: “Tuve hambre… tuve sed… estuve en la cárcel”.

El olvido de los necesitados y pobres, la exclusión de las personas que consideramos diferentes es también olvido de Dios. Lo decía muy bien una canción: “Yo ví llorar a Dios…” No seamos como los sacerdotes, escribas o saduceos del viejo Templo de la vieja Jerusalén. Seamos como el escriba que le dijo a Jesús: 

” amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»

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