LA SANTA ALEGRÍA “¡GAUDETE ET EXULTATE!”

Hoy es la fiesta de la gente feliz, de los más felices entre los seres humanos. Es la fiesta de gente bienaventurada que vive y ha vivido en esta tierra y han sembrado el bien por donde han pasado. Jesús los canonizó a todos en la Montaña Cósmica de las Bienaventuranzas.

“La montaña cósmica”

El objetivo de la religión bíblica es superar la separación entre Dios y los humanos, lo sagrado y lo profano. La brecha entre cielo y tierra es superada en la biblia a través del descenso de Dios del cielo a la tierra. Y esto ocurre en la cima de una montaña, símbolo de encuentro entre el cielo y la tierra.

“Montaña cósmica” fue el monte de las bienaventuranzas, donde Jesús mostró el gran camino para conectar con la santidad de Dios: las bienaventuranzas.

Los llevaré por caminos que ignoran

“Errante” es aquella persona que no encuentra su morada, que no sabe adónde dirigirse, que realiza un viaje “a ninguna parte”.

Expulsados del Paraíso, Adán y Eva se convirtieron en “seres errantes”; también Caín, tras el asesinato de su hermano Abel. El pueblo de Israel erró por el desierto durante 40 años. El profeta Miqueas -ante el rey Acab y sus 400 profetas – exclamó:

“He visto a todo Israel vagando por las montañas como ovejas sin pastor. Y dice el Señor: «Éstos no tienen dueño”.

1 Reyes 22,17

También el profeta Jeremías constató que

“tanto el profeta como el sacerdote vagan sin sentido por el país”

Jer 14,18

Jesús comparó a su pueblo como “ovejas errantes”, sin pastor e incluso a no pocas como “ovejas perdidas”.

Así mismo hoy nos encontramos con mucha gente errante, perdida, sin casa, sin hogar, sin morada: pueblos que navegan sin rumbo, sin un auténtico liderazgo, comunidades que no son comunidades sino grupos de gente dispersa, perdida, personas que sobreviven.

Y también esto sucede en la Iglesia, en el matrimonio, en la vida consagrada en la vida laical, aunque parezca increíble. Somos discípulos del buen Pastor, pero a pesar de todo, hay personas, comunidades, instituciones que viven de la repetición de lo mismo, que han renunciado al camino, a la ruta, y sólo viven de la rutina: del ritualismo. Está perdido quien no se mueve, quien vive de lo mismo, quien renuncia a trascenderse, quien camina sin meta: esa persona es el judío errante, el cristiano errante, el consagrado o la consagrada errante.

La sinodalidad de la alegría – Las Bienaventuranzas

Jesús unió el camino hacia la santidad a las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). La mayor desgracia e infelicidad es no entrar en el ámbito de las bienaventuranzas.

El papa Francisco nos dice que las bienaventuranzas son “como el carnet de identidad del cristiano”[2]. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas (GEx, 63). En eso consiste la verdadera dicha.

La santidad: las Bienaventuranzas

“solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo”

Papa Francisco, Gaudete et exultate, 65.

Las bienaventuranzas nos interpelan y nos llaman a un cambio real de vida. 

  • Rico es el ser humano que pone toda su seguridad en sus riquezas y cuando éstas fallan se desmorona. Feliz es quien siendo rico, como Jesús se hace pobre. Ser pobre de corazón, ésto es santidad.
  • Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad.
  • Saber llorar con los demás, esto es santidad
  • Buscar la justicia con hambre y sed, ésto es santidad
  • Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad.
  • Sembrar paz alrededor, esto es santidad.
  • Aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas, esto es santidad.

La santidad que agrada a Dios se resume en estas palabras: 

«Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme».

Mt 25,35-36

“La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Son pocas palabras, sencillas, pero prácticas y válidas para todos”.

Papa Francisco, Gaudete et exultate, 109

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