El jardín y la ciudad corrompida: releyendo el Cantar de los Cantares hoy

Bob Haverluck en un artículo titulado “Song of Love, Song of revolt: Re-reading the Song of Songs” (Cantar de amor, cantar de revuelta: releyendo el cantar de los cantares”)[1], hace una relectura del todo particular del Cantar de los Cantares, que a mi modo es muy pertinente para reflexionarla en este tiempo de crisis económica y otras crisis.

Según este autor norteamericano que además de teólogo es artista diseñador, hay que resaltar que la Biblia comienza y concluye en un jardín. A lo largo de la Escritura aparecen los jardines como espacios de pasión amorosa. Entre el jardín del Edén y la ciudad jardín de la nueva Jerusalén están las ciudades construidas por los seres humanos. La primera ciudad fue construida por el primer asesino, Caín (Gen 4,17). El Cantar trata sobre el jardín y sobre la ciudad, sobre el canto de amor y el canto de la política y el mercado. Como vemos, se trata de una relectura muy adecuada para el tiempo que estamos viviendo, especialmente en Europa, en España y esas ciudades que buscan solucionar sus problemas a través de mercados de ocio, suerte y placer.

El jardín y la ciudad

Nosotros vivimos en ciudades guardadas y provistas por la política y el mercado. En principio, la ciudad no es el espacio del amor: se buscan nidos de amor, se buscan puertos en un mundo perdido. El Cantar nos revela que este mundo no es tan simple como suponemos pero tampoco tan desesperanzado. La lírica del Cantar nos invita a beber de las pasiones que Dios bendice.

Las relaciones entre el amor de los amantes y el orden político no son pacíficas. El orden político dominante supone una amenaza para los amantes. En el jardín de los amantes se inicia el movimiento de resistencia a las crueldades de la ciudad. En su desciframiento el Cantar es una llamada a la rebelión a quienes conocen las pasiones del amor.

El jardín de los iguales en el lugar del encuentro

El Cantar inicia con la urgencia de los besos de su rey. Una fuerte voz femenina nos introduce. Ella participa en un diálogo de amor entre iguales. Es la voz que nos guía a lo largo de todos los poemas del  Cantar. Estos poemas son fragmentos. El Cantar es como una pieza posmoderna, fragmentaria, que nos presenta pequeños videos de los momentos diversos en la vida de los dos amantes.

Buscan un jardín donde anidar: la amante que ama a su amado con toda su alma (desde la profundidad de su ser), anhela encontrarse con su pastor y por eso le pregunta:

“Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, 
dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía” (Cant 1,7).

Ella está determinada a encontrarlo.

El amante describe el inicio de la primavera y la invita a salir para encontrarse, aunque no precisa adónde:

“La higuera ha echado sus higos, 
y las vides en ciernes dieron olor; levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vamos (¡salgamos!)” (Cant 2,13).

La primavera refleja lo nuevo y lo renovado. La amante le invita a salir al campo, al espacio abierto y pasar la noche entre las flores de alheña[2].

Los jardines de los amantes pueden estar en cualquier parte: cerca de donde pasta el ganado o en la foresta. Así se lo dice ella a su amado:

“He aquí que tú eres hermoso, amado mío, verdaderamente encantador; verdaderamente nuestro lecho es verdeante” (Cant 1,16) ; las vigas de nuestras casas – cedros, los tejados – juníperos”.

Se trata de árboles enormemente lujosos[3]. El espacio en el que los amantes se encuentran siempre se transforma en jardín. Incluso si el encuentro acontece en el corazón de la ciudad (3,1-4[4]) o en el campo bajo un manzano (8,5[5]). A veces se hace difícil distinguir si se trata de un sueño hecho realidad o un sueño todavía no vivido (3,1-4; 5,2-7[6]). En todo caso, se encuentran en un jardín de amor suficiente como para querer volver a él.

Estos jardines no son únicamente un lugar. A veces el jardín es el amado mismo. Son un jardín el uno para el otro. Él es para ella como un manzano entre los árboles del bosque (Cant 2,3); sus ojos son como palomas junto a saltos de agua (Cant 5,12a[7]); sus labios como lirios (Cant 5,13b). Ella es para él un jardín, a veces cerrado como para los demás; a veces abierto en el que puede probar la granadas y oler el cinamomo y las especias del monte; a veces un jardín abierto, un jardín fuente que fluye con aguas salvajes que bajan del Líbano (Cant 4,12-15[8]; 5,2-5). Ella canta al campo (4:16,5:1[9]).

El uno y el otro están desnudos como en el primer jardín. Lo reproducen de forma nueva. Su jardín es el mundo. El amado, la amada son el mundo. Los amantes unen lo agreste y lo cultural. El amante le dice a la amada que  es “bella como Tirzah, atractiva como Jerusalén” (6,4). Pero no solo es ella grande como las ciudades amuralladas (una referencia a la cultura), ella puede representar el cosmos natural, en cuanto tal y la potencias de los ejércitos en él (6,10[10]). Estas referencias son más que mera poesía. Contienen un juego de posibilidades más allá del sentido inmediato. Aquellos a quienes el amor ciega, les revela la existencia posibilidades desconocidas e insospechadas. Puede tratarse de una bendita locura. En el jardín del amor los amantes se ven de forma distinta a como el orden social los ve. Por esto, se vuelven peligrosos para el orden establecido.

Según la norma del primer castigo en el Edén “la mujer deseará al varón y él la dominará” (Gen 3,16). Sin embargo, en el jardín de los amantes no es así. La mujer dice:

“Yo soy de mi amado, y su deseo es para mi” (Cant 7,10)[11].

“Mi amado es mío y yo soy suya” (2,16; 6,3).

Los amantes vislumbran un mundo sin jefes a quienes someterse; en el jardín del Dios vivo hay un mundo de iguales con una recibir y dar gratuito.  Lo que experimentan les hace saber que es posible otro mundo, otra forma de ser: sin tiranía, sin avaricia, sin robo. El paraíso perdido se encuentra en el jardín de los amantes. Ellos quieren vivir en ese mundo. Podemos así comparar los jardines de los amantes con el primer jardín del Edén.

Lo que ellos experimentan orienta hacia la ciudad jardín. Anticipa el todavía no de lo que se podría llamar la Nueva Jerusalén.

¿Quién es el tentador?

¿Es el jardín de los amantes la reproducción nueva del primer jardín? ¿Hay también ahí un tentador? ¿Una serpiente? No hay ninguna serpiente. Pero sí hay un tentador y tentaciones. Su nombre es Salomón, el rey de la ciudad. Hay tres nombres que tienen la misma raíz hebrea: Shalom-on, Jeru-shalem, Shulam-ita. Son la alternativa a los personajes y al mundo de la pareja protagonista del Cantar. Aunque se diga al inicio que el Cantar pertenece a Salomón, eso es únicamente para evocar su memoria: ¡nada más! Se habla de los jardines del rey en el último capítulo del Cantar: pero ahí se muestra cómo el jardín del rey está en conflicto fundamental con el jardín de los amantes.

El jardín de Salomón atrae a muchos. Es un jardín propio de una rey mercader con sus propias ideas de reino: en él hay abundancia y lujo. El signo mayor es el confort y la apariencia opulenta. La casa que el rey construyó para Dios de modo que Dios quedara acuartelado en la ciudad capital es de cedro fino con un altar de oro, lámparas de oro, puertas de oro. La casa construida para albergar a Dios está en la siguiente puerta de la casa del Rey que, incidentalmente es mucho mayor. Esta tiene de todo con cientos de guerreros con coraza de oro, y posa-vasos de oro, y un gigantesco trono de fino marfil, cubierto de oro. Así el signo del rey mercader es también oro.

No sorprende que el jardín del Rey que es grandísimo, no tenga un amado. El rey tiene miles de mujeres: esposas y concubinas, que de él obtienen miles de piezas de plata por su favor. Este jardín tentador tiene no es casa del amor, pero sí de la lujuria. En lugar de cartas de amor, allí hay libros de contabilidad. Es en este capítulo final donde los amantes declaran su oposición al rey Salomón en voz alta:

“Salomón tuvo una viña en Baal-Hamón[12], que entregó a guardas, 
cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.  Mi viña, que es mía, es para mi; tú, oh Salomón, podrás tener mil (piezas de plata) y los guardas del fruto doscientas” (Cant 8, 11-12)[13].

Hasta este momentos las diferencias eran solo implícitas. Ahora se les da nombre. Los amantes aparecen como profetas reluctantes; pero dada la experiencia que han tenido ahora pueden hablar claro y alto.  La viña del rey refleja el nuevo orden económico, político y religioso al cual los amantes en cierto sentido pertenecen. Este es el aire que ellos y otros han de respirar. Por eso, ellos, los amantes, llaman a otros que conocen los jardines del amor a pertenecer a un orden distinto, otro sistema, diferente del orden establecido:

“Oh, tú que moras en los jardines, mis compañeros esperan escuchar tu voz; 
házmela oír” (Cant 8,13).

Se busca aquí una comunidad de voces de resistencia, de compañeros que clamen por el amor. Los amantes necesitan a estos compañeros para resistir a la tentación.

El cantar presenta a Salomón como tentador en Cant 3,6-11:

“¿Quién es ésta que sube del desierto como columna de humo, 
sahumada de mirra y de incienso 
y de todo polvo aromático?  He aquí es la litera de Salomón[14]Sesenta valientes la rodean, 
de los fuertes de Israel, 
todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
cada uno su espada sobre su muslo, por los temores de la noche[15]. 
El rey Salomón se hizo una carroza de madera del Líbano, hizo sus columnas de plata, 
su respaldo de oro, 
su asiento de grana, 
su interior recamado de amor (‘ahabah)[16]. Por las doncellas de Jerusalén. Salid, oh doncellas de Sion[17], y ved al rey Salomón 
con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio, 
y el día del gozo de su corazón[18]. (Cant 3,6-11).

Salomón no solo tienta, sino que también intimida. Esto lo vemos cuando por la noche va la amada a la ciudad buscando a su amado (Cant 5,2-7). Es encontrada por los guardias de la muralla de la ciudad de Salomón. Como los soldados de la litera, también éstos están armados con espadas en los muslos contra los terrores de la noche (3,8). Y para ellos la amada que es negra y bella pertenece a la noche y a sus terrores. Ella representa un jardín extraño al corazón de la ciudad santa. Y hablando de estos guardianes de las murallas y las puertas ella dice:

“Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; 
me golpearon, me hirieron; me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros (Cant 5,7)[19]”.

Se ve que los amantes no están “en casa” cuando están en la ciudad; están seguros en el campo. Recorre el cantar un peligro. Aparecen las razones cuando los que guardan a ciudad rel rey atacan a esa “negra y bella” representante de los jardines del amor, ante la cual los guardianes se muestran miedosos y violentos. Ellos, como el rey temen la emergencia de amor que hace aparecer una creación de iguales y que exige respeto al otro. Amor es una especie de amenaza cuando el no queda confinado en los jardines, sino que es llevado por el eros y propulsado por el agape hacia las calles. Cuando el amor se hace visible se vuelve peligroso.

Las mujeres de la ciudad capital son llamadas para mirar y estremecerse ante el esposo real cuya majestad y poder se acerca. Aquí tenemos la imagen de la riqueza seductora y la promesa de seguridad en tiempos inciertos. Viene con el aroma de los jardines, vestido en una nube que es casi de otro mundo (de desierto, como una columna de humo perfumada con mirra e incienso, con toda la fragancia de los polvos de los mercaderes). Aparece como un segundo Moisés que llega desde el desierto oliendo la promesa de una tierra de leche y miel. Viene con el poder militar para que Israel esté a salvo. Este es el que puede hacer de la nación un jardín con murallas para que haya seguridad dentro. Pero si este es un nuevo éxodo, ¿dónde está el Dios que guía?  Hay una nube de humo, pero no es la nube de Dios. No viene el arca de la Alianza. Solo una litera-trono que el rey se ha construido para sí mismo.

El rey no camina, ni tropieza en el desierto; es llevado a hombros del pueblo, portador de la carroza, por soldados, funcionarios de la corte  Solo habría que recordar la historia de los reyes en Israel y cómo se interpusieron en la Alianza de Dios con su Pueblo.

El rey aparece como un éxodo de mentira y burla y su jardín lo mismo. La historia de los poderes reales y de los principales es más un humo que pasa que centellas del fuego de Dios.

La alternativa de los amantes

En cambio los amantes hablan de Alianza; se oponen a Egipto, a Babilonia y a su reproducción en Israel. Ellos son la resistencia:

“las muchas aguas no puede apagar a Amor, ni los ríos anegarlo” (Cant 8,7a).

Nadie podrá contra el amor: ni la destructividad política o cósmica. Centellas o chispas del fuego del Dios rebelde del éxodo, el fuego de los amantes es ese tipo de amor que es fuerte como muerte. Pero si es fuerte necesita ser habilitado para distinguir lo falso de lo verdadero, para no dejarse esclavizar. Para hacerlo los amantes concita a otros “que viven en los jardines”.

El fuego de Dios es

“brasas de fuego, una  llama de Yah (salhebetyah)” (Cant 8,6).

“Pone como un sello en tu corazón, como un tatuaje en tu brazo” (8,6a).

Los amantes tienen que recordar el éxodo del Dios acompañante. Por eso cantan:

“¿Quién es ésta que sube del desierto, 
recostada sobre su amado?” (Cant 8:5a )[20].

Esta lírica de los dos amantes que re apoyan el uno en el otro nos evoca la de un pueblo que se recuesta en Yahweh su amado.

Jesús, alternativa según el Cantar de los Cantares

Así no sorprende que Jesús, amor en cuerpo apasionado, fuera entendido como una amenaza al orden establecido. Es un peligro cuando deja el jardín del desierto o cuando es arrestado en el jardín de Getsemaní. Porque Jesús mostró amor en las calles, amor aquellos que estaban en las puntos débiles de las murallas de la ciudad y un amor preocupado hacia quienes manejaban dinero en sus mesas. Por amor fue arrestado, burlado y finalmente legalmente matado.

El amor fue despedido de la tierra y enviado a un jardín cementerio de antiguos amores.  Y allí, María Magdalena encontró el misterio del Amor resucitando entre las tumbas del amor. Y en su locura santa ella confunde a Jesús con el jardinero. Es el segundo Adán, criatura de la tierra, que es jardinero del segundo Edén, de la ciudad jardín que viene, la nueva Jerusalén. En esto, la amante, golpeada por los gurdas de la ciudad mercenaria del rey puede encontrar un compañero e incluso una visión más esperanzada.

La ciudad jardín o la Nueva Jerusalén

Comenzamos este relectura del Cantar de los Cantares evocando la Escritura que comienza y acaba en un jardín (el de la primera creación, el de la nueva creación). Para muchos, la anticipación de tal ciudad se nutre de la experiencia viva del amor entre amantes. Porque encontrando al amado la persona amante descubre frecuentemente un nuevo mundo, al mismo tiempo gozoso y también alarmante, al mismo tiempo lugar de belleza y belleza en peligro: un lugar de jardines de los amantes y jardines que marcan la muerte del amor.

En el Cantar vemos cómo aquellos que habitan jardines del amor son puestos en seguida en peligro por el tentador en la persona del rey mercader y el mundo que lo rodea. En parte, el peligro se despliega aquí como corrupción: reducir el amor y la vida a comodidad y dinero: ¡cosificarlos! ¡Y ponerlos en contradicción con nuestra más profunda identidad, que es “amor”!

Cuando los amantes se desmarcan de esta forma de este modelo de sociedad mercantil y objetivante se vuelven extraños. En el Cantar los amantes están agraciados con una pasión expansiva de acuerdo con el profeta que dice que “las muchas aguas nunca agotarán a Amor”.

Jesús valora más la naturaleza que el esplendor religioso y económico de Salomón:

“ni Salomón en todo su esplendor se vistió como un lirio del campo” (Mt 6,29).

Jesús valora más la naturaleza que la ciudad santa y amurallada, con sus centinelas, en la cual se derrama la sangre de los poetas y profetas y de otros amantes. Jesús sueña otra  ciudad jardín con sus 12 puertas abiertas, y todos sin temor dentro. Pero en su estado actual la ciudad suscita llanto y lamento (Lc 19,41; Mt 23,37). Los amantes coinciden con el llorar de Jesús y de otros que lloran sobre la falta de santidad de la ciudad. Allí no hay libertad, sino control. No hay espacio para el amor.

Los amantes son actores de una teología que es al mismo tiempo terrenal, mística y política. Por esto se van desde el jardín-lecho de amor a las calles. Quieren “evangelizar” a los demás para que descubran el mundo alternativo, la ciudad jardín; son compañeros y compañeras que pueden reconocer muy bien la pequeñez de su fuego comparado con la ardentísima  llama de Dios. Compañeros cuyas contradicciones en su forma de amar pueden evocar el amor de Dios, que los ama sin oposición. Las hijas de la Nueva Jerusalén proclaman siempre a coro ese amor, esa llama de Dios que es fuerte como muerte.

Todos los que conoce los jardines del amor experimentan la presencia sensual y sacramento de Dios, que ama y cuida.



[1] Cf. Bob Haverluck, Song of Love, Song of revolt: Re-reading the Song of Songs, en ARTS, 14 (2002), pp. 14-20.

[2] Lo precisa más la amante cuando exclama: “Ven, oh amado mío, vayamos (salgamos[2]) al campo, 
pasemos la noche entre la alheña; levantémonos de mañana a las viñas. Veamos si brotan las vides, si están en cierne, 
Si han florecido los granados; 
Allí te daré mis amores. 
Las mandrágoras han dado olor, 
y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado” (Cant 7:12-13). La alheña era una especia usada para describir apropiadamente a los dos amantes”: 1,14; 4,13. Ella le dice a su amado: “Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi 
es para mí mi amado” (Cant 1,14). Él le dice a ella: “Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, 
de flores de alheña y nardos” (Cant 4,13).

[3] Los cedros eran considerados frecuentemente como el material más precioso para las construcciones

[4] La esposa dice: “De noche busqué en mi lecho a quien  ama mi alma; 
lo busqué, y no lo hallé.  Y dije: me levantaré ahora, y circularé por toda la ciudad: por las calles y por las plazas 
Buscaré al que ama mi alma. Lo busqué, y no lo hallé.  Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, 
Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma? 
Apenas hube pasado de ellos un poco, 
hallé luego al que ama mi alma; 
Lo así, y no lo dejé, 
Hasta que lo metí en casa de mi madre, 
Y en la cámara de la que me dio a luz” (Cant 3,1-4).

[5] Las jóvenes se preguntan por tercera vez (Cant 3,6; 6,10) “¿Quién es esta mujer que sube del desierto, 
recostada sobre su amado? 
Debajo de un manzano te desperté” (Cant 8,5).

[6] “Yo dormía, pero mi corazón velaba. 
Es la voz de mi amado que llama: 
Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, 
Porque mi cabeza está llena de rocío, 
Mis cabellos de las gotas de la noche. 
Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? 
He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?  Mi amado metió su mano por la ventanilla, 
Y mi corazón se conmovió dentro de mí.
Yo me levanté para abrir a mi amado, 
Y mis manos gotearon mirra, 
Y mis dedos mirra, que corría 
Sobre la manecilla del cerrojo. 
5:6 Abrí yo a mi amado; 
Pero mi amado se había ido, había ya pasado; 
Y tras su hablar salió mi alma. 
Lo busqué, y no lo hallé. 
Lo llamé, y no me respondió.  Me hallaron los guardas que rondan la ciudad. 
Me golpearon, me hirieron; 
Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros” (Cant 5,2-7).

[7] “Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, que se lavan con leche, y a la perfección colocados” (Cant 5,12).

[8] “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada.  Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves, de flores de alheña y nardos; nardo y azafrán, caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso; mirra y áloes, con todas las principales especias aromáticas.  Fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano” (Cant 4,12-15).

[9] “Levántate, Aquilón, y ven, Austro; soplad en mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, y coma de su dulce fruta.   Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; bebed en abundancia, oh amados” (Cant 4,16 – 5,1).

[10] “¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?” (Cant 6,10).

[11] La fórmula de mutua posesión aparece tres veces en el Cantar y cada vez hay una modificación determinada por el contexto (2,16; 6,3). “Su deseo es por mí” introduce una indudable referencia a Gen 3,16. Pero ahora el deseo no es de la mujer al marido, sino al contrario. Es muy interesante esta referencia, porque antes tenía alusiones al árbol y al jardín. Aquí se hace referencia pues a deseos equilibrados, falta de dominio y mutua invitación y respuesta. Sugiere el poder del amor para redimir la maldición de Gen 3,16.

[12] Es un lugar desconocido. El término significa, en todo caso, propietario o señor de mucho, un gran propietario, probablemente referido a sus muchos matrimonios y haren. El otro lugar no identificable en el Cantar es Bat Rabbim (Cant 7,5) referido a la Shulamita (la misma raíz que Shalomo, Jerushalem) que significa “hija de multitudes”

[13] Es una parábola situada en un pasado indefinido. Salomón aparece como una figura legendaria La ubicación de su viña en Baal-hamon (esposo de una multitud) es más simbólica que geográfica.  Conforme avanza la parábola se pasa del pasado al presente. La Amada se dirige directamente a Salomón. Paradójicamente la experiencia del amor ha hecho que la amada se sienta en autoposesión. Su viña es un don y no puede ser comprada a ningún precio (,87).

[14] Es una exclamación y una cuestión al mismo tiempo. Ahora se habla de una excitante actividad. Es la esposa la que se acerca transportada en la litera de Salomón. En un nivel simbólico la litera hace referencia a la misma esposa. Como ya dijimos en el prólogo “Salomón”, rey” o “rey Salomón” son símbolos del Amante (cf. 1 Mac 9,39, donde se haba de otra procesión de boda).

[15] La referencia a los 60 guerreros en tres momentos pone de relieve su importancia: llama la atención el número impresionante de guerreros y después su excelencia. El poeta los define como un cuerpo único de hombre entrados en la guerra. Cada uno está equipado con una espada en su lado. Es de noche y hay amenazas. Tienen también una relación con la litera de Salomón. La litera pertenece a una paradigma oculto de imágenes que representan la Amada, así también los guerreros pertenece al correspondiente paradigma de “protección”. La viña (la Amada), esta protegida por los guardas (1,6; 8,11) y la litera por los guerreros. Los guardas de la viña cazan las raposas que estropean las viñas (2,14) y los guerreros protegen la litera, empuñando sus espadas contra el terror de la noche.

[16] ‘ahabah significa al mismo tiempo amor y cuero. En una lista de preciosos materiales el cuero es la palabra esperada, pero amor es la palabra principal del Cantar.

[17] La Esposa se acerca al Esposo que la espera y va a recibirla (3,11). La noche cede ante el día, el desierto ante la ciudad, el terror a la alegría. Los sesenta guerreros que protegen la llegada del cortejo nupcial son equilibrados con las hijas de Jerusalén que rodean al Rey.

[18] La atención pasa de la “madre de la esposa” (3,4) a la madre del esposo (3,11).

[19] Los guardas se dedican a proteger la ciudad: como los guerreros.

[20] Así canta o un coro o las hijas de Jerusalén. Se pregunta por la identidad de la Amada (3,6). Anuncian su llegada para transmitir el mensaje último del Cantar.

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