Las sociedades democráticas no quieren organizarse sometidas “al dedo” de los grupos de presión. Tampoco la vida consagrada quiere vivir sometida “al dedo”: el dedo que indica lo que hay que hacer y quién tiene que ejercer una determinada función: ¡el dedo que designa y determina según el propio querer y la propia visión! La vida consagrada ha elegido desde hace tiempo la urna. Contemplando la urna en una gran sala -todavía vacía- me vino a la mente y al corazón la siguiente reflexión, que después comuniqué cuando la sala se llenó de Capitulares ¡Hela aquí!
Esta urna en la que depositáis vuestras papeletas, tanto para los sondeos como para las votaciones canónicas, se está convirtiendo en un pequeño sacramento. Lo que depositáis en ella no es un trozo de papel, sino el fruto de vuestro discernimiento en el Espíritu, el resultado de vuestro deseo de colaborar y participar en el futuro de vuestro Instituto, de vuestra nación.
¡Ese es vuestro voto a favor de…!
- a favor de tanta gente a la que la misión de vuestro instituto alcanza:
- a favor de la ancianidad a la que atendéis, de la infancia a la que cuidáis y educáis, de la juventud a la que ofrecéis vuestros desvelos para que encuentre el sentido y la razón de su vida;
- a favor de adultos con los que colaboráis en vuestra preciosa misión o a los que atendéis con vuestro testimonio, enseñanza.
- a favor, tal vez, de los cinco continentes en los que queréis estar presentes con un fuerte sentido de respeto a las culturas y con un honesto deseo de inmersión lingüística.
- a favor de los más pobres, los indefensos, las víctimas, los descartados de los grandes proyectos económicos o políticos.
- a favor de este planeta azul, para que sea casa habitable, la casa de todos.
El Espíritu Santo permite e incluso quiere que la diversidad de papeletas en los sondeos y la mayor y posible armonía y unidad de las papeletas en las votaciones definitivas.
Los malos espíritus acechan la urna
Pero ¡no nos sorprendamos si lo malos espíritus
- –los espíritus del complejo de superioridad cultural o espiritual,
- del desprecio y exclusión del otro,
- de la visión estrecha,
- de la desconfianza ante lo diferente,
- del miedo ante lo nuevo,
- de la envidia,
- de la venganza-
quieren apoderarse de esta urna.
¡Para los malos espíritus la urna es un tesoro precioso!
Las papeletas del buen Espíritu
Estoy seguro que el discernimiento del buen Espíritu provocará un flujo de papeletas llenas de honestidad, de sana autonomía y sabia comunión, elecciones realizadas ante Dios Padre y Jesús, en diálogo con los hermanos y hermanas y a favor de ese vasto mundo.
¡Qué bueno sería que en el momento del discernimiento definitivo os sintáis “cuerpo de Cristo”, o incorporados o incorporadas al Cuerpo de Cristo. ¿Sería demasiado pedir, cuando nos acercamos a la urna, después de haber celebrado la Eucaristía, tras la incorporación diaria al Señor Resucitado?
El paradójico misterio de la Urna
La urna desprende un paradójico halo de misterio. Puede ser la urna de las mentiras o de la verdad, de los atracos o del respeto. Es el espejo de la Asamblea, del Capítulo.
Por eso, está bien que nos acerquemos a la urna después de habernos purificado para que nuestra mano no escriba un nombre, movida por:
- grupos de presión,
- mayorías perezosas e incapaces de innovación,
- el complejo de superioridad étnica
- y tal vez otros intereses, ajenos al Evangelio
Purificados, y deseosos de ser cómplices del Espíritu Santo, nuestra mano escribirá un nombre movida
- por la sabiduría que sabe interpretar los signos de los tiempos,
- por los “consejos” del Evangelio,
- por las “inspiraciones del buen espíritu”,
- por las necesidades a las que nuestro carisma colectivo quiere responder.
La urna triste de la repetición – tumba donde mueren los sueños
A veces, ahí sigue la urna, que cada cinco o seis años despierta y se abre a la “novedad” del momento del Espíritu y del mundo. Pero le llegan simplemente repeticiones, a veces excesivas, que ella inmediatamente reconoce. Y le apena hacerse cómplice de la repetición de lo mismo. Sólo se siente interiormente renovada, cuando las leyes marcan un final. La urna sabe que ella puede ser tumba donde mueran los sueños, o rampa de resurrección. Y cuando alguien es re-elegido o re-elegida, la urna le pide que nazca de nuevo. Que se estrene y humildemente se disponga a aprenderlo todo de nuevo.
La urna que concibe “navidades”
Por eso, hermanos o hermanas: no os acerquéis a la urna, sea de los sondeos previos, sea de las votaciones definitivas, movidos por un mal espíritu. Busquemos con sinceridad la voluntad de Dios en un discernimiento personal y comunitario. Que la urna pueda concebir “navidades”. Que podamos decir que el resultado brota del Espíritu y de nosotros.
La urna está aquí. Un pequeño sacramento de aquello que el Espíritu sugiere y sueña.
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