¡DIOS! (Moisés), ¡ESCARMIENTO! (Pablo), ¡CONVERSIÓN! (Jesús)

¡Aprended de los tiempos antiguos! Las lecturas de este domingo nos piden que rehuyamos las falsas seguridades. Nos dicen cómo en tiempos antiguos el Pueblo santo de Dios se equivocó y se extravió, a pesar de tantos dones de Dios recibidos. Nos alertan sobre una falta seguridad, incluso en la Iglesia. Podemos obedecer el orden establecido mientras desobedecemos los signos de los tiempos. Podemos perece, si no nos convertimos. Pero ¿qué significa “convertirse”?

“Yo soy” me envía a vosotros

¡Qué nombre más extraño para aplicárselo a Dios! ¡”Yo soy!

Cuando uno se fija en los demás, descubre las diferencias. Lo espontáneo es decir: “Yo no soy…” A lo largo de la vida descubrimos que la lista del “Yo no soy” es cada vez mayor. Y también… que algún día “yo no seré”.

Desde esa experiencia lo que “yo soy” es poco, muy poco. Descubro mi limitación: “yo no soy eterno…”, “yo no soy sabio…”, “yo no soy perfecto…”.

Vistas así las cosas, ¡qué interesante es que Dios se presente a Moisés con estas palabras: “Yo soy”! En ese “soy” está incluído el presente, el pasado y el futuro.

Moisés se sintió llamado y enviado por el misterioso “Yo soy”.. No lo enviaba un “don nadie” o un “yo no soy”.

La intención de Dios era sacar a un pueblo de la esclavitud y convertirlo a través de un alianza de Amor en “su pueblo”.

Escarmiento

El escarmiento consiste en una acción o un evento que nos permite descubrir lo malo que también a nosotros nos puede ocurrir. Es aprender de la experiencia dolorosa de otros.

En la segunda lectura de la Carta a los corintios Pablo nos recuerda lo que le sucedió al Pueblo de Israel, el pueblo escogido: tras una breve “luna de miel” con “Yo soy”, se volvió ingrato, murmurador, quejumbroso, insolente, infiel, capaz de aliarse con quien fuera… Y ése fue el comienzo de sus desgracias. Llevaba dentro de sí el virus de la división, de la rebeldía, de la desobediencia, del desequilibrio. El desierto se le hizo cada vez más hostil. La travesía resultaba interminable. Lo que hubiera durado unos meses en condiciones normales, se convirtió, al final, en una travesía de cuarenta años.

¡Escarmentad!, dice Pablo a los cristianos. Lo que sucedió a Israel nos puede suceder perfectamente a nosotros. ¡Escarmentad! Ése es el aviso que hoy la Palabra nos dirige. No presumamos de nuestros dones. Aceptémoslos con temor y temblor, con responsabilidad humilde.

“Si no os convertís… ¡todos pereceréis!

También Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: “¡Si no os convertís, todos pereceréis!”, nos dice Jesús; nos alerta contra las falsas seguridades; nos invita a vigilar, a estar atentos, a convertirnos.

¿Qué es convertirse? ¿A qué? Hay señales de Dios en el camino. Son los signos de los tiempos, que debemos interpretar y seguir. Cuando no somos capaces de entenderlos y la desidia nos impide seguirlos, nos extraviamos, nos perdemos, perecemos. ¿Qué le está pasando a Rusia y a Ucraina? ¿Cómo interpretar esos signos de los tiempos? ¿Qué conversión se nos pide? ¿Sólo la ayuda solidaria…. o algo más… más importante aún?

Hay cosas que ya no tienen futuro en la vida de la Iglesia; estilos de predicación que no dicen nada; formas de oración que son vacías; tradiciones que repiten lo que siempre se hizo pero que están muertas.Este domingo nos invita a cambiar una vez más y a estar vigilantes para saber en qué dirección caminar.

Para contemplar:
EL EVANGELIO CANTADO

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