LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ

La Iglesia que Jesús soñó tenía tres características: misionera, como una nueva Jerusalén o morada de Dios entre los hombres y como la casa del amor fraterno. En este tiempo la formamos casi dos mil millones de seres humanos. Es una Iglesia misionera, pero a veces parece una Iglesia de trabajadores. Es como la nueva Jerusalén, pero a veces parece la vieja Jerusalén. Es la casa del amor fraterno, pero también hay entre nosotros rivalidades, envidias, tensiones. ¿Será posible el sueño de Jesús?

Iglesia en Misión

La misión pertenece a la quintaesencia de nuestra comunidad cristiana. No es una actividad esporádica, temporal… es nuestro verdadero ser. Hemos sido bautizados para ser “sal de la tierra”, “luz del mundo”.

Pablo y Bernabé, esos dos apóstoles –creativos, audaces, apasionados– expresaron de forma única el ser misionero de la Iglesia. La Iglesia de Antioquía se mostró desde el principio como una comunidad profética, con una fuerte impronta misionera. Aquella Iglesia era ex-céntrica, centrífuga, en misión permanente.

Inspirados en la oración enviaban mensajeros a anunciar el reino de Dios.

Sin Misión no somos Iglesia, sino únicamente un grupo de empleados en tareas que nosotros mismos nos hemos asignado. Por eso, es urgente revivir en cada una de nuestras comunidades cristianas la experiencia de la Iglesia profética y misionera de Antioquía. ¡Ésa es la señal! 

Iglesia “nueva Jerusalén”

La vieja Jerusalén ya la conocemos. Estaba atada a su pasado violento, a ritos y sistema religioso caduco, a sus autoridades y poderes fácticos. La nueva Jerusalén aun no la conocemos. No está aquí, aunque va descendiendo del cielo. Es ciudad de ensueño, fundada por el Dios que quiere sorprendernos con la novedad: “¡He aquí que lo hago todo nuevo!”.

Nuestra Iglesia todavía no es esa “nueva Jerusalén”. La nueva Jerusalén desciende todos los días a nuestra tierra: cuando nosotros n configuramos nuestra conducta a los habitantes de la vieja Jerusalén. Por eso, no está mal preguntarnos: ¿a qué Iglesia pertenezco y sirvo, a la vieja o a la nueva Jerusalén?

Iglesia-casa del amor fraterno

Jesús no nos pidió a sus discípulos y discípulas que lleváramos un distintivo a través del cual la gente pudiera reconocer que somos sus discípulos. Sólo nos pidió una señal: “que nos amemos unos a otros…” Allí donde el amor no circula, no hay comunidad, ni Iglesia. La insistencia de Jesús en el amor, en el perdonar setenta veces siete, en la necesidad de perdonar para ser perdonados, responde a un conocimiento muy profundo de nuestra realidad. Jesús nos conoce de verdad y, por eso, nos lo advierte, nos lo pide. 

Constatar que la iglesia de Jesús, con casi dos mil millones de creyentes está dividida en Iglesias separadas; contemplar la misma Iglesia católica dividida entre grupos que se rechazan mutuamente y discriminan… no es ver realizado el sueño de Jesús.

“Como yo os he amado”

Jesús nos ofrece la clave para amarnos unos a otros: ¡como yo os he amado! El listón del amor es muy alto para nosotros. Pero Jesús tiene una solución: nos promete que el Espíritu Santo se puede derramar en nuestros corazones. Es el Espíritu del Amor. El amor, sin embargo, no es el resultado de una difícil carrera para conseguirlo. Es un carisma, un don. El mayor de los carismas, como nos dice 1 Con 13. Lo cantamos cuando decimos: Danos, Señor, un corazón nuevo, derrama en nosotros un Espíritu nuevo. .

El tiempo de Pascua y Resurrección nos dice que “todo es posible”. Quien cree en la Resurrección de Jesús, cree que también en nosotros hay resurrección y vida nueva y que “nace el amor”.

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Una respuesta en “LA COMUNIDAD QUE JESÚS SOÑÓ

  1. Maria del Carmen Cucharero García dijo:

    Muchas gracias padre José Cristo Rey siempre me hace anhelar y por lo tanto buscar la tierra acla que estamos llamados a pisar … nunca olvidar la luz que nos reflejan los místicos y creercen Jesús.

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