LA FASCINANTE DISCRECIÓN DE DIOS

Buscamos el rostro de Dios, perso no lo encontramos. La búsqueda de Dios -al menos nuestra cultura occidental- acaba frecuentemente en decepción. Nuestro Dios es un Dios oculto. Al menos, hemos de decir, que nuestro Dios no aparece de forma convencional. Nuestro Dios se hace esperar, quiere ser buscado… pero cuando se le encuentra, desaparece. Creo que la cuestión fundamental que hoy nos proponen las lecturas de este domingo, 9 de agosto de 2020, no tiene que ver con la existencia o no existencia de Dios, sino más bien con otra cuestión: ¿dónde se encuentra Dios?, ¿dónde se aparece Dios?

La suave brisa, o la experiencia del profeta Elías

La primera lectura de este domingo nos dice cómo el profeta Elías encontró a Dios. 

  • Elías era un profeta espectacular. Allá, en el monte Carmelo, confundió a todos los sacerdotes del dios Baal, haciendo descender fuego del cielo y demonstrando así el poder de Yahweh sobre los demás dioses. 
  • Elías era un profeta de fuego -el celo por Dios-, enérgico, batallador, capaz de perseguir a sus enemigos y hacerlos decapitar.
  • Este Elías impetuoso tuvo una experiencia muy diferente de Dios cuando se acercó a la montaña santa, allí donde Dios se había manifestado a Moisés:
    • Elías quiso volver a las fuentes.
    • Allá entró en una cueva. Pasó la noche. Se le pidió que saliera y se quedará al pie de la montaña porque Dios iba a pasar. 
    • Elías se esperaba probablemente el paso de Dios envuelto en un violento huracán “que rompiera las montañas y quebrara las rocas”. Porque Elías era violento… Pero, ¡Dios no estaba allí!
    • Después vino un temblor de tierra, y después un incendio. Pero Dios no estaba allí. Dios no era como Elías, el profeta que hacía temblar la tierra, el profeta de fuego.  
    • Definitivamente Dios no era tal como Elías -profeta de terremotos y de fuego- se lo representaba. Entonces “se oyó una brisa tenue”. Al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto. ¡Era Dios!

La manifestación divina en Jesús

También Pedro y los apóstoles tendían a una cierta espectacularidad.

  • Les hubiera gustado ser testigos de la llegada del Reino como el gran Super-Espectáculo.
  • Sin embargo, Jesús no respondía a sus expectativas. Jesús tendía a enfriar los entusiasmos de la espectacularidad. Así lo hizo después de la multiplicación de los panes y los peces. Los apóstoles habrían organizado sin problemas un gran homenaje a Jesús y no habrían dudado en proclamarlo rey. Jesús, humilde y discreto, se escabulle y pasa la noche en oración.
  • Los discípulos, tal vez decepcionados, no esperan a que baje de la montaña. Quién sabe si en un gesto de rabia y rebeldía, se alejan de Jesús poniendo mar por medio. Un gesto de excesiva incorrección y descortesía –al menos- por su parte.
  • Cuando así lo abandonan, descubren la complicidad del mar con Jesús. El mar se encabrita. La noche se echa encima. La muerte amenaza la barca de los discípulos.
  • Cuando parece que está cercano el fin, en medio de las olas, aparece sereno Jesús. Lo confunden con un fantasma. Pedro lo reconoce.
    • Tiende de nuevo hacia la espectacularidad y le pide –con una cierta osadía- que le permita ir hacia Él caminando por encima de las olas.
    • Pero cuando arrecia el viento, se le acaba la fe y se hunde a pesar de tener a Jesús ya muy cerca.
    • Sólo Jesús lo salva, recriminándole al mismo tiempo su falta de fe.

La discreción de Dios

Queremos espectacularidad cuando la fe nos falla. Cuando no somos capaces de descubrir en la sencillez de la cotidianidad la presencia magnífica, consistente y prometedora de nuestro Dios.

  • Pero en el “cada día” está el Reino, está la presencia que se nos da.
  • La presencia de Dios tiene que ver con la brisa que constantemente nos envuelve, con la respiración de nuestro cuerpo, que es brisa interiorizada. Basta respirar para poder decir con toda verdad: ¡Dios está aquí!

El teólogo francés Christian Duquoc habló hace algunos años sobre la “discreción de Dios”. Fue todo un acierto descubrir desde esa perspectiva a Dios. 

  • La discreción suele ser representada como una matrona vestida con traje de oro (símbolo de la prudencia) y manto dorado (símbolo de la gravedad); con una mano se tapa los ojos y con la otra la boca, Su atributo principal es una plomada, indicando que la prudencia determina y preside todos sus actos.
  • La discreción es un atributo de gran trascendencia, en las relaciones entre las personas. La persona discreta es sensata en la formulación de sus juicios, tiene mucho tacto, sabe dominar el ego. El discreto, no impone su presencia molesta e inoportuna en la vida de las demás personas.

Nuestro Dios sabe mantener su reserva.

  • Es siempre sensato.
  • No aparece en los primeros planos de la actualidad.
  • Descubrir al Dios de la discreción es tarea importante en nuestra búsqueda vital.
    • Descubriremos que la Suma Discreción no falta nunca a la cita cotidiana. Que sigue amándonos, protegiéndonos, siendo nuestra permanente providencia… pero sin espectacularidad.

Para contemplar
MADRE DEL SILENCIO

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Una respuesta en “LA FASCINANTE DISCRECIÓN DE DIOS

  1. María Dolores López Sánchez dijo:

    Gracias, me ayuda a comprender la Palabra de Dios.

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