¡NO TIENEN VINO! SED DEL CÁLIZ (la explicación de San Atanasio)

Una vez escuché a un compañero-presbítero y amigo decirme: “me he encontrado con una persona que necesita “beber del cáliz”, no solo comulgar el pan”. Entendí que se trataba no de una veleidad, sino de un sentimiento “místico”. Para esta persona beber del cáliz significa la liberación de un mundo que se experimenta como infernal, irredento; es la necesidad de entrar en una profundísima comunión con el Jesús de los dos hermanos-Zebedeo (¿podéis beber el cáliz?), de la Última Cena (“tomad y bebed todos), de Getsemaní (“pase de mí este cáliz”) y con el Jesús del Calvario, quien también en la medida en que perdía su sangre que iba derramándose, clamaba: “Tengo sed”.

No sé si acierto, pero desde hace tiempo encuentro un sentido eucarístico en las palabras de María, la madre, a Jesús en Caná de Galilea: “¡No tienen vino!”. Y sentía cómo esas palabras se extienden a toda la historia de la Iglesia. Y uno se pregunta: ¿Porqué el “vino eucarístico” está reservado solo para los ministros ordenados? Sé que razones “prácticas”, “pastorales”, no nos faltan, pero… a pesar de todo, resuenan en mí las palabras de María: ¡No tienen vino! ¿No se pueden superar las razones prácticas con la espera de un milagro?

Hoy en el Oficio de Lecturas me llega al corazón el siguiente texto de una carta de san Atanasio sobre la “sed de la sangre de Jesús”. Este gran padre de la Iglesia nos ayuda a entender y vivir la Eucaristía, la auto-entrega de Jesús en clave holística: “Este es mi cuerpo…. Esta es mi sangre”.

San Atanasio, Carta 5,1-2

Beber en la fuente de la Sangre preciosa de Cristo

Vemos, hermanos míos, cómo vamos pasando de una fiesta a otra, de una celebración a otra, de una solemnidad a otra.

  • Ahora ha llegado aquel tiempo en que todo vuelve a comenzar, a saber, el anuncio de la Pascua venerable, en la que el Señor fue inmolado.
  • Nosotros nos alimentamos, como de un manjar de vida,
  • y deleitamos siempre nuestra alma con la sangre preciosa de Cristo, como de una fuente;
  • y, con todo, siempre estamos sedientos de esa sangre, siempre sentimos un ardiente deseo de recibirla.
  • Pero nuestro salvador está siempre a disposición de los sedientos y,
  • por su benignidad, atrae a la celebración del gran día a los que tienen sus entrañas sedientas, según aquellas palabras suyas: El que tenga sed, que venga a mí y que beba.

“No sólo podemos siempre acercarnos a saciar nuestra sed, sino que además, siempre que lo pedimos, se nos concede acceso al Salvador.

El fruto espiritual de esta fiesta -la Pascua-

  • no queda limitado a un tiempo determinado, ni conoce el ocaso su radiante esplendor, sino que está siempre a punto para iluminar las mentes que así lo desean.
  • Goza de una virtualidad ininterrumpida para con aquellos cuya mente está iluminada y que día y noche está atentos al libro sagrado, como aquel hombre a quien el salmo proclama dichoso, cuando dice:

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Ahora bien, el mismo Dios, amados hermanos,

  • que al principio instituyó para nosotros esta fiesta, nos ha concedido poderla celebrar cada año;
  • que entregó a su Hijo a la muerte por nuestra salvación nos otorga, por el mismo motivo, la celebración anual de esta santa solemnidad.

En medio de las miserias de este mundo… nos reúne a todos

Esta fiesta nos sostiene en medio de las miserias de este mundo; y ahora es cuando Dios nos comunica la alegría de la salvación, que irradia de esta fiesta, ya que en todas partes nos reúne espiritualmente a todos en una sola asamblea, haciendo que podamos orar y dar gracias todos juntos, como es de ley en esta fiesta. Éste es el prodigio de su bondad: que él reúne para celebrarla a los que están lejos y junta en una misma fe a los que se encuentran corporalmente separados.

Aunque ahora, en tiempo de coronavirus, estemos cada uno en nuestras casas, sin embargo, el Espíritu Santo está creando redes de comunicación impresionantes, hasta ahora poco frecuentes. Comulgamos con otros en el dolor, en el llanto, en la esperanza, en el deseo de estar cerca quienes estamos lejos. Aquí tenemos una preciosa muestra de cómo una comunidad de personas aisladas en sus casa forman una orquesta y coro:

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