Hay momentos en que el camino se hace muy difícil. Nos vemos tan amenazados por todas partes, que el corazón se nos encoge. No sabemos qué nos ocurrirá mañana, o incluso hoy. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a esperar malas noticias y muy pocas buenas? En momentos así, necesitamos una palabra no solo de ánimo, sino energética y transformadora. ¿Y de dónde me vendrá el auxilio?Este domingo, 8 de agosto de 2021 nos ofrece una respuesta en las lecturas que proclamamos.
La gran cuestión es para mi el Misterio que detrás de todo lo que nos ocurre, se oculta: ¡se trata de Dios, de aquel Dios a quien Jesús llamaba Abbá!
La proclamación de la Palabra de Dios trae consigo una mezcla contradictoria de sentimientos, ideas, proyectos, esperanzas:
Por una parte se promete como cierto e inmediato el Reinado de Dios sobre nuestro mundo y pasan los años y los siglos -¡ya nos encontramos en el 2021!- y vemos cómo las apariencias nos indican que nuestra humanidad se va alejando cada vez más de Dios y cuando logra un cierto bienestar enfría su corazón religioso y lo transforma en indiferente o incluso escéptico.
Se proclama en las lecturas bíblicas la llegada del Shalom, de las armas convertidas en instrumentos de bienestar, y sin embargo, las enemistades se consolidan en la humanidad. ¿Dónde está el Reino de Dios?
Por una parte los salmos alaban a Dios por las maravillas que realiza en el universo; por otra piden la venganza de Dios sobre los enemigos y que aniquile al adversario sin ningún tipo de compasión; hay salmos que nos elevan hacia la más profunda mística de lo divino; pero hay expresiones que nos introducen en los sentimientos del más rígido fundamentalista.
En las historias más particulares, en aquellas historias que conciernen a cada uno de los creyentes, tantas veces historias de frustración, de dolor, de decepción, ¿hasta dónde llega la protección divina, que tanto suplican los salmos? ¿Qué puede esperar de Dios un humilde y confiado creyente? ¿Hay que dejar toda esperanza pendiente del “más allá”, del absolutamente desconocido “después de la muerte”? Es el caso del amigo o del familiar que ya irremediablemente se va a morir, o del esposo o la esposa que irremediablemente se va a divorciar, o del amigo o amiga que te abandona sin vuelta atrás, o del asunto importante que no se resuelve, sino que se agrava… Suplicamos a nuestro Dios y,no hallamos respuesta. ¿Dónde está Dios?
Se nos dice que los católicos somos más felices que los ateos -según un estudio realizado por el profesor Andrés Clark y la Doctora Orsolya Lelkes y presentado en la conferencia anual de la Sociedad Real Económica. Sin embargo, ¿se trata de una ilusión, una droga religiosa, una ignorancia bendita? Por otra parte, también la prensa nos dijo hace algunos años cómo en el distrito madrileño de Valderribas se había abierto una oficina para darse de baja en la Iglesia católica y que en pocos días son más de 1000 quienes han tramitado su apostasía, al mismo tiempo que gente de otros lugares ha solicitado lo mismo. ¿Ofrece la comunidad de quienes creen en Dios ese rostro feliz que da envidia a los demás?
Una de las preocupaciones más evidentes de papa emérito Benedicto XVI -manifiestadas antes de ser Papa- era que la Iglesia hable más de Dios y menos de sí misma. La preocupación por “Dios” era en él casi obsesiva e intentaba, por todos los medios, hacer de Dios el centro, el protagonista de toda la realidad religiosa, eclesial.
Yo también me pregunto dónde está Dios y clamo con Jesús: ¿Dios mío, Dios mío, porqué nos has abandonado? o como alguien traduce -al parecer mejor- ¿para qué nos has abandonado?
Aunque nos dijeran que un presbítero canadiense y matemático había logrado un premio por haber demostrado matemáticamente la existencia de Dios, sin embargo, dudo mucho que esas pruebas convenzan al corazón humano de la existencia y presencia de Dios.
Los seres humanos queremos un Dios para la relación, un Dios de Alianza, de amor compasivo, cercano. Esa es la existencia de Dios que nos afecta, que no nos es indiferente.
Nos encantaría un Dios que no se arredra ante nada, sin miedo, con moral de victoria, no violento, capaz de soportar lo insoportable porque tiene visión; nos seduciría un Dios que saca bien del mal, que recicla lo inservible, que nos sorprende cambiando corazones, posibilitando pactos imposibles, uniendo a los diferentes, compatibilizando a los incompatibles.
Nos fascinaría un Dios Amor, un Dios Belleza seductora, un Dios dialogante, paciente y inspirador, un Dios a quien en su recomposición del universo no le sobran piezas y de una aparente confusión es capaz de componer un admirable puzzle, que nos diga: “¡solo la totalidad es sagrada!
Quizá para llegar a encontrar a Dios necesitemos una experiencia de ateísmo, que nos purifique de las falsas imágenes de Dios. Ernst Bloch escribió una obra muy llamativa con el título de “Ateísmo en el cristianismo” y afirmaba que “solo un ateo puede ser un buen cristiano y solo un buen cristiano puede ser un buen ateo”, porque Jesús fue el que acabó con un sistema religioso que desfiguraba a Dios, que lo demonizaba. A sus discípulos los condenaba el imperio romano como”ateos”.
No seamos ingenuos. La gran cuestión sigue pendiente. Hay imágenes de Dios que lo desfiguran y lo vuelven rechazable. Hay fundamentalismos religiosos que no hacen ningún favor a la causa de nuestro “misterioso Dios”. El “homo sapiens” también rechaza a ese dios o esos dioses. Más allá de todo el bien que podamos hacer a los demás, está el Supremo Bien y la Suprema Belleza, que nos espera… pero ¿y si se anticipa? En el cristianismo vivimos de ráfagas anticipadoras ¡Ese será el cristiano místico que Karl Rahner añoraba para el siglo XXI!
¡Sólo hay un camino para llegar al auténtico Dios! “Yo soy el camino, la verdad, la vida”. “Nadie va al Padre sino por Mí”. “A Dios nadie lo ha visto… el Hijo que estaba en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer”. Jesús es la revelación humana de Dios. Acudamos a ÉL y al Espíritu que Él nos dejó como herencia permanente.
La gran cuestión es para mi el Misterio que detrás de todo lo que nos ocurre, se oculta: ¡se trata de Dios, de aquel Dios a quien Jesús llamaba Abbá!
La proclamación de la Palabra de Dios trae consigo una mezcla contradictoria de sentimientos, ideas, proyectos, esperanzas:
Por una parte se promete como cierto e inmediato el Reinado de Dios sobre nuestro mundo y pasan los años y los siglos -¡ya nos encontramos en el 2008!- y vemos cómo las apariencias nos indican que nuestra humanidad está más lejos de Dios y cuando logra un cierto bienestar enfría su corazón religioso y lo transforma en indiferente o incluso escéptico. Se proclama en las lecturas bíblicas la llegada del Shalom, de las armas convertidas en instrumentos de bienestar, y sin embargo, las enemistades se consolidan en la humanidad. ¿Dónde está el Reino de Dios? Sigue leyendo →
La imagen del buen pastor es también la imagen del buen gobierno. Jesús sintió compasión entrañable ante el desgobierno de su pueblo: eran como “ovejas sin pastor”. Y así también sucede hoy. ¿No hay muchas, muchas comunidades humanas, que aunque tengan gobernantes nominales, están como ovejas sin pastor? ¿No sucede esto mismo en comunidades eclesiales, en comunidades religiosas, en familias? ¿No es Babel el nombre de esta nueva ciudad en la que tan difícil es que nos pongamos de acuerdo?
El desgobierno hace que un grupo humano no sepa hacia dónde va, ni dónde se encuentra, ni qué ha de hacer. El desgobierno provoca dispersión, divisiones, enfrentamientos. Cuando hay desgobierno, gobiernan quienes no deberían gobernar, quienes no han sido elegidos para ese servicio. Los gobiernos “en la sombra” suelen estar movidos por intereses, no quieren servir.
Ted Dunn es un facilitador de comunidades religiosas o comunidades basadas en la fe, que ayuda en habilidades de discernimiento comunitario, diálogo contemplativo, comunicación y solución de conflictos. Asiste a las comunidades en la planificación estratégica, la visión y el discernimientos de opciones transformadoras. De su obra “Graced Crossroads: Pathways to Deep change and Transformation” (Encrucijadas de gracia: caminos hacia el cambio profundo y la transformación), publicada el mes de septiembre del año pasado 2020, extraigo diez principios que he titulado “Comunidades en transformación o deformación – optar por la vida o la muerte”.
Ted Dunn nos ofrece 10 detectores: sueños y memorias, conflictos, riesgos, comunidad, liderazgo-carismas personales, porqué o qués, problemas u oportunidades, el cambio, la misión, rendir cuentas. El punto primero es siempre el que está abierto a la vida. El punto segundo es el detector del camino hacia la muerte.
Traigo a mi sección “Textos que impresionan” un relato, una leyenda de los Indios Sioux. Es aleccionadora. Es sabiduría del Espíritu. Cuando la religión se interpreta como re-ligación, es decir, estar “atados” y bien “atados”, sucede lo que sucede. Sin embargo, la auténtica alianza de amor consiste en “volar juntos”… así es también la auténtica comunidad.
No deja de ser sorprendente el hecho de la resistencia que muestra la Iglesia ante la re-organización e innovación. Se habla mucho de la re-organización de la Curia romana, pero ésta no llega. Se habla de la reorganización de las diócesis, de las parroquias, del organigrama total de la Iglesia, pero nos encontramos con bloqueos determinantes, que lo hacen imposible. Pesa mucho la tradición, los derechos adquiridos, el “siempre fue así”. Y el enemigo más temible es nada más y nada menos que un pecado capital que se llama PEREZA.
¡No hay mayor regalo, mayor dignidad que haber sido elegido por Jesús para compartir su misión: aquella que él realizó en la tierra y que gracias a su Espíritu, sigue presente y actuante en la historia del mundo, hasta el fin de los siglos! La misión se puede desvirtuar. Por eso, hay que volver al paradigma primigenio. Hoy lo hace la liturgia al proclamar unos versículos del evangelio de Marcos, donde se nos habla del origen de la misión, de su contenido, de su estilo y del resultado exitoso de la misión.
Todos los días, o tal vez todas las semanas -el domingo-“comulgamos”. Y comulgar no es únicamente ponerse en fila hasta que me llega el momento de recibir la comunión. Lo que en ese momento acontece es algo tan sublime y tan asombroso que sería necesaria toda una vida para tomar conciencia de lo que en ese “ahí” y en ese “ahora” sucede. Comulgar es, primero, acoger Su Palabra en nuestra mente. Comulgar es, también, acoger su Cuerpo en nuestro cuerpo. Hoy ha llegado a mí el siguiente texto impresionante san Ambrosio, en su Comentario al Salmo 118. Aquí lo traigo a mi sección de “textos que impresionan”. A través de él podemos entender y aun lamentarnos de cuánto nos falta para recibir la visita del Jesús eucarístico con asombro, emoción y éxtasis.
Hubo personas que enseguida creyeron en Jesús: el Centurión, la madre cananea, la hemorroísa… Hubo personas que lo hicieron paulatinamente: los discípulos, a quienes Jesús reprochaba su “pequeña fe” (micro-pistía – en griego). Hubo toda una generación en Israel y en su mismo pueblo que no creyó en El. No demos por supuesta la fe en Jesús por el mero hecho de ejercer un ministerio eclesial, pertenecer a una comunidad cristiana, religiosa, a un movimiento cristiano. Quizá formemos parte del “pueblo rebelde” al que se refería Ezequiel, o del pueblo de Jesús que lo despreció y “demonizó”. ¡Lo que entonces ocurrió puede ocurrir también hoy!