Miles y miles de personas se acercan a los santuarios, a las imágenes santas, a las personas con aroma de santidad, para suplicar la curación de sus males. Nos sentimos acosados y heridos por el mal y necesitados de sanación y protección. Hay males del alma y males del cuerpo que nos van carcomiendo. Hay males exteriores que también crean en torno a nosotros ambientes tóxicos, irrespirables. Vivimos en una enorme precariedad. ¡Interesante palabra que procede del término latino “prex”: la precariedad hace referencia a nuestra necesidad de suplicar, de pedir, de orar para vernos protegidos y salvos. El relato evangélico de este domingo nos habla de dos precariedades: la joven que muere sin futuro y la hemorroísa que no tiene futuro como madre.
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