Nuestra vida está marcada por una curva vital que todos compartimos: concepción, nacimiento, infancia, adolescencia, juventud, adultez, ancianidad, muerte. ¿Ocurre algo parecido con la vida espiritual? Escuchamos frecuentemente decir que la espiritualidad es un dinamismo, un proceso. Pero nos preguntamos: ¿se adapta a las edades de cada ser humano? ¿Es algo así como la curva vital?
La tradición no solo cristiana, sino también de otras religiones, nos dice que el camino espiritual tiene tres grandes fases: la purificación, la iluminación y la unión. Otros, como Matthew Fox (Original Blessing: a primer in creation spirituality) –inspirado en la visión mística del maestro Eckhart- nos habla de cuatro vías: positiva, negativa, creativa y transformativa; y dice, que se trata de cuatro caminos interconectados, como aspectos de un solo prisma o piezas de una sinfonía compleja.
El monje cisterciense François-Marie Humann acaba de escribir un precioso ensayo de teología espiritual titulado “Aimer comme Dieu nous aime” (ed. Seuil, Paris 2013). Inspirándome en él, trataré de presentar el camino espiritual no como una curva vital, tampoco como un prisma, sino como una espiral divino-humana, la espiral de la Alianza. En esa espiral las etapas que se superan no desaparecen para ser sustituidas por la siguiente, sino que emergen en contextos diferentes y superiores. Por eso, decimos que el ser humano está marcado por diversos nacimientos, purificaciones, experiencias de unión a lo largo de su curva vital. Es la espiral de la Alianza. Como un complejo movimiento hacia arriba en el cual lo cíclico y lo lineal se conjugan. Sigue leyendo →
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