¡VOCACIONES HOY!…Aunque todo cambie – Domingo 4 de Pascua

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • Un tiempo poco propicio.
  • Pero no insuperable.
  • La seducción del gran valor.
  • Aunque todo cambie, no cambia mi amor

Un tiempo poco propicio

Un famoso pensador ha descrito nuestra época como “modernidad líquida” (Zygmunt Bauman): hoy todo es fluctuante, pasajero; da la impresión de que no pisamos tierra firme. Todo cambia.

La metáfora de la liquidez es la adecuada para aprehender lo que está ocurriendo en las instituciones sociales, en personas que comienzan siendo cristianas y después abandonan la fe, en instituciones tan venerables como el matrimonio, el ministerio ordenado y la vida religiosa, en las amistades, en la política. Lo sólido se está derritiendo. La palabra “flexibilidad” está a la orden del día, pero nos llena de incertidumbres. La palabra “lealtad” se utiliza cada vez menos. ¿Habrá lugar hoy para las grandes pasiones? ¿Será posible una vocación para toda la vida?

La misión pastoral

Por otra parte, no pocas familias que consideran que tener un hijo sacerdote es una desgracia. Y más todavía después de tantas noticias de abusos sexuales y abusos de poder por parte del clero. Ver a un clérigo… ya suscita sospechas. Es cierto, no estamos en el mejor momento para hablar de la “vocación” al ministerio ordenado o a la vida religiosa, a quienes Jesús ha confiado de una manera especial el ministerio pastoral.

No obstante, ¿no es bello representar de verdad al Buen Pastor? ¿No dijo con toda razón san Pablo que “donde abundó el pecado, sobre-abundó la Gracia? Hay también mucha “gracia” en los ministros ordenados -a quienes llamamos “sacerdotes”- y en la vida religiosa. El buen y bello Pastor se refleja en ellos y en ellas. Y a quienes lo reflejan muchos otros les siguen. No veamos solo la porquería, en la cizaña. Fijemos nuestra mirada en la pureza, en la buena semilla…

La seducción del gran Valor

La primera lectura nos ha hablado de un apasionado y joven seguidor de Jesús: el pescador galileo, Pedro. En la puerta hermosa del Templo curó a un paralítico. No se atribuyó a sí mismo el hecho. Lo hizo -y así lo ratificó- con el poder del Espíritu de Jesús. Y habló de Jesús Nazareno y le dijo a la multitud -y también hoy a nosotros-¡sin Él no podéis salvaros! Miles de personas se hicieron bautizar.

En la segunda lectura otro discípulo de Jesús Juan, también pescador, nos dice que tenemos vocación de “hijos de Dios”, de ese Dios que es Amor Y, además: “que somos semejantes a Él”.

Aquí tenemos a dos hombres que dejaron todo para convertirse en discípulos de Jesús y después en sus enviados. ¿Por qué hoy no puede suceder lo mismo? Y un discurso semejante podríamos hacer respecto a las discípulas de Jesús, que después se convirtieron en “misioneras” como María Magdalena y Marta.

Aunque todo cambie… no cambia mi Amor

A sus viejos discípulos y discípulas Jesús hoy nos dice como al anciano Nicodemo: “Tienes que nacer de nuevo”…. “tienes que rejuvenecer”. El persistir en lo mismo es signo de “estancamiento”: matrimonios estancados, presbíteros y obispos estancados, religiosos en paro… Si así somos, ¿podemos decir que lo seguimos?

 Jesús por su Espíritu llama hoy a los jóvenes en algún momento. Facilitémosyoles el camino: oremos por ellos y ellas, con ellos y con ellas. Como dice la canción: “Cristo te necesita para amar”. En ellos y ellas están los nuevos santos y santos. El mundo los necesita. Facilitémosles el camino. ¡Su Amor nunca cambiará!

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