“COMPARTIR LA ESPERANZA”, Domingo XXIII, ciclo C

En este caso, Alejandro Magno nos sirve como icono viviente de Jesús. Jesús vino a la tierra.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Apostar por la esperanza
  • Las emociones de un apóstol
  • La alianza más sorprendente

Apostar por la esperanza

Jesús se despojó de todo, de absolutamente todo. Entregó su vida, su cuerpo, su alma. No se reservó nada para sí mismo. Únicamente la esperanza, el tesoro del Reino que iba a llegar y que él inauguraría.

¡Sólo la Esperanza! Ésa es la fuerza que nos dirige hacia el futuro, que nos indica que algo importante se está incubando. Que es eso lo que debemos perseguir, asumiendo cualquier riesgo.

Los mayores personajes de nuestra historia han tenido siempre una visión del futuro y no se han dejado amedrentar por las dificultades. Ser cristiano es eso: apostar por la esperanza, compartir la esperanza de Jesús, aliarse con el futuro y no cultivar las malvas del pasado.

Las emociones de un apóstol

No estamos acostumbrados a recibir confidencias de quienes nos gobiernan. Casi siempre nos guían con su verdad y sus ideas. Hoy, sin embargo, tenemos un ejemplo distinto: el apóstol Pablo y sus sentimientos en la carta a Filemón.

Esta carta ha sido acogida por la Iglesia como un texto revelado, inspirado! El Espíritu nos demuestra a través de ella que el lenguaje amoroso es lenguaje de Dios. Fijémonos en las palabras y expresiones que emplea Pablo: “apelo a tu amor”, “mi hijo querido”, “como si te enviara mi propio corazón”, “hermano querido que lo es muchísimo para mí”, “si me tienes por amigo”.

Pablo era un hombre que amaba apasionadamente. No tenía recelo en manifestar sus sentimientos, sus emociones, su pasión. Es así como se dirige a la Iglesia de Dios: con el corazón, con el amor apasionado, superando el imperio de la ley.

La Alianza más sorprendente

“Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”, dice Dios en el libro del Génesis. Jesús en cambio se atreve a decir que si alguien quiere ser discípulo suyo abandone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, su propia vida para unirse a Él. Pablo lo reconoció y dijo: “No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí”.

La Alianza de fe y amor con Jesús ha de ser mantenida y cultivada día a día. Esta alianza no seca el corazón, ni lo priva de sus afectos: más bien, los enciende. ¡Jesús vino a traer fuego! Quien quiera seguirlo ha de honrar padre y madre, amar a sus hermanos y también a sus enemigos. La Alianza con Jesús nos  vuelve prójimos.

La Alianza con Jesús es tan apasionante que no admite medias tintas, que enciende todo el ser. Es como encontrar un tesoro ante el cual todo lo que se tenía como riqueza queda devaluado.

Quien se ha encontrado con Jesús cambia totalmente su vida y su escala de valores. Renuncia a “sus” bienes, porque ha encontrado el Bien que todo lo hace bueno.

https://youtu.be/y412tCaZbdI

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DE LO QUE PUEDE DAR DE SÍ UN “PROCESO DE DISCERNIMIENTO – “Las historias del Padre Pérez”

“Nuestro Padre Pérez pasó por muchas vicisitudes y avatares a lo largo de sus años de vida religiosa. Ahora recuerdo uno de los momentos más interesantes que podría servir perfectamente para iluminar la práctica de eso que -en la teología de esta vida más prodigiosa que religiosa- se llama el discernimiento. O mejor, para usar bien el palabrón teológico, “el proceso de discernimiento”. Pero vamos a la historia que es lo más interesante. 

Por aquellos años, el Padre Pérez vivía en una pequeña comunidad de composición un tanto heterogénea. Algunos de los miembros eran estudiantes a un año de ordenarse. De esos que todavía llevan en la sangre el ardor de la juventud y creen, ilusos ellos, que en una comunidad basta con hablar claramente los problemas para lograr soluciones justas, reales y eficaces. Pobrecillos. No se habían enterado de que tanto en la vida religiosa como fuera, lo que más gusta a las personas es marear la perdiz, pero sin ninguna intención real de pillarla. No habían descubierto todavía que lo que hacen muchos frailes, y me atrevería a decir que especialmente los superiores, y más cuanto más alto su nivel, suele ser el dejar las cosas como están para ver como quedan. Con el tiempo lo descubrieron y también el Padre Pérez. Pero eso es otra historia que nos desviaría de la nuestra.

El resto de los miembros de la comunidad eran padres provectos y maduros que se supone atendían un poco la pastoral juvenil de la provincia y otro poco la formación de aquellos estudiantes ya a punto de convertirse en presbíteros. Completaban la comunidad dos hermanos. Uno ocupado en una oficina provincial y otro encargado de la cocina y de las demás ocupaciones de la casa. Los dos gente -sencilla y con un modo sencillo de ver y decir las cosas-.

Ya presentada la comunidad, hay que presentar el contexto histórico, lo que iluminará mucho el entendimiento de los lectores sobre la historia que vamos a contar. Eran los tiempos en los que la televisión, ese hermoso aparato o caja tonta que acompaña tantas horas a los que vivimos en este mundo, se había generalizado. Estaba presente en todas las casas y, a decir la verdad, se conseguía más quórum en torno a ella que en los laudes comunitarios. Para verla se reunían los miembros de la comunidad prácticamente todas las noches del año para divertirse con películas de bajo contenido evangélico y alto contenido de violencia además de unas gotitas de sexo más adivinado que visto. Aquella televisión era en blanco y negro. No había dado más de sí la tecnología hasta aquel momento.

Pero, decididos los japoneses y americanos a aumentar sus ventas y, por tanto, sus beneficios, habían empezado a salir al mercado, hacía ya más de un año, las primeras televisiones a color, a todo color. A partir de aquel momento y por un tiempo, el mundo dejó de dividirse por motivo de la raza, la lengua, la cultura o la religión. El mundo se dividió entre los que tenían televisión en color y los que aún seguían enganchados a sus antiguas televisiones de blanco y negro. Muchos, sobre todo los que andaban cortos de recursos monetarios, o sea la mayoría, pensaban que no valía la pena gastarse el dineral que costaban aquellas primeras televisiones en color. La división afectó a las mismas familias cuando los hijos o la esposa descubrían que los compañeros del cole o la amiga con la que tomaba el café ya tenían el nuevo artefacto en su casa. Los conflictos subían de tono, las malas caras eran constantes, hasta que el pobre padre de familia se veía obligado a comprar la tele en color, aunque para ello tuviese que empeñar los ahorrillos que tenía para el siguiente verano o dejar de ir al fútbol durante los próximos nueve meses.

En la vida religiosa este tipo de conflictos suelen llegar más tarde. Nuestra ya conocida austeridad y voto de pobreza hace que en un principio nadie se atreva a plantear semejantes compras. La mayoría suelen esperar a que sean otros religiosos u otras comunidades los que planteen la cuestión o se atrevan a tomar la decisión. De esa forma si llueven palos, uno se libra de ellos. Mientras tanto hay que proceder de acuerdo con las normas que están en el “Manual Básico de Sobrevivencia para Religiosos”. En la página 232 se indica la rutina a seguir en un caso de estos. La táctica, seguida por muchos, aunque no por el Padre Pérez, demasiado inocente y honrado para tomar esos caminos intermedios, consiste en buscarse unos amigos o unos primos a los que ir todas las tardes de los domingos para ver el partido de fútbol o la peliculilla de turno.

(Es de observar como algunos religiosos parece que disponen siempre de unos primos misteriosos y suficientemente adinerados, capaces de proporcionarle al religioso todos los bienes que la comunidad, afectada por el voto de pobreza, no puede proporcionarle. En los mejores casos, esos primos son capaces de proporcionar hasta coches ya matriculados y con todos los gastos pagados y en los peores unas copazas de whisky de esos de “twelve year old” que ni por asomo se pillan en el refectorio comunitario).

Pero esas técnicas de dilación sólo consiguen dilatar la llegada de esos conflictos a la vida religiosa. Su arribo se suele producir unos cinco o seis años más tarde que en el mundo exterior. Pero llegan. Y los problemas se plantean. En general, la discusión suele empezar con una negativa por parte del ecónomo. Suele aducir que esa partida no se incluyó en el presupuesto y cosas parecidas. Así fue en la comunidad del Padre Pérez. Los padres más provectos, educados en la austeridad más extrema empezaron a contar las requeté-sabidas historias de cómo vivían ellos cuando estaban en aquellas casas de formación que tenía la orden poco después de la guerra, cuando todos pasaban hambre y sobrevivían con un chusco de pan y un poco de queso “donado por el pueblo americano”. En general, casi nadie los escuchaba, siempre contaban lo mismo, aunque todos esperaban con paciencia a que terminasen de contar sus batallitas.

Los jóvenes, por su parte, querían marcha y se dividían en radicales y liberales. Los primeros hablaban de opción por los pobres y decían que no estaban dispuestos a admitir semejante dispendio que les alejaría definitivamente de la causa de los pobres y… Después continuaron con un discurso semi-teológico-sociológico-político que casi nadie fue capaz de seguir pero que venía a afirmar que todos los que no pensasen como ellos eran traidores a la causa de los pobres. Todo ellos mientras fumaban sin parar llenando de humo la habitación y obnubilaban la mente de los oyentes, imposibilitados así de seguir su difícil razonamiento. Los padres provectos los miraban asustados y pensaban que la congregación no tendría futuro si esos jóvenes llegaban a ordenarse pero que tampoco se podían oponer mucho a ellos porque serían los encargados de cuidarles en su vejez.

Los otros jóvenes, es decir los liberales, pedían a gritos la televisión en color. Pensaban que la vida religiosa debía acomodarse al mundo, debía entrar en contacto con el mundo real. Si se terciaba, eran capaces de citar el comienzo de la Gaudium et Spes, aunque no mucho más porque era de dudar que la hubieran leído. Con sus pelos y sus vaqueros raídos exigían además la compra de la televisión en color por motivos estrictamente pastorales. Por esa razón ya se habían comprado algunos de ellos unos hermosísimos radiocasetes-estereo con motivo de su profesión perpetua. Parece ser que esos aparatos son siempre necesarios para la pastoral. Los padres provectos pensaban que ellos no habían necesitado más que una pluma y unos papeles para preparar sus catequesis y que una pizarra y un poco de tiza habían sido todos los medios pedagógicos que habían usado. Y había sido suficiente, ¡qué carajo!

Los únicos que guardaron silencio fueron los dos hermanos. Se veían oprimidos y carentes de palabra ante aquellos hombres, tanto jóvenes como mayores, que habían estudiado tanto. En el fondo los despreciaban un poco. Siempre les podían acusar de que con tantos libros se olvidaban de vivir en la realidad de la vida. Ellos funcionaban más al nivel del resto de los mortales. Y sabían que la discusión sobre la televisión en color era ya historia pasada en la calle. Y los dos tenían ganas de comprarla. Pero cualquiera se atrevía a decirlo. Como tantas otras veces, guardaron silencio. Sólo el que trabajaba en la oficina provincial, haber dejado los fogones por la mesa de trabajo le hacía sentirse un poco más a nivel con los “curas”, osó intervenir en favor de la compra de la televisión simplemente porque se veía mejor que la de blanco y negro. Sabía que otros le apoyaban, pero nadie dijo nada. Y su voz se quedó aislada en aquel coro de razones teológicas y espirituales a favor y en contra de la televisión en color”.

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ABBÁ (Padrenuestro en arameo – reconstrucción de Joachim Jeremias)

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EL ÚLTIMO PUESTO, Domingo XXII, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • “Lo mío en el centro”
  • El secreto de la humildad
  • Los últimos, ¡los primeros!
  • El acceso a la Jerusalén celeste

“Lo mío” en el centro

De ahí nace el etnocentrismo que lleva a cada cultura a creerse la mejor y a imponerse a las demás. De ahí nace el nacionalismo o también el individualismo. Espontáneamente aspiramos a ser los primeros y superar a todos los demás. Cuando no lo conseguimos, intentamos identificarnos con alguien que quede el primero como si nos representase. Este sentimiento tiene un lado positivo: el estímulo a crecer y superarnos. Pero también un lado negativo: la envidia, la violencia, la guerra, el terror…

El secreto de la humildad

El libro del Eclesiástico muestra una sabiduría impresionante cuando aborda este tema. El representante de la Asamblea del pueblo exhorta a no excederse en la autovaloración. Uno es quien es. Por eso, en las grandezas humanas hay que saber mantenerse en los propios límites; incluso recomienda empequeñecerse.

La razón es para dejar espacio al favor de Dios. Dios es defensor de quien no tiene defensor, aplaude a quien nadie le aplaude, hace justicia con aquella persona a quien otros no hacen justicia. Es como si Dios estuviera ahí, a mi lado, para reparar por las injusticias que se comenten. Pero nuestro Dios no encuentra agrado en que nos tomemos la justicia por nuestra mano.

Por otra parte, Dios confía al humilde sus secretos. El Altísimo tiene una predilección especialísima por los que están abajo, a ras de tierra, en el humus de la humildad.

Los últimos ¡los primeros!

Jesús, el hijo del Altísimo, muestra su predilección por los humildes, por los pequeños, los sencillos. Le dio gracias al Abbá por revelar sus misterios a los sencillos. Hoy el evangelio nos muestra la enseñanza de Jesús con motivo de un banquete que tuvo lugar un sábado en la casa de uno de los principales fariseos. Éstos observan su conducta, pero al mismo tiempo Jesús se fija en ellos y ve cómo buscan ocupar los primeros puestos.

Esta situación le sirve para ofrecerles una enseñanza que, al final redundará en bien de ellos. Si ocupas un lugar superior que no es el tuyo, quedarás degradado. Si ocupas, en cambio, un puesto muy humilde, te ensalzarán y serás honrado ante todos los invitados. Jesús tenía autoridad para hablar en estos términos. Siendo hijo de Dios pasó por uno de tantos, se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado, se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó sobre todo nombre, de modo que al nombre de Jesús llegue la salvación.

Ésta es la fuerza extraordinaria de la humildad. No se trata de una estrategia para ser reconocido, sino de una convicción muy profunda: hay que dejar en manos de Dios nuestra vida y nuestro honor. Él responderá a nuestra pequeñez con su grandeza.

Finalmente, Jesús invita a los comensales a actuar como su mismo Abbá y como él hizo en alguna ocasión: al invitar invita a quien ni puede corresponderte, a los pequeños, a los pobres…. Y será Dios Padre quien te recompense.

Acceso a la Jerusalén celeste

La carta a los Hebreos, en la segunda lectura, ofrece un marco nuevo para comprender el tema del “último puesto”. Son los humildes quienes tienen acceso a la Jerusalén del cielo, a la Jerusalén de los santos, de quienes están siempre en la presencia de Dios. Allí está el pobre Lázaro y allí recibe el reconocimiento que le faltó en la tierra.

Aquí en la tierra podemos ir ya anticipando la nueva Jerusalén en nuestra comunidad de humildes y sencillos, donde todos tienen su puesto y atención.

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BEATA MARÍA RÀFOLS, CORAZÓN COMPASIVO

[Estribillo]
María Ràfols, corazón compasivo,
doscientos cuarenta y cuatro años en tus Hijas
hasta los confines del mundo corazón extendido
¡Que no se apague tu carisma!
¡Que se re-encienda tu hogar de Caridad

[Estrofa 1]
El Maligno siembra su herida,
divide tierras, apaga la vida,
levanta muros,
cierra las puertas,
y en los hogares la fe dispersa.
Pero tu voz,
María encendida,
abre horizontes,
restaura la vida.

[Estribillo]
María Ràfols, corazón compasivo,
doscientos cuarenta y cuatro años en tus Hijas
hasta los confines del mundo corazón extendido
¡Que no se apague tu carisma!
¡Re-enciende tu hogar de Caridad!

[Estrofa 2]
Se alzan banderas que dividen los pueblos
se lanzan disparos que conquistan tierras.
Y tú, María … “mediadora”,
luz que conecta, mano que cura, rostro que alienta.
Tu luz nos vuelve a guiar en tus hijas…
llamas de amor que saben sanar.

[Estribillo]
María Ràfols, corazón compasivo,
doscientos cuarenta y cuatro años en tus Hijas
hasta los confines del mundo corazón extendido
¡Que no se apague tu carisma!
¡Re-enciende tu hogar de Caridad!

[Estrofa 3] Ángel de Hospitalidad, te llamas,
¡abre hospitales… escuelas… hogares
y veredas con el Padre Juan.
Que el Espíritu riegue esta tierra,
que florezca la vida donde hubo guerra.
Que nazcan amnistías y brote el perdón
¡la ternura sí, nunca la división!

[Estribillo]
María Ràfols, corazón compasivo,
doscientos cuarenta y cuatro años en tus Hijas
hasta los confines del mundo corazón extendido
¡Que no se apague tu carisma!
¡Re-enciende tu hogar de Caridad!

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LOS JÓVENES Y EL PAPA FRANCISCO: “CHRISTUS VIVIT”

Por eso, quiero que revivamos juntos la exhortación apostólica del Papa Francisco sobre los jóvenes. No dejemos que este mensaje se desvanezca como un tren que pasa. He preparado una síntesis de sus ideas principales, porque su mensaje sigue siendo más relevante que nunca.

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LA PUERTA ABIERTA, Domingo XXI, ciclo C

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡La gloria de Dios!
  • ¿Serán muchos los que se salven?
  • ¡Rodillas vacilantes, caminad por una senda llana!

¡La gloria de Dios!

El profeta Isaías nos regala una visión maravillosa del futuro. No cree en un final catastrófico para la humanidad, sino en un desenlace lleno de gloria y luz. Para Isaías, un Dios de amor no permitiría que todo terminara en escombros.

Dios vendrá a reunir a todas las naciones y a mostrarles su belleza y su poder, no con un poder destructivo, sino con un poder que restaura y recupera lo perdido. Su plan es dar nueva vida y unir a toda la humanidad. Todo esto sucederá en el “monte santo” de Dios, desde donde su gloria se irradiará al mundo entero, atrayendo a todos los pueblos a una gran alianza de paz y belleza.

¿Serán muchos lo que se salven?

A la pregunta de cuántos se salvarán, Jesús responde invitándonos a entrar por la puerta estrecha. Él no nos pide esfuerzos imposibles ni que nos despojemos de todo, sino que seamos astutos y sagaces. Esta puerta no es la de la entrada triunfal, sino la del servicio humilde, por la que podemos pasar sin la necesidad de protocolos. La misión de Jesús es centrífuga: no se trata de esperar a que la gente llegue a un lugar sagrado, sino de salir y evangelizar al mundo entero. Los que intenten entrar por la puerta grande, llenos de orgullo, la encontrarán cerrada. En cambio, aquellos que actúen con sencillez —incluso los pueblos paganos—, podrán entrar y participar en el banquete del Reino. Al final, un corazón soberbio e incapaz de reconocer sus errores no puede pasar por esa puerta.

¡Rodillas vacilantes, caminad por una senda llana!

Nuestra fe nos recuerda que Dios es compasivo con nuestra fragilidad. No nos exige cosas inalcanzables, sino que se pone a nuestro lado, nos guía y nos comprende. Conoce nuestras vacilaciones y debilidades. Con un Dios así, es posible vivir con paz y honradez. Él es quien, en la estrechez, nos da un camino amplio para que podamos entrar sin dificultad a su Reino y sentarnos en su mesa.

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LA PASIÓN DEL PROFETA, Domingo XX, ciclo C

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APOSTAR POR LA CONFIANZA, Domingo XIX, tiempo ordinario, ciclo C

La liturgia de este domingo nos presenta un mensaje de profunda esperanza y una llamada a la confianza –esa virtud tan esquiva en un mundo lleno de desilusiones. A menudo, la vida nos golpea, erosiona nuestra capacidad de confiar. La incertidumbre nos acecha y la imperfección de lo humano se manifiesta. La Palabra de Dios -de este domingo nos invita a mirar más allá de lo evidente: a ¡apostar por la confianza radical!

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“BUSCAD LOS BIENES DE ARRIBA”: CONTRA LA AVARICIA Y EL CONSUMISMO, domingo 18, ciclo C

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