La antropo-teología nos impide hablar de ministerios solo para hombres y ministerios solo para mujeres[1]. Aunque hacemos esta distinción, en realidad no debería existir:
Por encontrarnos en un tiempo peculiar que bien podemos describir como “en modo Sínodo”, me atrevo a extractar y publicar aquí un apartado de mis tres volúmenes titulados “Teología Fundamental de las Formas de Vida Cristiana”, publicados en Publicaciones Claretianas, hace ya unos cuantos años. Creo que aquel estudio -realizado en clave de diálogo ecuménico- puede ser útil hoy para el discernimiento eclesial-sinodal.
“Ante el fracaso, ante la infructuosidad de nuestras iniciativas, ante el avance imperturbable de la vida, no pocos de nosotros nos preguntamos: ‘¡Tantos desvelos, tanto esfuerzo, tanta preocupación! ¿Para qué?’. En momentos de duda, la Palabra de Dios nos ofrece luz y consuelo, invitándonos a reflexionar sobre nuestra verdadera conexión con la fuente de toda vida y esperanza.”
Dividiré esta homilía en cuatro partes:
El celo infructuoso del neo-converso
Injertado en la vid, da fruto abundante
Las tres presencias
El Celo Infructuoso del Neo-converso
“En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, nos encontramos con un ferviente Pablo de Tarso, un neo-converso que, desbordado por el entusiasmo y las nuevas ideas, suscita sospechas en la comunidad cristiana primitiva. A pesar de su pasión, Pablo no logra convertir a los judíos y se convierte en un problema más que en una solución. Aquí interviene Bernabé, que ve en Pablo un ‘instrumento elegido por Dios’. Después de un tiempo necesario para madurar y hacerse creíble, Pablo es reintegrado a la misión, transformado y más efectivo.”
Injertado en la Vid, Da Fruto Abundante
“El Evangelio nos recuerda la importancia de estar ‘injertados en la vid’. Jesús, la vid, es la fuente de vida y fructificación. Sin Él, somos como ramas secas, destinadas al fuego. Al estar conectados con Jesús, quien nos proclamó como la Resurrección y la Vida, nuestras acciones y oraciones cobran un nuevo significado, no por méritos propios, sino por nuestra unión vital con Él.”
Las Tres Presencias
“Las lecturas de hoy nos hablan de las tres presencias de Jesús: en la Eucaristía, en la comunidad eclesial, y en la Misión. Jesús está presente en el pan y el vino, en la Palabra proclamada, y en cada uno de nuestros hermanos, especialmente los más necesitados. Acoger a Jesús en estas tres presencias nos permite ver y actuar más allá de nuestras limitaciones, convirtiéndonos en sus sarmientos vivos y fructíferos.”
Conclusión
“Invocamos al Espíritu Santo para que nos guíe en esta ecología de la Presencia total, para vivir una espiritualidad que abarca todas las dimensiones de nuestra existencia.
Que nunca nos separemos de Ti, Señor. Que te encontremos siempre en las tres presencias a través de las cuales vienes a nosotros, y que no permitas que nos desconectemos para vivir únicamente desde nuestras propias fuerzas. Tú haces maravillas en nosotros, a través de nosotros, porque somos tu expresión corporal, tus sarmientos.”
Jesús dijo yo soy “el Buen Pastor”; y añadió: “tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que atraer, y escucharán mi voz”. Para atraerlas Jesús ha contado a lo largo de la historia con colaboradores. La humanidad crece portentosamente. Los colaboradores en la misión pastoral de Jesús son cada vez menos en países antigua cristiandad. Se nos pide que reflexionemos en ello.
Dividiré esta homilía en cuatro partes:
Un tiempo poco propicio.
Pero no insuperable.
La seducción del gran valor.
Aunque todo cambie, no cambia mi amor
Un tiempo poco propicio
Un famoso pensador ha descrito nuestra época como “modernidad líquida” (Zygmunt Bauman): hoy todo es fluctuante, pasajero; da la impresión de que no pisamos tierra firme. Todo cambia.
La metáfora de la liquidez es la adecuada para aprehender lo que está ocurriendo en las instituciones sociales, en personas que comienzan siendo cristianas y después abandonan la fe, en instituciones tan venerables como el matrimonio, el ministerio ordenado y la vida religiosa, en las amistades, en la política. Lo sólido se está derritiendo. La palabra “flexibilidad” está a la orden del día, pero nos llena de incertidumbres. La palabra “lealtad” se utiliza cada vez menos. ¿Habrá lugar hoy para las grandes pasiones? ¿Será posible una vocación para toda la vida?
La misión pastoral
Por otra parte, no pocas familias que consideran que tener un hijo sacerdote es una desgracia. Y más todavía después de tantas noticias de abusos sexuales y abusos de poder por parte del clero. Ver a un clérigo… ya suscita sospechas. Es cierto, no estamos en el mejor momento para hablar de la “vocación” al ministerio ordenado o a la vida religiosa, a quienes Jesús ha confiado de una manera especial el ministerio pastoral.
No obstante, ¿no es bello representar de verdad al Buen Pastor? ¿No dijo con toda razón san Pablo que “donde abundó el pecado, sobre-abundó la Gracia? Hay también mucha “gracia” en los ministros ordenados -a quienes llamamos “sacerdotes”- y en la vida religiosa. El buen y bello Pastor se refleja en ellos y en ellas. Y a quienes lo reflejan muchos otros les siguen. No veamos solo la porquería, en la cizaña. Fijemos nuestra mirada en la pureza, en la buena semilla…
La seducción del gran Valor
La primera lectura nos ha hablado de un apasionado y joven seguidor de Jesús: el pescador galileo, Pedro. En la puerta hermosa del Templo curó a un paralítico. No se atribuyó a sí mismo el hecho. Lo hizo -y así lo ratificó- con el poder del Espíritu de Jesús. Y habló de Jesús Nazareno y le dijo a la multitud -y también hoy a nosotros-¡sin Él no podéis salvaros! Miles de personas se hicieron bautizar.
En la segunda lectura otro discípulo de Jesús Juan, también pescador, nos dice que tenemos vocación de “hijos de Dios”, de ese Dios que es Amor Y, además: “que somos semejantes a Él”.
Aquí tenemos a dos hombres que dejaron todo para convertirse en discípulos de Jesús y después en sus enviados. ¿Por qué hoy no puede suceder lo mismo? Y un discurso semejante podríamos hacer respecto a las discípulas de Jesús, que después se convirtieron en “misioneras” como María Magdalena y Marta.
Aunque todo cambie… no cambia mi Amor
A sus viejos discípulos y discípulas Jesús hoy nos dice como al anciano Nicodemo: “Tienes que nacer de nuevo”…. “tienes que rejuvenecer”. El persistir en lo mismo es signo de “estancamiento”: matrimonios estancados, presbíteros y obispos estancados, religiosos en paro… Si así somos, ¿podemos decir que lo seguimos?
Jesús por su Espíritu llama hoy a los jóvenes en algún momento. Facilitémosyoles el camino: oremos por ellos y ellas, con ellos y con ellas. Como dice la canción: “Cristo te necesita para amar”. En ellos y ellas están los nuevos santos y santos. El mundo los necesita. Facilitémosles el camino. ¡Su Amor nunca cambiará!
Este domingo nos plantea una seria cuestión: ¿es posible detectar el Mal? Por muy inteligentes que seamos, el Mal se nos oculta, se camufla, nos engaña. Está a nuestro lado como un monstruo transfigurado, como un lobo con piel de oveja. Es fácil convivir con él, sin darnos cuenta.
¿Nos mirará con agrado nuestro Dios también a nosotros -la Iglesia del 2024? ¿Le agradará la situación de su Iglesia, de nuestras parroquias, de nuestras familias, de nuestras comunidades?
La psicóloga y profesora en la Universidad pontificia de Salamanca, Doña Pilar Quiroga, dijo en su ponencia en la Semana Nacional de Vida Religiosa del ITVR (Madrid) lo siguiente respecto al narcisismo en las comunidades religiosas:
“Las comunidades religiosas tienen que preservarse de los narcisistas y los perversos. Te sacan todo. Después te destruyen. Después te absorben. Una persona así no sirve. Se tiene que curar. Un narcisista no puede serlo si no tiene nadie que le adore. Personas fuertes y sólidas. No todos los narcisistas son perversos. Todos los perversos son narcisistas. No confiaría en la recuperación de un narcisista. Los narcisistas nunca se ponen en tratamiento. Una comunidad religiosa es un sistema de control para el narcisismo… pero … ” (Dra. Pilar Quiroga)
El tiempo de Pascua podría ser definido como “la luna de miel” de la Alianza. Se nos ofrecen cincuenta días para disfrutar de la Alianza de Dios con nosotros… cumplida, plenificada.
Las palabras proféticas de Jesús en la última cena “Este es el cáliz de la nueva y eterna alianza” se han cumplido en la Resurrección. La sangre derramada es la sangre del Resucitado… ¡para siempre!, es la sangre con el “nephes” del Espíritu, la sangre de la Vida y vivificante.
Jesús resucita y se aparece para recuperar a sus discípulas y discípulos -que se sintieron perdidos en la pasión- para entrar con Él en una Alianza de amor sin vuelta atrás.
Durante los próximos cincuenta días de la Pascua meditaremos sobre nuestra Alianza con Dios a través de las siguientes etapas:
Ver y creer: la Alianza resucita (domingo 1º).
Y Dios los miraba con agrado: la comunidad de la Alianza (domingo 2º).
El mal nunca derrotará la Alianza (domingo 3º).
¿Vocaciones inconsistentes en la modernidad líquida? (domingo 4º).
Las tres Presencias (domingo 5º).
Los tres Amores “al estilo de Dios” (domingo 6º).
El Jesús ausente y ascendido ratifica su Alianza (domingo de la Ascensión del Señor).
El Espíritu de la Alianza -respiración del mundo (domingo de Pentecostés).
Llama la atención en el Evangelio hoy proclamado -en la Eucaristía del día- que no se nos relate ninguna aparición. ¡Solamente la experiencia del sepulcro vacío! Y la llegada sucesiva a él de una mujer y dos discípulos.