CAMINANDO JUNTOS, PERO ¿HACIA DÓNDE? SINODALIDAD BÍBLICA

No solo hemos de hablar de sinodalidad, de caminar juntos, de escucharnos unos a otros, de colaborar unos con otros. En una procesión se “camina juntos”, pero la meta es el mismo lugar del que se parte. El caminar juntos ha de tener una razón, una meta, un objetivo, un propósito.

A Bertold Brecht le preguntaron en una ocasión: ¿cuál es su lectura preferida? Y él respondió: “Ustedes se reirán… es la Biblia”. La Biblia refleja nuestros más profundos y misteriosos deseos. Nos habla de nosotros mismos, de nuestros sueños. La Biblia nos dice que ante los muchos Gólgotas que hay en el mundo, nada podría justificarse si no hubiera resurrección. La Biblia es antifaraónica, pero sí es cristocéntrica. La Biblia protesta contra la tiranía, contra la servidumbre, contra los ídolos. ¡Es la Biblia de los pobres, de los que desean ser liberados de Egipto y peregrinan hacia la Tierra de la Promesa!

En la Biblia es muy importante y decisivo el “hacia dónde”, “con qué finalidad”, no solo el emprender un camino juntos. Para hablar de ello la Biblia utiliza palabras explosivas; invita a pensar, y pensando, a traspasar fronteras. 

Jesús llevó la utopía bíblica a su máxima expresión. Jesús invitaba a “seguirlo”, no simplemente a “caminar”. Y el seguimiento tenía una meta. Jesús se denominaba sobre todo “hijo del hombre”. Inició su misión con una gran parábola en acción: la estancia simbólica durante cuarenta días para ser tentado en el desierto. El Espíritu lo impulsó, lo lanzó a esa aventura. Al final, salió de ella vencedor, pero sin botín, sin riquezas, ni poderes especiales. Le mostró al pueblo esclavizado cómo llegar a la Patria de la Libertad y -en consecuencia- cómo no -aquello que Satán, la vieja Serpiente, le prometía-.

La Biblia, Palabra de Dios, es el tesoro que ni la polilla ni la carcoma corroen, ni los ladrones pueden hurtar (Mt 6,20).

La meta hacia la que el camino bíblico nos lleva está más allá de cualquier forma de servilismo, ideología del poder. El camino de Jesús no conduce a un trono, sino a un enfrentamiento con los poderes religiosos e imperiales: y concluye en la Cruz. Los mártires cristianos eran denominados “atheoi” en la corte de Nerón.

Cuando hablemos de “sinodalidad” no olvidemos que lo importante es “con qué finalidad”, “hacia dónde”, la clave está en el “eschaton”. La Escritura está llena de inquietudes y latigazos contra lo que sostienen, apoyan y hacen perdurar este mundo de muerte”; a estos poderes los denominan las Lamentaciones de Jeremías “el Enemigo” (Lamentaciones, 1,16; 2,7. 22). La serpiente del paraíso sigue prometiendo: ¡seréis como dioses, conocedores del bien y del mal! Pero el Dios del Éxodo responde: “Yo soy el que seré”, dinamitando así cualquier imagen de Dios y encaminándonos hacia un éxodo del todo especial. El libro del Apocalipsis nos acerca cada vez más a esa meta: el nuevo cielo, la nueva tierra, la nueva Jerusalén. Hacia el “novum”.

La sinodalidad nos invita no a una procesión hacia atrás, ni a una vuelta -todos juntos- hacia el pasado. La sinodalidad es en sí misma “apocalíptica”, la de aquellas personas que siguen al Cordero inmolado y resucitado; la de quienes no se han manchado con ningún tipo de idolatría y no siguen a las dos bestias (la del poder idolátrico y la de la propaganda que lo justifica y venera).

No nos alarmemos si aparecen nuevos profetas que nos dicen aquello que no quisiéramos oir. No hagamos resúmenes de nuestras conversaciones que puedan pasar cualquier censura. Hablemos con sinceridad. Digamos aquello que llevamos en el corazón. No condenemos a quien piensa distinto, a quien nos parece que defiende ideas heréticas. En ellas pueden expresarse las energías ocultas con las cuales el Espíritu nos guiará y hará posible lo que ahora parece imposible.

Hay que escuchar todas las voces, los gemidos de la creación; hay que acoger todos los sueños, intuir los nuevos diseños que se nos ofrecen. ¿No será tal vez la meta inmediata de la sinodalidad una nueva agenda eclesial para el 2050? ¿No se entreverá en lontananza un nuevo Concilio del Pueblo de Dios -donde el Espíritu se exprese en la variedad de carismas, en la variedad de miembros y en la docilidad de todos, a un proyecto que nos supera? Que tenga plena vigencia entre nosotros las palabras iniciales del Concilio Vaticano II en la constitución pastoral “Gaudium et Spes”.

 HACEMOS NUESTROS los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los bautizados de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren. Que no haya nada verdaderamente humano que no encuentre eco en nuestro corazón. La comunidad cristiana está integrada por seres humanos que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.

GS, 1

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