Lo mejor en la vida, siempre nos viene como “regalo”, como “algo inesperado, sorprendente”. Jesús, nuestro Maestro, nos pedía: “¡estad siempre vigilantes, porque cuando menos os penséis llega…! ¡Buscad y hallaréis! ¡Llamad y se os abrirá!”
¡Sí!, estamos invadidos por la Gracia. Lo único que se requiere, para que la Gracia llegue y penetre en nosotros es que ¡sea deseada! “No pidas a Dios maravillas, sino la capacidad de maravillarte”.
Dividiré esta homilía en tres partes:
1) Buscad al Señor… está cerca.
2) Conectad con la vida.
3) Superar el sistema de los méritos.
Buscad al Señor… está cerca
El profeta Isaías nos pide en la primera lectura: “Buscad al Señor mientras se le encuentra… mientras está cerca”. Estemos atentos porque cuando menos lo esperemos nos llegará una oportunidad inédita, una posibilidad milagrosa. Perder una gran oportunidad nos lleva al lamento, a la decepción. En la lengua italiana esto se expresa elocuentemente con la palabra: Peccato! Pecado en el lenguaje popular significa “perder una gran oportunidad”.
Un poco antes del texto proclamado el profeta Isaías nos dice: “Aplicad el oído y acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una alianza eterna: las amorosas y fieles promesas hechas a David”. Por eso, quien busque al Señor lo encontrará, entrará en alianza con él, será perdonado. El salmo 144 responde a esta oferta que Dios nos hace: “Cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente”.
Conectad con la Vida
¡Quiero vivir! Decimos en los momentos de más euforia. Pero nos preguntamos: ¿y dónde está la fuente de la vida? San Pablo en su preciosa carta a los Filipenses responde así: “Para mí mi vida es Cristo… deseo partir para estar con Cristo. Cristo será glorificado en mi cuerpo. Lo importante es llevar una vida digna del Evangelio.
¡Qué importante es conectar con la Vida auténtica! Hoy casi nadie puede vivir sin conexión. ¿Es Cristo nuestra suprema conexión?
¡También en la muerte somos del Señor! También hemos de morir por el Señor. Aquí la palabra “muerte” no es la opuesta a la vida, sino que tiene el sentido de “muerte por amor”, que es la forma suprema de entregar la vida. Morir “conectado” al Señor es la forma más vital de morir. Porque es “pasar” a la resurrección.
Superar el sistema de los méritos
¡Los méritos! ¡Qué importancia tienen en la vida, en la sociedad, en la religión, los méritos! Por eso, hay homenajes, ascensos, reconocimientos públicos, libros conmemorativos, nombramientos honoríficos, beatificaciones y canonizaciones. Lo escuchamos decir con frecuencia: “¡es que se lo merecía! Incluso cuando hacemos el elogio de una persona que ha fallecido, ponemos de relieve, sus méritos.
¿Qué hay de más revolucionario que las palabras de Jesús hoy en el evangelio: “Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros”?
El Señor valora lo que una persona ha merecido, trabajando todo el día, o gran parte del día. Lo valora tanto, que le entrega el salario pactado. ¡Claro que nuestro Dios reconoce nuestras buenas obras y las valora y las premia! Lo que nuestro Señor no valora es la envidia, la competividad, el desear siempre ser “más” que el otro. Dios es libre para conceder sus dones y retribuir a cada uno según su voluntad. A veces decimos: “Nosotros… los buenos” y pensamos que “los otros… son los malos”. Así es el lenguaje político, el lenguaje religioso. ¡Cuidado porque podemos estar muy equivocados!
Conclusión
Dios está muy cerca de todos. Puede ser encontrado fácilmente. Conectando con Dios conectamos con la Vida. Él nos concederá el denario de la vida… no deseemos ser superiores a los demás.
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