La Adoración no es un ritual aburrido, sino el encuentro más intenso y transformador con una Persona: Jesús.
Este encuentro tiene dos formas que se complementan como dos pulmones: la Celebración Eucarística (la Misa) y la Adoración silenciosa (ante la Custodia). Ambas son la expresión máxima de una relación viva con Jesús que se sostiene en el tiempo: lo que llamamos Devoción auténtica.
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