¡Aprended de los tiempos antiguos!Las lecturas de este domingo nos piden que rehuyamos las falsas seguridades. Nos dicen cómo en tiempos antiguos el Pueblo santo de Dios se equivocó y se extravió, a pesar de tantos dones de Dios recibidos. Nos alertan sobre una falta seguridad, incluso en la Iglesia. Podemos obedecer el orden establecido mientras desobedecemos los signos de los tiempos. Podemos perece, si no nos convertimos. Pero ¿qué significa “convertirse”?
La figura de José, el esposo de María, sigue siendo misteriosa. Parecerá extraño que un teólogo del siglo XXI se fije en él. Es verdad que apenas se habla de este hombre en los tratados teológicos; no es mencionado en las aulas de Teología. Hay cristologías y mariologías que apenas aluden a él, o incluso lo eluden. Hay artistas que lo alejan de María, aun habiendo sido su esposo. No obstante, hay personas –y yo quiero ser una de ellas- que mantienen viva su memoria, que transmiten su nombre, que escriben sobre Él e intentan comprender mejor su misterio.
José es uno de los personajes más enigmáticos y mágicos de la historia: el testigo de la infancia, adolescencia y tal vez juventud de Jesús. El varón que nos evoca la “otra responsabilidad”, “la otra paternidad”.
María encontró en él no solo a su protector, su guardaespaldas, sino a su auténtico y misterioso esposo: a quien más la respetó, más la amó (¿sería posible estar junto a ella y no amarla?), con quien más colaboró… Jesús encontró en él el reflejo del Dios-Padre, a Dios reducido a niño, a adolescente, a joven…
José tuvo que ser muy feliz, tuvo que sonreír mucho, tuvo muchos motivos para soñar y estar seguro de todas sus importantes decisiones. ¡Siempre tenía algún ángel a su disposición -quién sabe si el mismo Espíritu Santo en forma de ángel-, que le impulsaba a discernir y decidirse!
No acabamos de creernos que el cristianismo es la religión, o tal vez mejor, la fe del Cuerpo. “Hoc est enim Corpus meum” (“Esto es mi Cuerpo”) es la clave de nuestra filosofía de la vida, es nuestro mensaje-en-clave. Pero nos cuesta entenderlo y, casi imperceptiblemente, tendemos a des-corporeizar nuestra vivencia de lo corporal, a desencarnar nuestra comprensión de lo corporal.
Sister Tereza Vodjana y las hermanas religiosas del Santísimo Redentor de Ucrania interpretan la Oración de Jesús -en lengua rusa-, mientras van apareciendo iconos del Señor. En este momento que vivimos la plegaria de Jesús tiene un significado muy especial. Tras la siguiente explicación invito a orar con estas imágenes y este canto de fondo.
La oración de Jesús o la oración del corazón está centrada en el Santo Nombre de Jesús. La oración dice así: “Señor Jesús, hijo de Dios vivo, ten compasión de mí”. El poder de la oración está en el nombre de JESÚS. Sólo Jesús colma el ansia y la necesidad de quien ora. Este método de contemplación de Jesús en su Santo Nombre se atribuye a san Simeón, llamado “el nuevo Teólogo” (949-1022) Se cuenta que ya a los 14 años tuvo la visión de una luz que venía del cielo y que parecía arrancarlo del cuerpo. Admirado, sobrecogido de voz, sintió una gran humildad y gritó “Señor Jesús, ten misericordia de mí”. Una oración parecida a la del publicano, cuando se dirigía a Dios en el templo -según la parábola de Jesús.. Cada vez que san Simeón repetía esta oración lo invadía un gran gozo. Hoy ha llegado a nosotros en una versión un poco más extensa.
Esta Oración está dirigida totalmente hacia Jesús. Es como una respiración constante, con la cadencia rítmica de los latidos del corazón. La oración de Jesús es la esencia de la oración mística. Es una oración para todos. Debe ser repetida tranquilamente, sin prisa y pensada. Concentrados en Jesús, como un inhalar y exhalar.
¡Tentación y gratitud! El mensaje de este domingo nos pide que seamos agradecidos. Pero con una observación decisiva: ¡cuidado con apropiarse indebidamente de aquello que nos ha sido dado! La tentación se reduce a una sola cosa: ¡desagradecimiento!
Podemos acostumbrarnos al paso del tiempo. No reconocemos que en cada momento, acontecimiento o suceso, se está tejiendo la trama de una historia. Cuando un pintor-artista inicia sus primeros trazos en un lienzo ya sabe a dónde quiere llegar. No diseña trazos por diseñar. Tiene una intención. ¡Algo así es la cuaresma! ¡Cuarenta días para diseñar algo importante en nuestra historia personal. Cuarenta días para identificarnos con la historia de un pueblo de esclavos que tras un largo proceso consiguió la libertad: desde Egipto a la tierra prometida. ¿Seremos capaces de vivir esta experiencia este año 2022?
¡Cuántas veces nos equivocamos por precipitación! Quedamos prisioneros de las primeras impresiones, y después vienen las grandes decepciones a arrepentimientos. El ser humano es muy impresionable. Por eso nuestra historia comenzó con un engaño: la serpiente nos engañó.
Se habla cada vez más de la interioridad. Y es cierto que hacemos muy bien en encontrarnos con nuestra exterioridad: descubrirla en sus rasgos, en sus expresiones, en sus insospechadas posibilidades. La maravilla de los cinco sentidos nos invita a ello. Como también colabora en el descubrimiento de nuestra exterioridad el espejo, la imagen captada a través de la fotografía, o la imagen en movimiento a través del video. Si se habla de la “interioridad” es porque hay otra dimensión de nuestro ser mucho más desconocida y misteriosa: el inefable mundo de nuestras ideas, pensamientos, fantasías, sentimientos, amores y fobias, … toda esa ecología interior a veces enmarañada, otras veces diáfana. Pero ¡hay algo más! Podemos entrar en misión de interioridad: una interioridad que nos conecta con otros mundos interiores. ¡Ese es el objetivo del video que ahora presento!
¡Todo tiene un límite!, solemos decir. Y nos preguntamos: ¿también el amor? El texto del evangelio de este domingo es, ante todo, una descripción de nuestro Padre Dios. Jesús nos lo propone como ejemplo de compasión y de amor aun en las situaciones más adversas.