SAN JOSÉ, CORAZÓN DE ESPOSO Y PADRE (en su fiesta, en su Año)

La figura de José, el esposo de María, sigue siendo misteriosa. Hay cristologías y mariologías que apenas aluden a él, o incluso lo eluden.

Hay, sin embargo, artistas que lo han representado de mil formas, iglesias que veneran sus imágenes. personas, ciudades, naciones que llevan su nombre.

José es uno de los personajes más enigmáticos y mágicos de la historia: el testigo de la infancia, adolescencia y tal vez juventud de Jesús. El varón que nos evoca la “otra responsabilidad”, “la otra paternidad”. María encontró en él no solo a su protector, su guardaespaldas, sino a su auténtico y misterioso esposo: a quien más la respetó, más la amó (¿sería posible estar junto a ella y no amarla?), con quien más colaboró… Jesús encontró en él el reflejo del Dios-Padre, a Dios reducido a niño, a adolescente, a joven… José tuvo que ser muy feliz, tuvo que sonreír mucho, tuvo muchos motivos para soñar y estar seguro de todas sus importantes decisiones. ¡Siempre tenía algún ángel a su disposición -quién sabe si el mismo Espíritu Santo en forma de ángel-, que le impulsaba a discernir y decidirse!

Por eso, he podido cumplir un deseo que llevaba dentro desde hace muchos años: escribir algo sobre san José… Y el resultado es un librito que la editorial del Perpetuo Socorro ha acogido con interés, y que he titulado “San José, corazón de esposo y de padre”. En la página web de la editorial se puede adquirir y desde allí lo envían rápidamente, según me indica su amable director, el Padre Fran.

https://pseditorial.com/inicio/242-san-jose-corazon-de-esposo-y-padre.html

Himno a san Jos

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COMUNICAR NUESTRA EXPERIENCIA DE FE Y DE SANACIÓN

Algún tiempo después celebraban los judíos una fiesta, por lo que Jesús regresó a Jerusalén. En Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las Ovejas, hay un estanque llamado en hebreo Betzatá. Tiene cinco pórticos, en los que, echados en el suelo, se encontraban muchos enfermos, ciegos, cojos y tullidos. Había entre ellos un hombre enfermo desde hacía treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí tendido y supo del mucho tiempo que llevaba enfermo, le preguntó: “¿Quieres recobrar la salud?”. El enfermo le contestó: “Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se remueve el agua. Para cuando llego, ya se me ha adelantado otro”. Jesús le dijo: “Levántate, recoge tu camilla y anda”. En aquel momento el hombre recobró la salud, recogió su camilla y echó a andar. Pero como era sábado, los judíos dijeron al que había sido sanado: “Hoy es sábado; no te está permitido llevar tu camilla”. El hombre les contestó: “El que me devolvió la salud me dijo: ‘Recoge tu camilla y anda’“. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Recoge tu camilla y anda’?”. Pero el hombre no sabía quién le había curado, porque Jesús había desaparecido entre la multitud. Después, en el templo, Jesús se encontró con él y le dijo: “Mira, ahora que ya has recobrado la salud no vuelvas a pecar, no sea que te pase algo peor”. El hombre se fue y dijo a los judíos que Jesús era quien le había devuelto la salud. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado. (Jn 5,1-3.5-16)

Preparación:

Dispongámonos a reconocer lo que nos paraliza y a pedir a Jesús que nos devuelva la movilidad.

Lectura:

El relato evangélico de este día merece una especial consideración:

  • en un contexto de enfermos ciegos, cojos y tullidos, se encuentra un hombre enfermo desde hacía treinta y ocho años.
  • Este hombre no pide nada.
  • Es Jesús quien, conmovido probablemente por su historia, se le acerca y trata de que se cumpla su más profundo deseo: recobrar su salud.
  • El pobre hombre se ve como el último de la fila, el que no tiene a nadie que le ayude.
  • Jesús lo cura inmediatamente con el poder de su palabra:
    • “Coge tu camilla y anda”.
    • Jesús lo envía sin aparentemente ningún encargo.
  • Pero las circunstancias harán de él un testigo de Jesús y su testimonio le complicará la vida a él y a Jesús.
  • Cuando al final se encuentra con quien le hizo recobrar la salud recibe de Jesús una aclaración:
    • “has recobrado la salud; no vuelvas a pecar, no sea que te pase algo peor”. Mostraba así la conexión entre el pecado y la salud física.

Meditación:

Hay gente a quien le preocupa más el cumplimiento de la ley de Dios, que Dios mismo y sus manifestaciones de gracia. Jesús sabía que Dios no está sometido a las leyes religiosas. Por eso, curó a aquel pobre enfermo en sábado y le mandó irse a su casa con la camilla en sábado. Decía de esta manera que es el sábado para el hombre y no el hombre para el sábado.

El legalismo nos vuelve insensibles a la gracia de Dios; destruye en nosotros la compasión; nos aleja del sufrimiento del mundo. Por eso, el seguimiento de Jesús nos lleva al mundo del dolor. Y el mundo del dolor hace que ningún mandamiento se sobreponga a lo único necesario: ¡amar! Y ¡actuar!

Oración:

Jesús, cúranos de nuestra parálisis misionera. Tu Iglesia a veces se queda demasiado afincada en sus espacios y no sale en busca de los alejados, de la oveja perdida. Descéntranos y envíanos de nuevos para que llevemos tu vida a los necesitados.

Contemplación:

La llamada de la Iglesia a transmitir la fe cristiana presupone que en la iglesia padecemos una cierta parálisis misionera. No sentimos la necesidad de tomar nuestra camilla y andar; evitamos entrar en conflicto con la sociedad; no proclamamos la verdad de la Gracia que nos ha sido concedida. Quiera Dios que aprendamos del paralítico a dar testimonio de Jesús a un mundo que tanto lo necesita.

Acción:

Ante la imposibilidad de superar ciertos defectos, ponte en la ocasión de escuchar a Jesús estas palabras: “¿Quieres recobrar la salud?” y espera a escuchar lo que te sugiere o manda.

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EL PODER MILAGROSO DE LA FE: ¿CÓMO ENTENDERLO?

Dos días más tarde salió Jesús de Samaria y continuó su viaje a Galilea. Porque, como él mismo afirmaba, a ningún profeta lo honran en su propia tierra. Al llegar a Galilea fue bien recibido por los galileos, porque también ellos habían estado en Jerusalén en la fiesta de la Pascua y habían visto todo lo que él hizo entonces. Jesús regresó a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Se encontraba allí un alto oficial del rey, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando este oficial supo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle y le rogó que bajase a su casa a sanar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le contestó: “No creeréis, si no veis señales y milagros”. Pero el oficial insistió: “Señor, ven pronto, antes que mi hijo muera”. Jesús le dijo entonces: “Vuelve a casa. Tu hijo vive”. El hombre creyó lo que Jesús le había dicho, y se fue. Mientras regresaba a casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: “¡Tu hijo vive!”. Les preguntó a qué hora había comenzado a sentirse mejor su hijo, y le contestaron: “Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre”. El padre se dio cuenta entonces de que a esa misma hora le había dicho Jesús: “Tu hijo vive”. Y él y toda su familia creyeron en Jesús. Ésta fue la segunda señal milagrosa hecha por Jesús al volver de Judea a Galilea Jn 4,43-54:.

Preparación:

Para quien tiene fe en Jesús, nada es imposible. Hemos de decírnoslo muchas veces durante este tiempo de pandemia. La respuesta de Dios a nuestros deseos solo se comprende en el conjunto de su misteriosa voluntad. No hemos de olvidar que la fe que Jesús pedía excedía el mero cumplimiento del deseo…. era la fe en que estamos en las manos del Abbá…. y nada, ni nadie nos podrá separar de su Amor: “tanto amó Dios al mundo”…. Es la fe en su Providencia: “Dios proveerá”. Lo que es bueno o malo para nosotros…. lo descubriremos cuando nuestro buen Dios nos lo revele.

Lectura:

El centro del relato evangélico de este día se encuentra en esta frase: “Vuelve a casa. Tu hijo vive. El hombre creyó”. Creer en la Palabra de Jesús abre la puerta a nuevas posibilidades. El oficial del rey recurre a Jesús como último recurso, pues su hijo está para morir. Le insiste que baje a su casa. Bien sabía que Jesús no era médico; pero de seguro que tenía la convicción interior de que de Jesús emanaba la vida. El resultado de esta curación fue que el oficial y toda su familia creyeron en Jesús, es decir, pusieron a Jesús en el centro y en torno a Él configuraron a partir de entonces su vida.

Meditación:

Quienes ven la realidad de forma más racionalista, como un objeto con sus reglas inmutables- se resisten a creer en las curaciones, en lo no previsto por las leyes naturales.

Sin embargo, quien contempla el mundo como un sujeto, como un haz de relaciones complejísimas y alianzas misteriosas, cree que es posible lo que parece imposible: nada es imposible para quien cree.

Hay que creer para ver, para sentir lo nuevo. Es lo que comprendió el oficial del rey al acercarse a Jesús y pedirle lo que parecía imposible.

Oración:

También tú, Jesús, te puedes lamentar de nuestra micro-pistía o pequeñísima fe. Sin esa confianza desmesurada en tí, ¿adónde llegaremos? ¿qué alcanzaremos? Necesitamos que aumentes nuestra fe para vivir libres, abiertos a la realidad, como seres capaces de soñar lo imposible para llegar a lo imprevisible.

Contemplación:

El desconfiado ve por doquier obstáculos, amenazas, limitaciones. Quien tiene fe ve en los obstáculos desafíos, en los desafíos posibilidades, en las posibilidades nuevas realizaciones. Quien cree, crea.

Acción:

Repite durante este día en varias ocasiones: “Jesús, confío en ti”, o “para la fe, nada hay imposible”.

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¡TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO!

Podría parecer que hablar del amor de Dios hacia todos nosotros es un eufemismo, una expresión bella pero no real. Podrían hablar tantas personas que sienten y han sentido la fuerza del mal en su vida, que han clamado y no han encontrado respuesta. Podrían hablar quienes se sienten solos, quienes aman lo imposible, quienes no perciben una mirada amable durante tiempo y tiempo. Es fácil decir, cantar, que “Dios me ama”. Pero ¿quienes son los privilegiados que así lo experimentan? En tiempos de guerra, de epidemia, de deshojamiento de todos los bienes materiales, de fracaso total, ¿podrán decir aquellos que mueren en la batalla, que Dios los ama? Hoy cuarto domingo, 14 de marzo 2021… tras un año de confinamiento.

Nuestro Dios no se aleja

¡Dios no se aleja… somos nosotros quienes nos alejamos de él!

  • Nuestro Dios, sumamente discreto, mantiene su presencia.
  • Envía mensajeros, avisos, profetas.
  • Se hace vislumbrar, sin aparecer nunca en el primer plano.
  • Da espacio a nuestra libertad.
  • Conecta con nosotros sin por ello “fundir” todo nuestro ámbito de conexiones.

Nosotros sí nos alejamos

Pero también nosotros, como el pueblo de Israel (primera lectura) somos infieles a la Alianza, echamos a Dios en el olvido. Endurecemos el corazón y nos apartamos de él. 

No solo nosotros, nuestros guías, nuestros pastores, con su insensibilidad, con su preocupación “por otros asuntos”, pueden favorecer el clima de ausencia de Dios. Pero Dios no está ausente… somos nosotros los que nos ausentamos de su discreta presencia.

¡No digamos nunca que voluntad de Dios son el mal, el sufrimiento, la desgracia!

  • Digamos más bien que no entendemos, ni comprendemos la existencia del mal.
  • Proclamemos la incapacidad de nuestra inteligencia y de nuestra sensibilidad para entender esa realidad que nos muerde y destruye.
  • Pero cantemos un canto a nuestro Dios: reconozcamos su amor y compasión sin límites. Expresemos de la forma más bella que nos sea posible que nuestro Dios es amoroso, es compasivo, perdona, vivifica, resucita y lleva al cielo. 

Dios actúa a través de personajes alternativos

Es extraño que Dios busque a veces personajes alternativos para realizar su proyecto. Si no puede contar con su pueblo, ni con sus sacerdotes o profetas, entonces hace surgir un personaje profano, como Ciro, y lo convierte en su instrumento más válido.

El pueblo había destruido el Templo y la presencia de Dios. Ciro, el pagano, lo reconstruye y reconoce la Presencia. También hoy surgen personajes –en todos los ámbitos– que realizan el proyecto de Dios y lo hacen más presentes, que aquellos que nos creemos “los suyos”.

Jesús es la prueba del amor que Dios nos tiene.

Es el Hijo enviado. Es el regalo de Dios sin arrepentimiento.

  • Jesús es la Vida, la promesa, el Futuro. No estamos llamados a la extinción.
  • Reparemos en que Dios Padre no le entregó el mundo a Jesús, como regalo, sino que nos entregó a Jesús, como regalo, ¡a nosotros!
  • Jesús no es nuestro juez, sino más bien nuestro defensor, nuestro abogado…
  • Descubrir el regalo de Dios es “sentirse agraciado”.
  • Percibir que Jesús y su Evangelio son un regalo para mí es el mayor descubrimiento que se puede dar en este mundo.
  • ¡Qué pena tener un tesoro y no saber dónde se encuentra, ni disfrutarlo! Por eso necesita la Iglesia misioneras y misioneros de verdad que anuncien que el Tesoro está cerca, a nuestro alcance Que hay posibilidades de superar cualquier mal si conectamos con Él.

Insuficiente es definirse desde el cumplimiento

Creer que el mejor cristiano es aquel o aquella que “cumple”, que puede aducir un catálogo de obras rectas, buenas… Pensar que se salva aquel hombre, aquella mujer que se esfuerza en hacer el bien, que es consecuente con aquello a lo que se compromete… Definir la propia vida desde el cumplimiento de lo mandado… Todo eso ¡está bien! Pero es insuficiente. ¡Radicalmente insuficiente!

¡Hechura suya somos!

Buenas obras son aquellas que nacen de una experiencia inesperada. Quien sienta en su vida la Misericordia, quien se vea envuelto “gratuitamente” por el Amor entrañable, quien se descubra como “hechura de Dios”… comenzará a vivir de otra manera. No estará satisfecho de lo que hace. No se preocupará tampoco por sus defectos y limitaciones. Dirá siempre: ¡es don de Dios! ¡Hechura suya somos!

Hay un dicho popular castellano que afirma: “sólo se lame, lo que se pare”. Revela cómo somos los humanos. Lo que más cuidamos y mimamos es aquello que es obra nuestra. Lo demás nos interesa, pero… ¡menos! Sí, sólo se lame lo que se pare. Si esto lo trasladamos a nuestro Dios, si somos obra suya, Él es el más interesado en cuidarnos, en mantenernos en forma, por eso no puede abandonarnos en los momentos de mayor deterioro. Nuestra humanidad en este tiempo no está dejada de su mano. Hay un clamor profundo, es la voz de Dios gritando entre nosotros por el cese de la violencia, por la paz, por el amor mutuo. ¡No destruyamos la obra de Dios! Y… a pesar de todo… Él nos seguirá amando. Y habrá perdón…

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RESALTAR LA DIFERENCIA CON EL OTRO, ¿SERÁ DE DIOS? O ¿SERÁ AUTOAFIRMACIÓN?

En aquel tiempo Jesús contó esta otra parábola para algunos que se consideraban a sí mismos justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Ni tampoco soy como ese cobrador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano’. A cierta distancia, el cobrador de impuestos ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ’¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!’ Os digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa perdonado por Dios; pero no el fariseo. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido”.

Preparación:

Pensemos cómo nos presentamos ante nuestro Dios: si como el publicano o el fariseo. Tal vez las dos actitudes estén mezcladas en nuestro corazón. Que el Espíritu nos purifique con la fuerza transformadora de la Palabra.

Lectura:

La parábola que Jesús propone a quienes se consideraban a sí mismos justos y despreciaban a los demás nos invita a cambiar de paradigma religioso: no es justo ante Dios quien se autojustifica y, por añadidura, se compara con otros. Ese fue el caso del fariseo que fue al templo a orar. Es justo ante Dios quien humildemente le pide a Dios que lo justifique. La religión del Reino de Dios no se construye desde la vanagloria, los méritos personales, las pretensiones de superioridad. La religión que le agrada a Dios es la del “corazón contrito y humillado”, la de la solidaridad con los últimos.

Meditación:

Hay en nosotros una innata tendencia a compararnos con los demás y, en esa comparación, creernos mejores.  En ese momento nos volvemos jueves y le impedimos a Dios ser el único juez. Quien renuncia a compararse con los demás y a juzgarlos, se descubrirá pobre y necesitado ante Dios. Hará suya la oración de Jesús, tan valorada en la iglesia ortodoxa: “Señor Jesús, hijo de Dios vivo, ¡ten compasión de mi! Solo quien pone toda su confianza en el Señor y deja de juzgarse y compararse con otros, será justificado.

Oración:

Señor Jesús, hijo de Dios vivo, ¡ten compasión de mi! Soy muy débil. No puedo presumir de mis méritos. Dependo totalmente de su gracia, de tu mirada. Acógeme. Envíame tu Espíritu. Que sólo Él puede hacer que cada día me asemeje más a Ti.

Contemplación:

La comunión en las cosas negativas es también creadora de comunidad. Ante la cruz de Jesús, ¿quién puede presumir de justo, de santo? Ante ella, todos nos sentimos solidariamente culpables, pecadores, necesitados de salvación.

Acción:

Aprovecha una oportunidad en este día para confesar tu pecado ante Dios, como el publicano. Y sentirás la mirada amorosa y misericordiosa de nuestro Abbá.

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MÁS VALIOSO QUE LA RITUALIDAD DEL TEMPLO (Viernes de la III Semana de Cuaresma)

Uno de los maestros de la ley, que les había oído discutir, se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Jesús le contestó: “El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. Y el segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Ningún mandamiento es más importante que estos”. El maestro de la ley dijo: “Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: Dios es uno solo y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y que todos los sacrificios que se queman en el altar”. Al ver Jesús que el maestro de la ley había contestado con buen sentido, le dijo: “No estás lejos del reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas. (Mc 12, 28b-34).

Preparación: 

Entremos en el espacio de la escucha. El mandamiento principal que hoy Jesús nos propone se formula así en su inicio: “escucha, Israel” (shemá).

Lectura: 

 Un maestro de la ley le preguntó al laico Jesús cuál es el primero de todos los mandamientos. Lo hizo después de escucharle a Jesús responder a la increencia de los saduceos en la resurrección, que Dios  es un Dios de vivos y no de muertos. El escriba le permite a Jesús evocar el mandamiento principal del shemá uniéndolo al amor al prójimo como a uno mismo. El escriba se lo agradece a Jesús y explicita su respuesta: “Amar a Dios y al prójimo vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios que se queman en el altar”.  Jesús muestra que la visión del escriba lo aproxima mucho al Reino de Dios, aunque lo aparte del sistema religioso del templo, en donde se encontraban.

Meditación:

 El mandamiento principal consiste en vivir una estrecha Alianza del amor con Dios y con los prójimos. El amor compromete, pide fidelidad y superación de todas las medidas. La Alianza que Dios ofrece nos pide escuchar, estar atentos a las palabras de Dios y reconocerlo como nuestro único Señor. Cuando una persona se vuelve a su Dios, entonces descubre cuánto es amada y cuidada por Él. Nuestro Dios quiere que le escuchemos con el corazón y que no permitamos que nuestro corazón se endurezca. En el verdadero amor, el alma envuelve al cuerpo: amamos con todo lo que somos y tenemos. Vivir en Alianza con nuestro Dios hace del Amor mutuo el gran protagonista de nuestra relación. Esto vale más que toda la ritualidad sacrificial del templo.

Oración: 

Jesús, nadie como tú nos ha hablado del amor de alianza; de ese amor que es recíproco entre Dios y yo, entre yo y mis prójimos. Tú concibes la alianza como un acontecimiento de ser amados y amar, de no poner límites a ese fuego que nos pone en Alianza. Concédenos tu Espíritu y con Él llamaradas de amor que nunca se extingan.

Contemplación: 

El Reino de Dios es contemplado por Jesús como un gran acontecimiento de amor, en el cual la victimación, el sacrificio y el holocausto no es lo más importante. El verdadero valor del Reino es el amor en todas las direcciones. Jesús, el gran maestro del amor, quiere construirse una comunidad donde todos estemos interconectados por el Espíritu del Amor.

Acción: 

Renueva en este día -en tu corazón- tu Alianza de amor con Dios y con las personas más próximas.

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LA GRAN CONFUSIÓN: ESPÍRITU DE DIOS – ESPÍRITU DEL MAL (Jueves de la III Semana de Cuaresma)

Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron: “Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos”. Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo: “Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín. El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Lc 11,14-23)

Preparación: 

Hoy nos preguntamos por el discernimiento de espíritus. Que el Espíritu Santo nos prepare para entender la enseñanza de Jesús y experimentarla en nuestras decisiones.

Lectura: 

¡Qué decepcionante debió ser para Jesús escuchar que si expulsaba a los demonios era por el poder del príncipe de los demonios, Beelzebú! La fuerza interior que le movía a actuar era el Espíritu Santo: el Espíritu más puro, más antidemoníaco, el Espíritu que el Abbá le había comunicado. ¿Cómo era posible que hubiera gente capaz de confundir al Espíritu Santo con el jefe de los demonios? Jesús muestra cómo el poder diabólico está siendo expulsado, cómo ha llegado el más poderoso y vence. Y Jesús proclama la noticia más bella: “¡El Reino de Dios ya ha llegado a vosotros!”: por eso, sucede lo que sucede. Y Dios reina quitándole sus armas al enemigo y doblegándolo. Eso es lo que Jesús realiza. Lo diabólico divide, el Reino es cosecha, reunión. Está de parte del Reino quien está con Jesús.

Meditación:

 La falta de discernimiento espiritual es el peor de los males: confundir al Espíritu con un demonio, o al demonio con el Espíritu. Tantas veces nos resulta difícil, porque nos sentimos enfermos de egoísmo, porque nuestras intenciones no son claras, porque se nos oculta la zona oscura de nuestra personalidad y no por ello deja de actuar. El discernimiento de espíritus requiere de nosotros mucha honestidad y limpieza de corazón. Por eso, debemos evitar los juicios precipitados. Como Dietrich Bonhoefer hacía, también nosotros nos debemos preguntar: ¿qué me ocurre que no soy capaz de ver con claridad cuál es la voluntad de Dios? El designio divino no es oscuro. Lo es, ciertamente, aquello que me habita. Por tanto, todo proceso de discernimiento es, a su vez, proceso de purificación. La Palabra de Dios es, en esos casos, guía de nuestro camino.

Oración: 

Espíritu Santo, Jesús nos dijo que no hay pecado más horrible que confundirte con el mal espíritu. No permitas, nunca, que esto nos ocurra. Apodérate de nuestros sentimientos, pensamientos, deseos. Realiza en nosotros una purificación continua para que nunca se apodere de nosotros un mal espíritu.

Contemplación: 

Tomemos conciencia de la presencia del Reino de Dios que “ha llegado ya a nosotros”. El “ya” sí cuenta con un acontecimiento que le concede más plenitud: la Pascua de Jesús y el envío del Espíritu Santo. El Reino del Abbá y de Jesús está ahora presente “en el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. La espiritualidad hace emerger el contexto del Reino. Todo es diferente desde la clave de la Pascua y de Pentecostés. Sabemos que “el más fuerte” ya actúa en la historia humana y se va apoderando de ella. 

Acción: 

Convirtámonos y creamos en la buena noticia de la llegada del Reino. Tratemos de identificar sus signos en este momento histórico que vivimos.

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“EL VALOR DIVINO DE LO HUMANO” (Miércoles de la III Semana de Cuaresma)

En aquel tiempo dijo Jesús: “No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos” (Mt 5,17-19)

Preparación: 

Hoy podemos descubrir “el valor divino de lo humano”. Jesús nos introduce en la realidad, tal como es, y nos dice que su misión lleva todo a plenitud.

Lectura: 

Jesús no viene a plantear un cambio radical en Israel. Reconoce todo lo bueno y excelente que le ha precedido. Valora al máximo a Moisés, a los Profetas. La ley encuentra en el acontecimiento del Reino de Dios su sentido y su fuerza, como Ley del Espíritu, como ley de amor y de libertad. Las profecías se harán realidad pues el Reino de Dios está ya aconteciendo.

Meditación:

 Jesús valora todo lo auténticamente humano y todo lo divino que el Espíritu ha derramado en la humanidad: tradiciones religiosas, culturas, humanismos. Jesús es incluyente y no excluyente. En él lo humano encuentra su cumplimiento. La creación y la naturaleza, la historia y toda la creatividad cultural y religiosa de los pueblos, no encuentran en Jesús un antagonista. Más bien a Aquel que acoge, lleva a plenitud, que sana, que redime, pero no que destruye y aniquila. Resuenan en este contexto extraordinariamente bien las palabras que Jesús repetía con alguna frecuencia a sus discípulos: ¡No temáis, soy yo! 

Oración: 

 Jesús, a veces te contemplamos con excesiva radicalidad, como una alternativa total a todo lo que entre nosotros acontece; sin embargo, hoy te muestras a nosotros como aquel que “mejoras” todo lo humano, lo llevas a plenitud, como quien nos corrige pero no para humillarnos, sino para que aquello que llevamos entre manos sea perfecto. Gracias, Jesús, porque siempre estás detrás de nosotros y llevas a plenitud nuestros sueños.

Contemplación: 

 Jesús no es enemigo del ser humano. Jesús no viene a suplantar, sino a obtener de la humanidad lo mejor que en ella ha sido sembrado. La comunidad de Jesús debe expresar ante “los otros” este mismo talante. No ha de aparecer como un grupo de fundamentalistas que todo lo arrasan, que todo lo que no proceda de ellos, lo desprecian. Mas bien hemos de ser -en continuidad con nuestro Maestro- personas acogedoras, incluyentes, positivas, serviciales, potenciadoras del bien.

Acción: 

 Encontrarás, tal vez, en este día la posibilidad de ayudar a alguien, de potenciarlo, de estar a su lado humildemente y hacerle sentir la satisfacción de lo realizado adecuadamente.

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PERSONAS PERDONADAS QUE PERDONAN (Lectio divina – “SUPER-DON” EL “PER-DÓN” (Martes de la III Semana de Cuaresma)

En aquel tiempo Pedro fue y preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?”. Jesús le contestó: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda. El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole: ‘Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad. Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero se echó a sus pies, rogándole: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido. El rey entonces le mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti’. Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda”. Jesús añadió: “Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si cada uno no perdona de corazón a su hermano” (Mt 18, 21-35).

Preparación: 

Hoy Jesús nos habla del perdón; tiene un especial interés en que nos mostremos ante los demás como personas “perdonadas que perdonan”

Lectura: 

La pregunta de Simón Pedro a Jesús es muy pertinente, especialmente para quienes vivimos en comunidades de vida y grupos de trabajo: “Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano si me ofende?”. La respuesta de Jesús parece exageradísima. No dice, como nosotros: “a la tercera va la vencida”. Su “setenta veces siete” nos resuena como una exigencia imposible. Jesús nos da inmediatamente después la clave contándonos una parábola, pero haciéndola preceder de esta frase crucial: “El Reino de los cielos se puede comparar a…”. En el Reino de Dios vige la norma del perdón total. Es un sistema en el cual todo funciona desde el perdón a quien lo suplica. Las deudas son siempre condonadas a quien con sinceridad y humildad reconoce su imposibilidad de responder en un determinado momento. Entonces Dios perdona; pero quien ha entrado en el sistema del Reino de Dios, también perdona cuando se encuentra en situaciones semejantes.

Meditación:

Decir perdón es decir “don” reduplicado. Cuando uno per-dona está dando mucho más. Es la gratuidad y el regalo en grado superlativo. Además del olvido de la ofensa uno añade la oferta de relación, de amistad. El perdón que concedemos no es siempre químicamente puro. Podemos perdonar para no complicarnos más la vida, para obtener algún beneficio, para demostrar nuestra superioridad…Perdonar, como Dios perdona, es una gracia que no siempre está al alcance de nuestra mano. Uno no perdona cuando quiere, sino cuando le es concedido. La experiencia del perdón de Dios derrama en nuestros corazones el bálsamo del perdón y nos permite utilizar ese mismo bálsamo en la relación con nuestros hermanos. 

Oración: 

Abbá nuestro, ¡cuánto nos cuesta perdonar a quien nos ha herido, a quien nos debe algo, a quien nos ha ofendido. En esos momentos nuestro corazón nos pide justicia, resarcimiento y hasta venganza. Tu Reino, Abbá, es incompatible con estos sentimientos y nos pide que perdonemos sin condiciones. Sólo Tú puedes hacer posible aquello que nos parece imposible. ¡Acógenos en tu misericordia y danos tu perdón!

Contemplación: 

Es bello contemplar la comunidad que Jesús soñó, su Iglesia, desde la perspectiva del Reino de Dios: un sistema de perdón que fluye en todas las direcciones. La Iglesia es la comunidad en la cual la reconciliación está siempre al alcance de la mano. ¡Nada extraño, entonces, que el sacramento de la Reconciliación y del Perdón, expresen la enseñanza de la parábola que estamos meditando! 

Acción: 

Reconcíliate de corazón hoy con aquellas personas de las que te has alejado, aunque haya sido por las razones más justas. Pídele al Espíritu Santo la capacidad de ser regalo para ella, dando y per-donando

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LA GRACIA EXTRAORDINARIA EN LO ORDINARIO (Lectio divina – Lunes de la III Semana de Cuaresma)

En aquel tiempo Jesús dijo: “Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente había muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era de Siria”. Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús. Lo llevaron a lo alto del monte sobre el que se alzaba el pueblo, para arrojarle abajo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue (Lc 4,24-30).

Preparación:

Que el Espíritu Santo, que habita en Jesús, ilumine nuestro corazón para acoger la Gracia que nos llega a través de las personas más cercanas, con las que convivimos.

Lectura:

Es terrible constatar la verdad de la frase de Jesús: “Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra”. Los hechos lo demostraron. Los paisanos de Jesús se llenaron de ira, se levantaron y lo echaron del pueblo, incluso pretendieron despeñarlo. Es como si la palabra profética resultara lenguaje ininteligible para los de casa y lenguaje diáfano para los de afuera. Jesús ve en los profetas Elías y Eliseo la explicación de lo que le ocurre a Él: estos profetas realizaron su misión más sublime con extranjeros: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio: en cambio fueron rechazados en su propia tierra. El ejemplo enfurece a los paisanos de Jesús y les lleva a cometer el mal que Jesús les reprochaba.

Meditación:

¿Qué hacemos con la palabra profética que llega a nosotros? ¿Hay algún profeta o profetisa doméstico a quien estamos rechazando? Dios nos habla frecuentemente a través de nuestros hermanos y hermanas aunque no sean perfectos. Aquí nos cabe reafirmar la convicción de Israel: “¿Qué pueblo tiene un dios tan cercano como tú?” (Deut 4,7). Dios está cercano a nosotros a través de las personas cercanas. Pero ¡qué difícil nos resulta a veces acogerlo! ¡Cómo se nos ciegan los ojos para descubrir su presencia y acoger su mensaje o recomendaciones!

Oración:

Dios y Abbá nuestro, ¡qué ciegos nos volvemos cuando tu gracia nos llega a través de personas que conocemos de toda la vida! Nos da la impresión de que sólo te muestras en lo extraordinario y no en la normalidad. La proximidad nos vuelve envidiosos, reacios, obstinados ante aquellas personas que tú nos envías. Que tu Espíritu, Abbá, purifique nuestra mirada y nuestro corazón, para que acojamos tu presencia tal como nos llega y te la agradezcamos de todo corazón.

Contemplación:

Las personas abiertas a la fe encuentran frecuentemente “lo extraordinario dentro de lo ordinario”. No necesitan pedir signos especiales, para reconocerse inundados por la presencia y la acción de Dios. Las personas de fe son humildes. Como se acontentan con poco, reciben mucho. Saben que su Dios es muy cercano, y por eso, están siempre muy atentos a acoger la Gracia cercana.

Acción:

Hazte consciente en este día de cuánta gracia llega a tu vida a través de las personas con quienes convives ordinariamente. Y si es necesario, pídele a Dios que te libere de la envidia, de la competitividad, del complejo de superioridad. 

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