
En todos nosotros reside un profundo deseo de “ver a Dios”. ¡No lo hemos visto, y le amamos! Somos “los creyentes”. Muchos otros, al no verlo ni poderlo demostrar, creen que Dios no existe: son los “ateos”. Otros reconocen con honestidad intelectual que no pueden afirmar ni la existencia, ni la no existencia de Dios: son los “agnósticos”. Finalmente, están aquellos a quienes no les interesa el asunto: “son los “indiferentes”. Este es el panorama de la fe en nuestra sociedad: fe, increencia, agnosticismo o indiferencia. En este contexto cualquiera de nosotros podría dirigirle a Jesús la inteligente y emotiva pregunta que Felipe le dirigió a Jesús en la última Cena: “¡Muéstranos al Padre y esto nos basta!”. Ésta es la cuestión que nos plantea el Evangelio (Jn 14,7-14) de este sábado, 9 de mayo de 2020. Ese es también el deseo de quienes nos sentimos creyentes: ¡Muestra, Señor, a la humanidad de hoy, el rostro de Dios!
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