Desde pequeños nos han enseñado que Jesús es el Hijo de Dios y nos han ido contando las historias de sus milagros, los relatos de sus parábolas y enseñanzas, el portento de su Navidad, el drama de su Pasión en cruz, y la maravilla de su Resurrección. Por eso, no nos resulta difícil creerlo. Pero ¿qué ocurre cuando nuestra razón reivindica sus derechos? ¿Cuando hace atravesar por el tamiz de su crítica todas y cada una de nuestras creencias?. ¡También las referentes a la fe cristiana! Estamos en el siglo XXI, en el tiempo de una nueva conciencia, de los nuevos paradigmas. ¿Es posible hoy creer en lo que la doctrina de la fe cristiana nos ha venido proponiendo? Para no ser tan radicales, optamos por hacernos creíbles en esta sociedad no por nuestra fe, sino por nuestro compromiso con la justicia, con los pobres, y ahora con el cuidado del planeta. Dejamos aparcadas las creencias y nos dedicamos a hacer el bien… ¡como tantos otros! Por eso, muchos ministros de la iglesia no enfatizan tanto en la fe, sí en la praxis. Así nuestro magisterio no se enfrenta con el escándalo de la fe. Es fácil estar de acuerdo con él. Pero ¿renunciamos a nuestra fe y a su escándalo? He aquí el dilema que nos plantea el texto evangélico (Jn 6,35-40) que hoy -29 de abril de 2020- nos propone la liturgia. Nos lanza preguntas inquietantes: ¿es razonable creer lo que el Jesús del Cuarto Evangelio nos dice de sí mismo? ¿que viene del cielo, que es el Hijo de Dios, que quien no cree en él se pierde, pero el que cree tendrá vida eterna?
Revelación, Clave, Denuncia y Promesa
En el texto evangélico de este día, Jesús se dirige a la gente que le buscaba y les hace una revelación, les da una clave, hace una denuncia y después una promesa:
- La revelación::“Yo soy el pan que da vida venido del cielo”, “soy el hijo del Padre Dios”..
- La clave: No he venido para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de mi Padre, que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él tenga vida eterna”.
- La denuncia: vosotros no creéis aunque me habéis visto.
- La promesa:El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed. Los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera, no se perderán, yo los resucitaré el último día.
El protagonismo de Dios Padre
Nunca como ahora podemos decir que la fe es un auténtico don. Hemos de comprender la honestidad de quienes nos dicen que no pueden creer; y dudar de quienes presuntuosamente exhiben su fe.
Jesús nos dice que Dios Padre es quien tiene la llave para un acceso creyente a Jesús. El Padre ofrece este acceso a quien Él elige. Jesús, por eso, le dijo a la gente: me veis, pero no creéis en mí. ¡No basta ver para creer! Hay que dar un paso más: ¡creer en Él para ver! Pero este paso es imposible para el ser humano. ¡Sólo el Abbá, Dios Padre, lo hace posible! Él es quien entrega a Jesús, como discípulos y discípulas fieles, a personas que Él elige, según su voluntad. Son únicamente esas personas las que se acercan a Jesús. Y Jesús no las rechaza, las cuida para que no se pierdan, las resucitará en el día último. ¡Esa es la voluntad del Padre que Jesús cumple a perfección! Por eso, además de ver al Hijo de Dios, hay que creer. Pero creer es un don de Dios Padre, de su Espíritu que hace sentir la seducción de Jesús.
Un don no se exige. Se suplica. Y se acoge con gratitud cuando es concedido. ¡Cuánta gente hay todavía en lista de espera! Pero no estemos seguros quienes creemos haberlo recibido… porque podemos perderlo en el menor descuido.
¡Por todos!… para la vida del mundo
Ha habido pensadores en la historia de la Iglesia que han defendido que la voluntad salvífica de Dios es limitada y, por lo tanto, no quiere la salvación de todos los seres humanos. Ello quedaría ratificado al constatar el limitado número de personas que pueden llegar a creer en Jesús. El Nuevo Testamento, sin embargo, y sobre todo Jesús, proclaman la voluntad de Dios de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Dios “amó tanto al mundo (¡no a un grupo de selectos!), que le entregó a su Hijo. Y Jesús dio su vida a favor de la vida del mundo, derramó su sangre “por todos”. Esto quiere decir, que Dios Padre –según su misteriosa voluntad- irá dándole a Jesús a todos los seres humanos, para que Él los cuide, los alimente, les de la vida eterna. ¡No hay esperanza teologal si no esperamos la salvación de todos los hombres! Lo que parece imposible para nosotros, es posible para Dios.
La transmisión de la fe: preocupación de los creyentes
Esa es la preocupación de abuelos y padres, que sienten como fracaso el resultado de sus esfuerzos: ¡no han sido capaces de transmitir la fe a sus hijos y nietos! Esa es la lucha de los “fundamentalistas religiosos”, que desean imponer la religión y sus creencias a los demás, aunque sea a través de una guerra santa.
Hemos de entender adecuadamente lo que significa “transmisión de la fe”. El auténtico transmisor de la fe es el Espíritu del Abbá que pone en el corazón humano la seducción de Jesús y el deseo de entrar en comunión con Él y abre la mente para que se una a la de Cristo el Señor. A nosotros nos toca dar testimonio de lo que hemos visto, oído y tocado, de modo que quien reciba la gracia, responda a ella ayudado por nuestras respuestas. Y vivir desde la fe, en un camino que hay que seguir y recorrer con fidelidad: día a día. Y, dejarlo todo lo demás en manos de Dios. ¡El proveerá!
Plegaria
Dios Padre nuestro, cuánto deseamos que llegue el día en el cual toda la humanidad se convierta en el regalo que le haces a tu Hijo Jesús, para que la cuide, la guíe, la alimente, le dé la vida eterna. Sabemos que Él no perderá a ninguna persona que tú le hayas dado. Concédenos la esperanza que nos libere de nuestros nerviosismos evangelizadores y nos haga confiar muchísimo en Ti, en Jesús, en el Espíritu y nos convierta en humildes colaboradores de tu buena voluntad.
Para contemplar:
¡Creo en Tí, Señor, creo que Tú me amas! (Marco Frisina)
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Gracias. Muchas gracias. Cada comentario de la Palabra es un regalo De Dios que viene a través de ti. Me afianza en que la fe es un encuentro, un diálogo entre Dios y yo, que es causa y razón de toda praxis humanitaria, solidaria, humanizadora. Agradezco al Espíritu que me haya dado el don y pido humildemente no perderlo ni empañarlo con otras cosas.
Gracias… Ora para los que todavía estamos en la lista de espera