LA GRAN CUESTIÓN: ¿EL HOMO SAPIENS NO NECESITA DE DIOS?

La gran cuestión es para mi el Misterio que detrás de todo lo que nos ocurre, se oculta: ¡se trata de Dios, de aquel Dios a quien Jesús llamaba Abbá!

La proclamación de la Palabra de Dios trae consigo una mezcla contradictoria de sentimientos, ideas, proyectos, esperanzas:

  • Por una parte se promete como cierto e inmediato el Reinado de Dios sobre nuestro mundo y pasan los años y los siglos -¡ya nos encontramos en el 2021!- y vemos cómo las apariencias nos indican que nuestra humanidad se va alejando cada vez más de Dios y cuando logra un cierto bienestar enfría su corazón religioso y lo transforma en indiferente o incluso escéptico.
  • Se proclama en las lecturas bíblicas la llegada del Shalom, de las armas convertidas en instrumentos de bienestar, y sin embargo, las enemistades se consolidan en la humanidad. ¿Dónde está el Reino de Dios?
  • Por una parte los salmos alaban a Dios por las maravillas que realiza en el universo; por otra piden la venganza de Dios sobre los enemigos y que aniquile al adversario sin ningún tipo de compasión; hay salmos que nos elevan hacia la más profunda mística de lo divino; pero hay expresiones que nos introducen en los sentimientos del más rígido fundamentalista.

  • En las historias más particulares, en aquellas historias que conciernen a cada uno de los creyentes, tantas veces historias de frustración, de dolor, de decepción, ¿hasta dónde llega la protección divina, que tanto suplican los salmos? ¿Qué puede esperar de Dios un humilde y confiado creyente? ¿Hay que dejar toda esperanza pendiente del “más allá”, del absolutamente desconocido “después de la muerte”? Es el caso del amigo o del familiar que ya irremediablemente se va a morir, o del esposo o la esposa que irremediablemente se va a divorciar, o del amigo o amiga que te abandona sin vuelta atrás, o del asunto importante que no se resuelve, sino que se agrava… Suplicamos a nuestro Dios y,no hallamos respuesta. ¿Dónde está Dios?
  • Se nos dice que los católicos somos más felices que los ateos -según un estudio realizado por el profesor Andrés Clark y la Doctora Orsolya Lelkes y presentado en la conferencia anual de la Sociedad Real Económica. Sin embargo, ¿se trata de una ilusión, una droga religiosa, una ignorancia bendita? Por otra parte, también la prensa nos dijo hace algunos años cómo en el distrito madrileño de Valderribas se había abierto una oficina para darse de baja en la Iglesia católica y que en pocos días son más de 1000 quienes han tramitado su apostasía, al mismo tiempo que gente de otros lugares ha solicitado lo mismo. ¿Ofrece la comunidad de quienes creen en Dios ese rostro feliz que da envidia a los demás?
  • Una de las preocupaciones más evidentes de papa emérito Benedicto XVI -manifiestadas antes de ser Papa- era que la Iglesia hable más de Dios y menos de sí misma. La preocupación por “Dios” era en él casi obsesiva e intentaba, por todos los medios, hacer de Dios el centro, el protagonista de toda la realidad religiosa, eclesial.

Yo también me pregunto dónde está Dios y clamo con Jesús: ¿Dios mío, Dios mío, porqué nos has abandonado? o como alguien traduce -al parecer mejor- ¿para qué nos has abandonado?

Aunque nos dijeran que un presbítero canadiense y matemático había logrado un premio por haber demostrado matemáticamente la existencia de Dios, sin embargo, dudo mucho que esas pruebas convenzan al corazón humano de la existencia y presencia de Dios.

Los seres humanos queremos un Dios para la relación, un Dios de Alianza, de amor compasivo, cercano. Esa es la existencia de Dios que nos afecta, que no nos es indiferente.

Nos encantaría un Dios que no se arredra ante nada, sin miedo, con moral de victoria, no violento, capaz de soportar lo insoportable porque tiene visión; nos seduciría un Dios que saca bien del mal, que recicla lo inservible, que nos sorprende cambiando corazones, posibilitando pactos imposibles, uniendo a los diferentes, compatibilizando a los incompatibles.

Nos fascinaría un Dios Amor, un Dios Belleza seductora, un Dios dialogante, paciente y inspirador, un Dios a quien en su recomposición del universo no le sobran piezas y de una aparente confusión es capaz de componer un admirable puzzle, que nos diga: “¡solo la totalidad es sagrada!

Quizá para llegar a encontrar a Dios necesitemos una experiencia de ateísmo, que nos purifique de las falsas imágenes de Dios. Ernst Bloch escribió una obra muy llamativa con el título de “Ateísmo en el cristianismo” y afirmaba que “solo un ateo puede ser un buen cristiano y solo un buen cristiano puede ser un buen ateo”, porque Jesús fue el que acabó con un sistema religioso que desfiguraba a Dios, que lo demonizaba. A sus discípulos los condenaba el imperio romano como”ateos”.

No seamos ingenuos. La gran cuestión sigue pendiente. Hay imágenes de Dios que lo desfiguran y lo vuelven rechazable. Hay fundamentalismos religiosos que no hacen ningún favor a la causa de nuestro “misterioso Dios”. El “homo sapiens” también rechaza a ese dios o esos dioses. Más allá de todo el bien que podamos hacer a los demás, está el Supremo Bien y la Suprema Belleza, que nos espera… pero ¿y si se anticipa? En el cristianismo vivimos de ráfagas anticipadoras ¡Ese será el cristiano místico que Karl Rahner añoraba para el siglo XXI!

¡Sólo hay un camino para llegar al auténtico Dios! “Yo soy el camino, la verdad, la vida”. “Nadie va al Padre sino por Mí”. “A Dios nadie lo ha visto… el Hijo que estaba en el seno del Padre nos lo ha dado a conocer”. Jesús es la revelación humana de Dios. Acudamos a ÉL y al Espíritu que Él nos dejó como herencia permanente.

PARA MEDITAR
Dios a la una

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