Hace algunos años el papa emérito Benedicto XVI nos invitaba a vivir los días del Triduo Sacro en compañía de María: “con María en el Cenáculo… con María en la Cruz… con María en la Resurrección. Hace muchos años, el gran teólogo católico Hans Urs Von Balthasar escribió un famosísimo libro titulado “Mysterium paschale: la teología de los tres días”. Viernes santo, Sábado santo y Domingo de Resurrección son tres días que no nos deben pasar inadvertidos. En ellos debería concentrarse toda nuestra experiencia espiritual como discípulos de Jesús. Especial relieve puede tener este año vivir el Misterio de estos tres días con quien es la “bienaventurada por que ha creído”.
Jueves, Viernes y Sábado Santo son los días en los cuales nuestra atención se centra en el “cuerpo de Jesús”. Los pasos de la Semana Santa nos lo muestran. Hacia ese cuerpo se dirigen las miradas. Ante ese cuerpo se emocionan los corazones. Parece que carga sobre sí todo el dolor del mundo. En su rostro vislumbra la gente su propio dolor: el ya sufrido, el que ahora le acongoja, el dolor que de seguro vendrá.
Los artistas han sabido plasmar en sus imágenes de Semana Santa un cuerpo de Jesús en situación límite e incluso muerto sin que por ello parezca un cuerpo desahuciado y vencido. Año tras año, generación tras generación se repite el mismo espectáculo y surgen las mismas emociones. ¡Y todo tiene como foco… el cuerpo de Jesús! Pero ¿porqué no también el cuerpo de su Madre?
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