¡No hay mayor regalo, mayor dignidad que haber sido elegido por Jesús para compartir su misión: aquella que él realizó en la tierra y que gracias a su Espíritu, sigue presente y actuante en la historia del mundo, hasta el fin de los siglos! La misión se puede desvirtuar. Por eso, hay que volver al paradigma primigenio. Hoy lo hace la liturgia al proclamar unos versículos del evangelio de Marcos, donde se nos habla del origen de la misión, de su contenido, de su estilo y del resultado exitoso de la misión.
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