¡ABBÁ! ¡SOLO NOS QUEDAS TÚ! (El Viernes Santo 2021)

Preparación:

Entremos en el misterio del Viernes Santo: un día que no es sólo pasado, sino también dramático presente en la vida individual y colectiva de la humanidad. Allí donde la muerte parece vencer, allí es viernes santo. Pero confiemos en quien Jesús puso toda su confianza: el ABBÁ providente.

Lectura (Jn 18,1-19,42):

La crucifixión estaba pensada

  • para humillar al reo,
  • para privarle del honor,
  • para hacerle caer en lo más bajo en que un ser humano puede caer.

El cuarto evangelista nos presenta a Jesús manteniendo su honor en todo momento.

  • Actúa como un auténtico señor que conoce la situación y la controla.
  • Jesús soporta lo que haya que soportar, pero nunca cede ante la humillación.
  • La máxima humillación se convierte en la exaltación del Señor.
  • El máximo desprecio se convierte en la máxima atracción desde la cruz.
  • Se le acusa a Jesús de hacerse igual a Dios, Hijo de Dios, rey. Por ello es condenado. Pero muriendo, Jesús entrega su vida al Abbá de la vida.
  • Jesús confía absolutamente en su Padre. Y hace de su muerte el acontecimiento mas digno de su existencia, el cumplimiento que lleva a perfección su misión en la tierra: “¡Todo está cumplido!”.

Meditación:

Ante la humillación no hemos de reaccionar con violencia, sino con dignidad y firmeza. Como seres humanos y limitados hemos de atravesar zonas de sombra, de anonadamiento y tiempos de duda, de aparente sinsentido.

Nuestra fe nos pide confiar siempre, en todo lugar y momento, en nuestro Abbá. Él no puede olvidarse de los hijos e hijas de sus entrañas, como no se olvidó de Jesús. Él hace que nuestras noches oscuras, nuestras experiencias de muerte, estén bajo su control, para que nuestros pequeños viernes santos se conviertan en momentos de gracia para el mundo.

¡Qué bien entendió este misterio san Pablo cuando nos dijo que estamos con-crucificados con Cristo!

Oración:

Abbá, en la oscuridad del viernes santo, sólo nos quedas Tú. Tú eres nuestro refugio, nuestra esperanza, nuestra victoria. Nos ponemos en tus manos. Te entregamos nuestro espíritu. Sabemos, Abbá, que contigo nunca quedaremos defraudados.

Contemplación:

Hay muchas zonas de viernes santo permanente en nuestro mundo. Muchas personas solidarias y compasivas los visitan para llevar consuelo, esperanza y hacer crecer su compasión.

Zonas de viernes santo son:

  • residencias de ancianos, hospitales,
  • campamentos de refugiados,
  • espacios visitados por calamidades naturales, cárceles, campos de concentración…,
  • hogares donde impera la violencia doméstica,
  • comunidades humanas en las que impera la violencia política;
  • Allí claman los hijos e hijas de Dios. Y allí… es posible comprobar que el Abbá es compasivo y misericordioso con todas sus criaturas y que consuela y enjuga las lágrimas de quienes lloran y le suplican.

Acción:

Si te es posible, acércate a alguien que esté pasando su “viernes santo”. Llévale tu presencia, tu consuelo. Ilumina a esa persona con tu amor y presencia.

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EN EL CORAZÓN MISMO DE JESÚS

Preparación:

La “lectio divina” de este Jueves Santo nos introduce en el corazón mismo de Jesús. Preparemonos para una gran revelación, como si fuera la primera vez. Jesús siempre nos sorprende y más, cuando está a punto de desaparecer.

Lectura:

Era la víspera de la fiesta de la Pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin. El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Durante la cena, Jesús, sabiendo que había venido de Dios, que volvía a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se puso una toalla a la cintura. Luego vertió agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando iba a lavar los pies a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿vas tú a lavarme los pies?”. Jesús le contestó: “Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás”. Pedro dijo: “¡Jamás permitiré que me laves los pies!”. Respondió Jesús: ”Si no te los lavo no podrás ser de los míos”. Simón Pedro le dijo: “¡Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”. Pero Jesús le respondió: “El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Dijo: “No estáis limpios todos”, porque sabía quién le iba a traicionar”. Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la ropa exterior, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: “¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado un ejemplo para que vosotros hagáis lo mismo que yo os he hecho” (Jn 13,1-15)..

El cuarto evangelista nos muestra a un Jesús consciente de dos cosas:

  • que le había llegado “la hora de dejar este mundo para ir a reunirse con el Padre”
  • y que “Dios había puesto todo en sus manos y que venía de Dios, a Dios volvía”.

Con esa consciencia Jesús afronta dos situaciones:

  • la despedida de sus discípulos, a quienes ama hasta el extremo,
  • y la traición de Judas, en cuyo corazón había actuado el diablo.

Jesús se apresta a servir a sus discípulos lavándoles los pies uno a uno.

  • No los humilla: les dice que están limpios y que sólo necesitan que se les laven los pies.
  • Y les da ejemplo para que ese gesto y su significado no desaparezca nunca de su comunidad.
  • Al mismo tiempo, Jesús declara que en el grupo hay uno que no está limpio y que necesitaría una purificación total: está en conexión con el diablo: es el traidor.

Meditación:

Este jueves santo no nos presenta a un Jesús abatido ante la cercanía de su fin. Todo lo contrario: es consciente de la hondura del acontecimiento. Se revela en su dignidad de Hijo del Abbá, deseoso de volver al Padre y de Misionero del Abbá que ha cumplido su misión y por eso le ha sido concedido todo el poder.

Pero también ha aprendido a amar a los suyos “hasta el extremo” y ese amor lo lleva a ejercer el servicio humilde; a ponerse a los pies de uno y otro y lavárselos.

Conectar el lavatorio de los pies con la entrega de los dones eucarísticos -cuerpo y sangre- es la clave para comprender que quien se va, quiere formar un solo cuerpo con quienes se quedan.

Hay con todo, una fuerza diabólica que quiere impedir esta comunión total. Jesús hoy nos enseña a conectar con los dos amores de la Alianza: a Dios y a los hermanos. Amar es servir, entregarse, y descubrir la propia identidad en Dios. 

 Oración:

Jesús, humilde Señor nuestro, es fantástico poder contemplarte en tu última Cena en la versión del cuarto evangelio: qué grandeza la tuya, qué consciencia y dignidad muestras; y al mismo tiempo, qué amoroso, qué servicial, qué extremado. Me imagino que llegas a mi para lavarme los pies con esa delicadeza tuya, para animarme a ser como tú, hijo y enviado. Gracias, muchísimas gracias, Jesús. Eres un maestro incomparable, mi único maestro.

Contemplación:

La Eucaristía no es un mandato que hay que cumplir, es el máximo regalo que un creyente puede recibir.

  • En ella reconocemos al Jesús presente porque nos ama y el Espíritu del amor no le permite separarse de nosotros; y también al Jesús ausente, porque ha vuelto al Padre, porque se ha ido y ascendido.
  • La eucaristía es el último acto de misión que ha quedado eternizado en la Iglesia y que ahora cada uno de nosotros, los comulgantes, incorporamos para continuar el servicio de Jesús.
  • Quien tiene todo el poder lo comparte con nosotros. Por eso, podemos seguir su ejemplo. Se inicia aquí la “missio amoris” que es característica de la Iglesia.
  • No solo se evangeliza con la palabra, también con el servicio humilde a través del cual amamos a nuestros hermanos y hermanas “hasta el extremo”.

Acción:

Si tienes la oportunidad y se te concede esta gracia realiza en este día un gesto de entrega a otra persona que te evoque el lavatorio de los pies.

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“¿SERÉ, ACASO, YO, SEÑOR?”

Preparación:

Hoy la Palabra de Dios nos presenta a un antagonista de Jesús: la otra cara de la donación y entrega, que es el robo y la traición.

Lectura:

Uno de los doce discípulos, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes y les preguntó: “¿Cuánto me daréis, si os entrego a Jesús?”. Ellos señalaron el precio: treinta monedas de plata. A partir de entonces, Judas empezó a buscar una ocasión oportuna para entregarles a Jesús. El primer día de la fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”. Él les contestó: “Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi hora está cerca, y voy a tu casa a celebrar la Pascua con mis discípulos’“. Los discípulos hicieron como Jesús les había mandado y prepararon la cena de Pascua. Al llegar la noche, Jesús se había sentado a la mesa con los doce discípulos; y mientras cenaban les dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar”. Ellos, llenos de tristeza, comenzaron a preguntarle uno tras otro: “Señor, ¿acaso soy yo?”. Jesús les contestó: “Uno que moja el pan en el mismo plato que yo, va a traicionarme. El Hijo del hombre ha de recorrer el camino que dicen las Escrituras, pero ¡ay de aquel que le traiciona! ¡Más le valdría no haber nacido!”. Entonces Judas, el que le estaba traicionando, le preguntó: “Maestro, ¿acaso soy yo?”. “Tú lo has dicho” -contestó Jesús (Mt 26,14-25). 

Antes de la última Cena Judas tenía todo atado y bien atado.

  • Había concertado con los jefes de los sacerdotes la entrega de Jesús por treinta monedas de plata.
  • Judas no comulga el cuerpo de su Señor. Lo vende.
  • Cuando se celebra la primera Eucaristía, Jesús pone la traición sobre la mesa, como una cuestión que se han de plantear todos:
    • “Señor, ¿acaso soy yo?
    • Cuando le llega el turno a Judas, Jesús lo ratifica.
    • También nosotros podemos participar de la Cena del Señor, sin comulgar con Él, sino vendiéndolo, des-preciándolo.
    • ¿Acaso soy yo?.

Meditación:

Estamos acostumbrados a distinguir entre discípulos buenos y malos.

  • Sin embargo, la bondad y la maldad pueden cohabitar en cada uno de nosotros.
  • El prototipo de “Judas” puede emerger en nosotros cuando menos lo pensamos. Nada de extraño, que cada uno de los discípulos creyera que el anuncio de la traición iba por él.
  • Llena de tristeza descubrir hasta dónde puede llegar nuestra incoherencia, nuestro pecado, nuestra traición.
    • ¡Qué poco seguros podemos estar de nosotros mismos!
    • La tristeza nos lleva a pedirle ayuda a Jesús y a suplicar al Abbá: ¡No nos dejes caer en la tentación!
    • La caída sería terrible: ¡más nos valdría no haber nacido!
    • Seamos conscientes de nuestra debilidad, pero abrámonos también a Jesús porque sólo él tiene el poder para sacarnos de nuestro egoísmo y ambición y convertirnos en regalo y don.

Oración:

Jesús, me martillea la pregunta “¿acaso soy yo?”; no tengo la seguridad de saber si en mí se cumple la voluntad del Abbá o no; no tengo certeza de que mi vida te agrade; me da miedo poder llegar a traicionarte, a separarme de tí, a aprovecharme de tí, como un Judas de este tiempo. ¡Ten compasión de mí! ¡Endereza mi camino si se desvía!

Contemplación:

La comunidad que sigue a Jesús

  • aprende de Él ;
  • está formada siempre por gente humilde; por personas que no presumen de santidad, aunque todos los días se encuentren con el Santo.

La comunidad que aprende de Jesús:

  • es la comunidad de quienes se entregan y no se aprovechan de los demás ni los despojan.
  • La avaricia nos acecha como una idolatría asesina.
  • La figura de Judas es una permanente advertencia para la comunidad cristiana y cada uno de nosotros.

Acción:

En este día mostrémonos anti-Judas: seamos generosos con nuestro entorno, nuestra familia o comunidad, o con alguna persona que nos encontremos. 

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PROFUNDA CONMOCIÓN

Preparación:

Entremos en el estado psicológico de Jesús en la última Cena, que el evangelista describe como “profunda conmoción”. Que el Espíritu Santo nos haga entrar en la escena y comprender y amar más a Jesús.

Lectura:

Habiendo dicho estas cosas, Jesús, profundamente conmovido, añadió con toda claridad: “Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar”. Los discípulos comenzaron a mirarse unos a otros, sin saber a quién se refería. Uno de sus discípulos, al que Jesús quería mucho, estaba cenando junto a él, y Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería. Él, acercándose más a Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?”. “Voy a mojar un trozo de pan -le contestó Jesús-, y a quien se lo dé, ése es”. En seguida mojó un trozo de pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en su corazón. Jesús le dijo: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los que estaban cenando a la mesa entendió por qué se lo había dicho. Como Judas era el encargado de la bolsa del dinero, algunos pensaron que Jesús le decía que comprara algo para la fiesta o que diera algo a los pobres. Judas tomó aquel trozo de pan y salió en seguida. Ya era de noche. Después de haber salido Judas, Jesús dijo: “Ahora se manifiesta la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se manifiesta en él. Y si él manifiesta la gloria de Dios, también Dios manifestará la gloria del Hijo del hombre. Y lo hará pronto. Hijitos míos, ya no estaré mucho tiempo con vosotros. Me buscaréis, pero lo mismo que dije a los judíos os digo ahora a vosotros: No podréis ir a donde yo voy”. Simón Pedro preguntó a Jesús: “Señor, ¿a dónde vas?”. “A donde yo voy -le contestó Jesús- no puedes seguirme ahora, pero me seguirás después”. Pedro le dijo: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? ¡Estoy dispuesto a dar mi vida por ti!”. Jesús le respondió: “¿De veras estás dispuesto a dar tu vida por mí? Pues te aseguro que antes de que cante el gallo me negarás tres veces” (Jn 13,21-33.36-38).

Se inicia la escena con una conmovedora indicación de Jesús:

“¡uno de vosotros me va a traicionar!”.

Se genera el desasosiego.

  • El discípulo amado
    • le pide a Jesús una señal de reconocimiento.
    • La señal ofrecida por Jesús es todo lo contrario a una denuncia; es un regalo de predilección -un trozo de pan mojado-, de modo que el despiste respecto al traidor es todavía mayor.
    • El pan del amor se convierte para Judas en pan diabólico que lo lleva a salir y cumplir su plan de traición.
  • Expulsado Satanás del cenáculo,
    • todo se vuelve luminoso: se manifiesta la gloria de Dios en la gloria del Hijo del hombre (¡repetido dos veces por Jesús!).
    • Esta manifestación está marcada por la ausencia, por el éxodo. Jesús se marchará solo. Sus discípulos lo seguirán… pero más tarde.
    • Pedro comienza a entender, y quiere seguir a Jesús. Pero Jesús no necesita ahora la vida de Pedro, sino Pedro la vida de Jesús.

Meditación:

Entremos también nosotros en el dramatismo del Cenáculo.

  • Veamos dónde estamos situados respecto a Jesús.
  • Si es cierto que somos débiles y en cualquiera de nosotros pueden aparecer gestos de traición a nuestro Señor, sin embargo sabemos que Jesús hará todo lo posible por conquistarnos para Él y agotará todos sus recursos de donación y entrega, como hizo con Judas.
  • El pan y el vino eucarísticos son un regalo de Jesús que tenemos al alcance de la mano. Pero, como nos advierte Pablo en 1 Cor, “mire cada uno cómo come y bebe”.
  • ¡No pactemos con el mundo diabólico!.
  • Introduzcámonos en el mundo de la luz eucarística, donde Dios manifiesta su gloria en el Hijo del hombre, que nos da a comer su cuerpo y a beber su sangre.

Lo importante no es dar nuestra vida por Jesús sino acoger la vida que Jesús nos da. 

Oración:

Gracias, muchísimas gracias, Jesús, porque no reparas en gastos, porque haces todo lo posible para salvarnos de la caída y para que no nos perdamos. Envíanos tu Espíritu para que no caigamos en la ceguera de despreciar tus dones. Haz que entremos en comunión contigo y quedemos inundados por tu Gloria.

Contemplación:

La celebración eucarística conlleva un misterio de belleza y luz que puede pasar desapercibido a quienes no se implican en él, como Judas.

Más allá de las formas externas, lo importante en la Eucaristía es:

  • descubrir cómo Dios Abbá manifiesta su Gloria
  • y cómo ésta se refleja en el Hijo del hombre, en Jesús.
  • Es de una belleza infinita el gesto eucarístico de la entrega de los dones, convertidos en el cuerpo y la sangre del Hijo del hombre. Son el pan de vida y la bebida de la salvación.
  • ¿Qué más puede desear el ser humano? Si viviéramos así la Eucaristía, ¡qué experiencia tan sublime nos sería dada!

Acción:

Celebra la Eucaristía centrado de verdad en Jesús. Que nada ni nadie nos distraiga de ese “centro” desde el cual se irradia sobre la celebración la Belleza de Dios.

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LA PENÚLTIMA CENA Y LAS DOS DISCÍPULAS

Preparación:

Hoy, lunes de Semana Santa, 29 marzo 2021, la Palabra nos dirige una invitación: a participar como protagonistas en la “penúltima cena” de Jesús, la cena de Betania. Podemos identificarnos con cualquiera de los personajes que en ella actúan. Que el Espíritu nos mueva a comprender el mensaje.

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LAS DOS ENTRADAS EN JERUSALÉN: JESÚS Y PILATOS

Comienza hoy la semana más sagrada del año. La que era más sagrada en el calendario judío en tiempos de Jesús. La que es más sagrada en nuestro calendario cristiano y que denominamos “semana Santa”.

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LA DECISIÓN DE MATAR A JESÚS

Preparación:

En este día la palabra de Dios nos propone cómo fue la condenación a muerte de Jesús. Que no deje de sorprendernos por conocida. Que el Espíritu Santo nos ayude a interpretar lo que humanamente fue el peor de los errores, el peor de los crímenes.

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LA COMUNIDAD QUE NACE “BAJO LA CRUZ”: “Cuando sea elevado atraeré a todos hacia Mí”

La comunidad cristiana y religiosa nace cuando todos nos encontramos “bajo la cruz de Cristo”. Allí y sólo allí se produce una insospechada revelación. Descubrimos que:

Jesús murió “por todos nosotros”, porque todos somos pecadores

  • Bajo la cruz nadie puede vanagloriarse; nadie puede autojustificarse; nadie puede pretender imponerse a los demás, como mejor, como menos necesitado.
  • Bajo la cruz todos nos sentimos culpables, cómplices, pecadores; nos presentamos con las manos vacías, el peso de nuestro pecado y el vacío de nuestro corazón.
  • Las diferencias entre los miembros de la comunidad parecen ridículas ante esa elemental y trágica coincidencia de todos en el pecado.
  • Bajo la cruz todos estamos hermanados en la pobreza, en la prisión de nuestro común pecado.

Jesús nos liberó y nos congregó en comunidad y nos concedió el don de la comunión mutua

  • Bajo la cruz todos solidariamente experimentamos la salvación, la libertad, el consuelo.
  • Todos nos sentimos agraciados para formar parte de la familia escatológica de Dios, amigados desde un mismo Espíritu que el Crucificado envía sobre nosotros.

¡No tiene sentido continuar divididos, oponernos mutuamente, devorarnos unos a otros!

La contemplación de la amargura y de la muerte de Jesús descongela nuestras relaciones hostiles y le da razón a Cristo.

Bajo la cruz, “¿cómo podríamos permanecer cerrados frente al `corazón abierto de Cristo’?”[1]. La proximidad a la cruz de Cristo nos aproxima entre nosotros.

La comunión en las cosas negativas

La cruz nos manifiesta que en todos nosotros subyace una pobreza común, un sufrimiento común, un pecado común. 

  • El reconocimiento y la confesión de esta realidad es el primer paso para que nazca la comunidad. Es lo que Jürgen Moltmann y antes D. Bonhoeffer dieron en llamar “comunión en las cosas negativas”, comunidad desde el pecado[2].
  • Los pobres, los necesitados suelen ser mucho más solidarios que los ricos; los perseguidos y torturados suelen estar muy prontos para la ayuda mutua. En todo caso, la comunión en las cosas negativas, precede a la comunión en las positivas.
  • La verdadera comunidad cristiana nace de la puesta en común de nuestra pobreza, de nuestro sufrimiento, de nuestros pecados. El pecado oculto, la pobreza disimulada, el sufrimiento no revelado, separan de la comunidad. El mal enerva la soledad:

“El pecado quiere estar a solas con el hombre. Lo separa de la comunidad. Cuanto más solo está el hombre, tanto más destructor es el poder que el pecado ejerce sobre él; tanto más asfixiantes sus redes, tanto más desesperada la soledad. El pecado quiere pasar desapercibido; rehuye la luz. Se encuentra a gusto en la penumbra de las cosas secretas, donde envenena todo el ser»[3].

D. Bonhoeffer, Vida en comunidad,

El pecado es desenmascarado

Pero cuando, los miembros de la comunidad se sitúan “bajo la cruz de Cristo”, el pecado queda desenmascarado:

  • tiene forzosamente que salir a la luz,
  • manifiesta su rostro deforme sin ningún tipo de máscaras;
  • la verdad del Crucificado lo destruye.
  • Por eso, al compartir el pan del propio sufrimiento, del propio pecado, los miembros de la comunidad hacen que ésta nazca.

En una comunidad bajo la cruz el pecado está siempre denunciado, pero por el Señor, no por los hermanos.

  • La cruz proclama simultáneamente el perdón de los pecados y la victoria de la misericordia sobre la ofensa.
  • Por eso, en la comunidad religiosa, que se sitúa bajo la cruz, se desenmascara el fariseismo y la hipocresía, cualquier tipo de autojustificación; pero también la inmisericordia con el hermano, las actitudes de venganza o de justicia conmutativa.

Nace la comunidad bajo la cruz, cuando estamos dispuestos a confesar nuestro pecado, a compartir nuestro sufrimiento, a poner en común nuestra pobreza. Es decir, cuando vencemos la terrible vergüenza pública se ponen los cimientos más sólidos de la comunidad.

A partir de aquí, hay que construir posteriormente la comunidad desde la comunión en lo positivo.


[1] Cf. Moltmann, J., “Ecumenismo bajo la cruz”, en Teología de la cruz, ed. Sígueme, Salamanca, 1979, p. 166. 

[2] Cf. Moltmann, a. c., p 172; D. Bonhoeffer, Vida en comunidad, Ed. Sígueme, Salamanca, 1982, pp. 91-98. 

[3] Bonhoeffer, D., o. c., p. 91. 

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¡CREER EN JESÚS! LA PUERTA DE ACCESO A LA FE

Preparación:

Estamos invitados hoy a reafirmar nuestra fe en la identidad divina de Jesús. Es fácil que compartamos algunas de las dificultades que tuvieron sus contemporáneos: “¡Tú no eres más que un hombre!”. El Espíritu del Padre nos llevará a la verdad completa..

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“ET INCARNATUS EST DE SPIRITU SANCTO EX MARIA VIRGINE ET HOMO FACTUS EST”

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